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miércoles, 2 de marzo de 2016

Una de…asesinos



El poder a lo largo de la Historia ha utilizado variados medios para perpetuarse, para acrecentar su dominio o forma de dominación, desde la difamación al mecenazgo, desde la prohibición al  oprobio público, incluso en ocasiones,  el destierro o el ostracismo (entiéndase este en su acepción peyorativa). Hay una forma aún más drástica de actuar, el simple y llano asesinato, práctica utilizada para eliminar a cualquiera que supusiese un obstáculo para fines mayores. Esta práctica además ha sido “patria común” de reyes y súbditos, de hombres y mujeres, de eclesiásticos y mafiosos,  que en múltiples formas  han  hecho buena la conocida máxima de Maquiavelo “el fin justifica los medios”.
No nos queremos referir aquí al asesinato común, por dinero o por barbarie, pretendemos hablar de aquellos asesinatos que detrás tienen una finalidad mayor, bien sea política, religiosa o simplemente por liderazgo, lo que  todavía nos ofrece un abanico enorme de posibilidades, pero también es cierto que reduce mucho el número de las mismas.
Haciendo un pequeño recorrido histórico podemos hablar de los Zelotas, un grupo judío radical, surgido en el siglo I, que atentaba contra aquellos judíos que se mostraban demasiado tolerantes con la presencia de los romanos en Judea. Aplicaban el asesinato selectivo y el fanatismo religioso, de ahí su nombre, que procedería del “celo” con que desempeñaban las prácticas hebraicas. Famosos Zelotas o Zelotes serían, Barrabas, aquel a quien el pueblo judío salvó de la cruz en perjuicio de Jesús, o aquellos ladrones, Gestas y Dimas, que acompañaron al crucificado en el Gólgota, y que en realidad eran más que rateros como nos ha querido transmitir  la tradición cristiana.  Esta última teoría es argumentada por el mismo Papa emérito Benedicto XVI en la segunda parte de su obra Jesús  de Nazaret. El asesinato como profesión, nos ha transmitido un término que deriva de esta época, y que además entronca con los Zelotes, me refiero al vocablo Sicario. Los Sicarios serían en origen una manifestación aún más radical de los Zelotes, de los que se escindirían, y su nombre procede de la utilización de la “Sica” una pequeña espada curva con la que perpetraban asesinatos de Fariseos o Saduceos.
En este recorrido histórico no pueden faltar los famosos Nizaríes, una secta ismaelita desgajada de los Chiíes, aquellos musulmanes que siguen la línea de sucesión tras Mahoma marcada por Alí (es decir, por aquellos descendientes inmediatos del profeta) y que conformarán la segunda gran corriente islámica tras la mayoritaria de los Suníes. Es bajo la sombra del poderoso califato Fatimí, en Egipto cuando los Nizaríes alcancen su mayor proyección, en torno a la fortaleza de Alamut (actual Irán)  entre el siglo XI y XIII, dirigidos por “el viejo de la Montaña”, especie de autoridad (entre los que destacó principalmente Hasan bin Sabbah)  que ordenaba asesinatos y muertes entre dirigentes políticos y militares rivales, principalmente de Seléucidas o Cristianos, siendo también conocidos, probablemente por la costumbre de beber hachís como “Hashashin”, y que por paradojas de la historia y de la evolución lingüística nos dejarán para la posteridad  el término de “Asesino”, vinculado no con el consumo de hachís sino relacionado con su otra macabra afición, la de  matar gente.
