Hacía tiempo que en mi cabeza
barajaba la idea de escribir algo sobre la vida cotidiana, es decir, sobre lo
que se observa en el día a día de nuestros quehaceres ordinarios, a simple
vista, sin elucubraciones ni significados ocultos o supuestos. La verdad que es
un empeño complicado este, y me explico, lo que nos encontramos en el
transcurso ordinario de nuestros días, en muchas ocasiones es absolutamente
pavoroso.
En primer lugar, referir que
hablar de estos asuntos, requiere una labor de selección importante, por lo que
tan sólo hablaré aquí de lo que he denominado como “Mundo Subnormal”.
Dentro de mundo subnormal hay un
subgrupo muy significativo, aquellos que ven la vida pasar entre “canuto” y
“canuto”, teniendo como máxima aspiración vital convertirse en vendedor pueblerino,
o capitalino, dado que también los hay, de marihuana, esa planta de la supuesta
felicidad, por no decir del “entontecimiento” más absoluto. En este grupo es
habitual el hartazgo que sus integrantes manifiestan ante la sociedad en
general, que yo el primero, considero tremendamente mejorable, y en la que
ellos personalmente, no han contribuido
un ápice para su mejora o mantenimiento. Tratan de adormecer su ya, de por sí,
“desvalido” cerebro consumiendo estas
sustancias, que suelen acompañar con otros elementos de evasión, que hacen su
existencia más llevadera. En este equipo de lumbreras, algunos de los mismos,
por no decir una gran mayoría de sus integrantes, jamás han tenido carencias de
ningún tipo, nunca han estudiado, a pesar de tener un sistema educativo,
medianamente público a su alcance, y ni siquiera se han planteado trabajar,
utilizando el manido argumento de la “crisis” para no hacer ni el más mínimo
intento en la búsqueda. Esta actitud no
tiene cabida en un país de progreso, eso sí, habría que analizar los casos
individualmente para ver la realidad a la que nos enfrentamos.
Otro grupo representativo de esta
dimensión tonta es el denominado “quinqui”, y peor aún el que podríamos
bautizar como “pseudoquinqui”, todavía más repugnante. En el primer caso,
parece ser que los quinquis fueron traídos a España por Carlos V, y tenían por
objeto repoblar tierras despobladas, por lo que se les entregaba una serie de
tierras, sin embargo de poco sirvió tanta cortesía, puesto que se trataba de un
grupo procedente de Centroeuropa y que eran nómadas por lo que no se adaptaron
dedicándose a otras actividades, digamos menos “usuales”, principalmente la
venta de quincalla, o chatarra. Independientemente de su origen en la actualidad, al margen de la referida
etnia, el término “quinqui” (o “cani” y
otras derivaciones), se usa para referirse a grupos, o mejor dicho a formas de vida, amparadas en el menudeo de
droga, la marginalidad, la incultura, y el hacinamiento en barriadas de grandes ciudades, donde han hecho del malvivir
una forma de vida, eso sí, adquiriendo todos los derechos ciudadanos y ningún
tipo de obligación para la comunidad. En
estos guetos, hay que reconocer que es difícil hacer una vida diferente a lo
que allí se ve, puesto que el ejemplo es pernicioso en el mejor de los casos,
lo que no es óbice para intentar buscar una forma de vida mejor y más plena que
la que aquí se describe. El Pseudoquinqui, es un espécimen todavía más deleznable,
este no ha nacido en un barrio marginado y sin oportunidades, este puede haber
crecido en un ambiente óptimo y convertirse en “pseudoquinqui” por vocación,
rebeldía o moda, tratando de imitar el mal gusto y la forma de vida de los
anteriores, aunque sólo sea en
apariencia. En esta cotidianeidad
mencionada, cada vez es más común encontrar “pseudoquinquis” agobiados y hastiados
porque la sociedad les oprime, o sus padres les mandan a la habitación sin “play
station” o les confiscan el móvil. Con esto quiero decir, que sus enfados con
la comunidad no tienen relación alguna con su tránsito al mal gusto, la
ordinariez, o en algunos casos graves, la salida de la legalidad. Conste aquí, que quien suscribe este artículo,
considera que la sociedad tiene que y debe
ser mejorada, muy mejorada.
Los libros no tienen un efecto
mágico, hay gente que ha pasado por el sistema educativo, pero sin duda, el
sistema educativo no ha pasado por ellos, y manifiestan comportamientos poco
propios para personas que se tienen por formadas. En este grupo “mundo
subnormal” actúa a nivel de redes sociales, donde todos estos personajes venden sus
tristes vidas por la aceptación del resto, buscando sus migajas de notoriedad.
La cultura es de corta y pega, y el mal gusto campa a sus anchas por toda la
extensa red. Desde personajes que se fotografían con un supuesto terrorista que
en ese momento secuestraba el avión en que viajaba, hasta algún docente que se
dedica a fotografiar, día tras día, los aperitivos que deglute en sus
prolongadas vacaciones, mostrando en ambos casos, pocas miras y, desde luego,
vidas vacías que llenar con un “like” o un “me gusta”.
Las fiebres de “mundo subnormal”
alcanzan hasta al lenguaje, apareciendo términos de moda trasmitidos en
programas televisivos, o series de audiencia, así en los últimos tiempos, se ha
masificado el uso de la palabra “evento” y permanentemente, que no de forma
eventual, se utiliza de forma recurrente. En los últimos meses he comenzado a
escuchar otro término en esta línea, me refiero al vocablo “postureo”, que tiene
la misma pinta que “jambo” o “roneo”, prestados del calé. Todo esto pone de manifiesto una tremenda
falta de personalidad, una también extensa falta de formación, y una dejadez
intelectual que abruma.
Podríamos eternizar este artículo
y hacer del mismo una tesina, pero no es este el objetivo, sino tan sólo
mostrar, algunos aspectos que creo son decadentes, y que ponen en riesgo ese
país y esa sociedad ilustrada que de forma “quimérica” busco para construir
algo grande de lo que sentirnos orgullosos, y que percibo va a costar mucho
conseguir. Una sociedad que encumbra a personajes que son el “paradigma” de la
incultura y el mal gusto, que produce series de televisión que engrandecen lo chabacano
y lo bajo, que jalea a delincuentes en la puerta de la prisión, que no castiga
la corrupción, que favorece la holgazanería entre la juventud como futuro, es
una sociedad en “coma”, aún estamos a tiempo, claro está, si conseguimos
erradicar todo lo anterior, y algunas otras aberraciones que no mencionamos, como esa “obsesión” por la
cocina, los talentos jóvenes, o las gafas sin cristales, si han leído bien, sin
cristales. Ojo, Mundo Subnormal cada día es más grande, más fuerte, más
descarado, atención, mucho cuidado.
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