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domingo, 3 de abril de 2016

Mundo Subnormal



Hacía tiempo que en mi cabeza barajaba la idea de escribir algo sobre la vida cotidiana, es decir, sobre lo que se observa en el día a día de nuestros quehaceres ordinarios, a simple vista, sin elucubraciones ni significados ocultos o supuestos. La verdad que es un empeño complicado este, y me explico, lo que nos encontramos en el transcurso ordinario de nuestros días, en muchas ocasiones es absolutamente pavoroso.
En primer lugar, referir que hablar de estos asuntos, requiere una labor de selección importante, por lo que tan sólo hablaré aquí de lo que he denominado como “Mundo Subnormal”.
Dentro de mundo subnormal hay un subgrupo muy significativo, aquellos que ven la vida pasar entre “canuto” y “canuto”, teniendo como máxima aspiración vital convertirse en vendedor pueblerino, o capitalino, dado que también los hay, de marihuana, esa planta de la supuesta felicidad, por no decir del “entontecimiento” más absoluto. En este grupo es habitual el hartazgo que sus integrantes manifiestan ante la sociedad en general, que yo el primero, considero tremendamente mejorable, y en la que ellos personalmente,  no han contribuido un ápice para su mejora o mantenimiento. Tratan de adormecer su ya, de por sí, “desvalido”  cerebro consumiendo estas sustancias, que suelen acompañar con otros elementos de evasión, que hacen su existencia más llevadera. En este equipo de lumbreras, algunos de los mismos, por no decir una gran mayoría de sus integrantes, jamás han tenido carencias de ningún tipo, nunca han estudiado, a pesar de tener un sistema educativo, medianamente público a su alcance, y ni siquiera se han planteado trabajar, utilizando el manido argumento de la “crisis” para no hacer ni el más mínimo intento en la búsqueda.  Esta actitud no tiene cabida en un país de progreso, eso sí, habría que analizar los casos individualmente para ver la realidad a la que nos enfrentamos.
Otro grupo representativo de esta dimensión tonta es el denominado “quinqui”, y peor aún el que podríamos bautizar como “pseudoquinqui”, todavía más repugnante. En el primer caso, parece ser que los quinquis fueron traídos a España por Carlos V, y tenían por objeto repoblar tierras despobladas, por lo que se les entregaba una serie de tierras, sin embargo de poco sirvió tanta cortesía, puesto que se trataba de un grupo procedente de Centroeuropa y que eran nómadas por lo que no se adaptaron dedicándose a otras actividades, digamos menos “usuales”, principalmente la venta de quincalla, o chatarra. Independientemente de su origen  en la actualidad, al margen de la referida etnia, el término  “quinqui” (o “cani” y otras derivaciones), se usa para referirse a grupos, o mejor dicho  a formas de vida, amparadas en el menudeo de droga, la marginalidad, la incultura, y el hacinamiento en barriadas de  grandes ciudades, donde han hecho del malvivir una forma de vida, eso sí, adquiriendo todos los derechos ciudadanos y ningún tipo de obligación para la comunidad.  En estos guetos, hay que reconocer que es difícil hacer una vida diferente a lo que allí se ve, puesto que el ejemplo es pernicioso en el mejor de los casos, lo que no es óbice para intentar buscar una forma de vida mejor y más plena que la que aquí se describe. El Pseudoquinqui, es un espécimen todavía más deleznable, este no ha nacido en un barrio marginado y sin oportunidades, este puede haber crecido en un ambiente óptimo y convertirse en “pseudoquinqui” por vocación, rebeldía o moda, tratando de imitar el mal gusto y la forma de vida de los anteriores,  aunque sólo sea en apariencia.  En esta cotidianeidad mencionada, cada vez es más común encontrar “pseudoquinquis” agobiados y hastiados porque la sociedad les oprime, o sus padres les mandan a la habitación sin “play station” o les confiscan el móvil. Con esto quiero decir, que sus enfados con la comunidad no tienen relación alguna con su tránsito al mal gusto, la ordinariez, o en algunos casos graves, la salida de la legalidad.  Conste aquí, que quien suscribe este artículo, considera que la sociedad tiene que y debe ser mejorada, muy mejorada.
Los libros no tienen un efecto mágico, hay gente que ha pasado por el sistema educativo, pero sin duda, el sistema educativo no ha pasado por ellos, y manifiestan comportamientos poco propios para personas que se tienen por formadas. En este grupo “mundo subnormal” actúa a nivel de redes sociales,  donde todos estos personajes venden sus tristes vidas por la aceptación del resto, buscando sus migajas de notoriedad. La cultura es de corta y pega, y el mal gusto campa a sus anchas por toda la extensa red. Desde personajes que se fotografían con un supuesto terrorista que en ese momento secuestraba el avión en que viajaba, hasta algún docente que se dedica a fotografiar, día tras día, los aperitivos que deglute en sus prolongadas vacaciones, mostrando en ambos casos, pocas miras y, desde luego, vidas vacías que llenar con un “like” o un “me gusta”.
Las fiebres de “mundo subnormal” alcanzan hasta al lenguaje, apareciendo términos de moda trasmitidos en programas televisivos, o series de audiencia, así en los últimos tiempos, se ha masificado el uso de la palabra “evento” y permanentemente, que no de forma eventual, se utiliza de forma recurrente. En los últimos meses he comenzado a escuchar otro término en esta línea, me refiero al vocablo “postureo”, que tiene la misma pinta que “jambo” o “roneo”, prestados del calé.  Todo esto pone de manifiesto una tremenda falta de personalidad, una también extensa falta de formación, y una dejadez intelectual que abruma.
Podríamos eternizar este artículo y hacer del mismo una tesina, pero no es este el objetivo, sino tan sólo mostrar, algunos aspectos que creo son decadentes, y que ponen en riesgo ese país y esa sociedad ilustrada que de forma “quimérica” busco para construir algo grande de lo que sentirnos orgullosos, y que percibo va a costar mucho conseguir. Una sociedad que encumbra a personajes que son el “paradigma” de la incultura y el mal gusto, que produce series de televisión que engrandecen lo chabacano y lo bajo, que jalea a delincuentes en la puerta de la prisión, que no castiga la corrupción, que favorece la holgazanería entre la juventud como futuro, es una sociedad en “coma”, aún estamos a tiempo, claro está, si conseguimos erradicar todo lo anterior, y algunas otras aberraciones  que no mencionamos, como esa “obsesión” por la cocina, los talentos jóvenes, o las gafas sin cristales, si han leído bien, sin cristales. Ojo, Mundo Subnormal cada día es más grande, más fuerte, más descarado, atención, mucho cuidado.

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