En el siglo XV, mientras el Humanismo dominaba la academia florentina y en Roma el pontificado estaba en manos de un español, Rodrigo de Borja, quizás más conocido como Alejandro VI, o simplemente Papa Borgia, se inició un periodo prolífico para el asesinato, el envenenamiento y la eliminación de rivales, hasta el punto que el mismísimo Leonardo da Vinci escribió un tratado en el que indicaba como un determinado anfitrión debía situar en un sitio concreto al invitado que pretendía asesinar, facilitando la retirada del cadáver y que los demás comensales prosiguiesen con el arte de yantar como si no hubiese sucedido nada. En este periodo no debemos dejar de mencionar a un oscuro personaje, de origen valenciano que se convirtió en el brazo ejecutor de las aspiraciones de su patrón, el ambicioso Cesar Borgia, hijo segundón del mencionado Papa Borgia, nos estamos refiriendo aquí a Miquel Corella, quien dejó un rastro de sangre imborrable al tiempo que su señor abandonaba la carrera cardenalicia y abanderaba los ejércitos del Vaticano, tratando de hacer de los estados Pontificios la base de un nuevo reino italiano unificado, aunque como sabemos no consiguió sus objetivos. Para ser el modelo de gobernante elegido por Maquiavelo en su obra “el Príncipe” queda claro que este personaje uso todos los medios a su alcance para alcanzar sus objetivos, y dentro de esos medios, Miquel Corella resultó clave. Entre otros logros se cree que fue Corella quien eliminara a Juan Borgia, obstáculo que Cesar tenía que salvar para salir del ámbito eclesiástico, donde actuaba como Cardenal, y acceder al mando militar que anhelaba. No fue el único asesinato de Corella, el “perro fiel” de los Borgia, eliminó también a; Alfonso de Aragón, Bernardino di Niccolò, Oliverotto da Fermo, Vitellozzo Vitelli, Paolo Orsini, Francesco Orsini, o al señor de Faenza, entre otros muchos que seguramente acabaran siendo pasto de los peces en el Tíber.
Siguiendo el recorrido histórico tenemos que afirmar que el Imperio Hispánico también estuvo sembrado de cadáveres, conocido es el caso acaecido bajo el reinado de Felipe II, en el que sería asesinado Juan de Escobedo, secretario de Don Juan de Austria, hermanastro del  llamado “diablo del mediodía”. Juan de Escobedo solicitaba fondos y ejércitos para su señor Don Juan de Austria, nombrado Gobernador de los Países Bajos. Parece ser que detrás de toda esta trama de asesinato se encuentra el secretario personal de Felipe II, Antonio Pérez, que temía las acusaciones de Escobedo, quién le había amenazado con hacer públicas algunas prácticas poco lícitas que este practicaba con asiduidad, como la venta de favores o el cobro de dádivas por hacer su trabajo, y que además convenció al monarca de que tanto Escobedo, como su señor Juan de Austria, eran unos traidores que pretendían la misma corona hispánica. Por un motivo u otro y tras varias tentativas fallidas, Escobedo fue “atravesado de lado a lado”, el día 31 de marzo de 1578, con la connivencia del Rey, quien poco después también intentaría lo propio con su secretario Aragonés.
Emplazándonos ya al siglo XX, podemos referir todo tipo de asesinatos y eliminaciones con un componente higiénico, desde el punto de vista político o partidista, pero limitaremos este amplio panorama a tan sólo una serie de elementos concretos.
Así, dentro de todas las clasificaciones de genocidas y perturbados del pasado siglo, aparece con letras de oro el “Zar Rojo”, Iosiff Stalin, causante de la muerte de millones de personas, entre purgas, asesinatos, campos de trabajo y acusaciones políticas, falsas o no, hay autores que elevan estas cifras a 23 millones de personas. Al margen de este genocidio, quisiera mencionar, dentro de las acciones de Stalin, el asesinato de Trotsky y el asesinato de Andreu Nin. En el primer caso, de sobra es conocido como el español, Ramón Mercader, haciéndose pasar por un periodista acabaría con el antiguo dirigente soviético y rival de Stalin, Lev Trotsky, quien defendía la vía del socialismo universal, frente al georgiano que se conformaba con el socialismo tan sólo en Rusia. El 20 de agosto de 1940, con un piolet y por la espalda, Mercader  acabaría con la vida del antiguo camarada de Stalin y del propio Lenin, Lev Trotsky.
 No menos significativa fue la tortura y  eliminación del fundador del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), Andreu Nin, comunista y revolucionario catalán, eso sí, partidario de la vía universalista del socialismo que representara Lev Trotsky. Andreu Nin se convertía en enemigo de Stalin en pleno proceso de purgas, y sería detenido, vejado y asesinado por orden de Alexander Orlov, representante del NKVD, la temida policía política soviética, en una España partida por la guerra. Tras la detención arbitraria, la  tortura, y sin conseguir nada en claro, Nin sería ejecutado por sus captores el día 22 de junio de 1937, y no fallecería de forma dulce, sería desollado vivo  por no traicionar a sus camaradas del POUM.
En nuestro macabro trayecto obviaremos algunos asesinos y depravados que no por manidos pierden importancia, pero, claro está, no podemos aquí recoger todo lo acaecido en el “arte de matar”, como lo han denominado algunos. Por ello no hablaremos de Reinhard Heidrich, Ilse Koch, Heinrich Himmler y toda la nómina de asesinos y turbados nazis, pero al menos que quede constancia de su existencia por esta escueta mención.
Otro ámbito donde la práctica del asesinato es habitual, y hasta cotidiana, es en la Mafia, la Familia, los Hombres de Honor, la Camorra, o las diversas alusiones  con que nos queramos referir a las bandas  criminales organizadas. El listado de asesinos a sueldo es enorme, por ello sólo me referiré a Abe Reles “Kid Twist”,  un asesino a sueldo que trabajara en la década de los años treinta al servicio de la Murder. Inc, o lo que es lo mismo,  la mano ejecutora del sindicato del crimen fundado por Lucky Luciano y Meyer Lansky, y que tenía por objeto ajustar cuentas con quienes se interpusieran en los intereses de las familias mafiosas neoyorkinas. Este asesino despiadado es el causante de más de 1000 asesinatos, algunos realizados de forma salvaje utilizando un picahielos que clavaba en el cerebro de sus desdichadas víctimas a través de las orejas, convirtiéndose en el prototipo de mafioso que luego Hollywood nos ha transmitido en numerosas películas de gánsteres. Moriría en 1941, con tan sólo 35 años, se había convertido en un delator, y el que fuera el perfecto ejecutor  fue arrojado por  la ventana del hotel donde se refugiaba de sus antiguos colegas criminales.
En el convulso siglo XXI, al margen de los asesinatos llevados a cabo con una motivación religiosa, donde tendríamos que mencionar al Estado Islámico y otros grupos integristas, quizás los asesinos más despiadados han sido aquellos que han estado al servicio de los cárteles de la droga, colombianos o mexicanos. Destaca por sus aterradores números Jhon Jairo Velásquez, alias “Popeye”, el brazo ejecutor de Pablo Escobar, máximo dirigente del Cártel de Medellín. Se le atribuyen cerca de 3000 asesinatos, ordenados, 300 realizados con sus propias manos, políticos, bandas rivales, jueces, periodistas, candidatos presidenciales caerían bajos las balas de este sanguinario hombre, al servicio del señor de las drogas de Medellín.
Finalizo aquí este truculento recorrido por el crimen a lo largo de la Historia, se dejan numerosos capítulos y protagonistas en el tintero, pero ya se abordarán si viene al caso, en otros artículos, nos sobra tiempo. No quisiera acabar sin mencionar, al menos, dos nombres; Alexander Litvinenko, ex espía ruso, envenado en Londres, en el año 2006, y Anna Politkóvskaya, periodista rusa, tiroteada en el ascensor de su casa, también en el año 2006, en ambos casos detrás se encuentra la siniestra sombra de Vladimir Putin (aunque no se puede demostrar efectivamente), el presidente ruso, que aún hoy permite proseguir con este rastro de sangre por el que camina la misma Historia.
 

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