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domingo, 20 de marzo de 2016

Perlas de la Historia…muy presentes.



Detrás de lo que cuentan los libros de Historia, encontramos otra historia mucho más mundana, y en ocasiones igual de gráfica y apasionante que la oficial. En este artículo nos referiremos a tres personajes poco respetados por el pueblo, tal y como ha quedado patente en libelos, cancioncillas o poemas escritos sobre sus hechos, personalidad, aficiones o desdichas. La Historia es el eco de las hazañas de los ganadores, y un eterno retorno insoportable para los perdedores, es decir, para la mayoría de los que participaron en sus doradas páginas. Muchos de los comportamientos manifestados por el pueblo o la corte, en el pasado, se reproducen en la actualidad, como veremos, a pesar de los años, o siglos transcurridos.
La primera parada en nuestro viaje particular por la historia patria la haremos, en un periodo de decadencia, como tantos otros en nuestro pasado, el reinado del infecundo Carlos II “el Hechizado”. España se encontraba cercada y casi entregada, tras siglos de guerras y defensa de imperios y catolicismo, al tiempo que la Flor de Lis de nuestros vecinos iluminaba Europa como nuevo Imperio y estandarte del absolutismo, encarnado este,  en la figura de Luís XIV  “el Rey Sol”. Dentro del cerco al que nos sometía nuestro vecino se encontraban los matrimonios regios, que se iniciasen ya en tiempos del “Rey Planeta”, Felipe IV, para con sus hijas, ahora, el nuevo monarca e hijo también del anterior, Carlos II era casado “por poderes” en Quintanapalla, Burgos, el 11 de noviembre de 1679, con María Luisa de Orleans, francesa y sobrina del citado Rey Sol. A pesar de las vicisitudes de un matrimonio de conveniencia por motivos geopolíticos, del desconocimiento entre ambos contrayentes, y de que Carlos, concentraba en su ser, toda la fealdad y deformidad propia de años continuados de consanguineidad entre sus ancestros, los Habsburgo, fue un matrimonio, en cierta forma, feliz y bien avenido, al menos entre sus integrantes. De todos es sabido que la principal obligación de un rey, más aún que ser un buen rey, es la de traer al mundo, lo antes posible, un heredero varón que perpetúe la dinastía en el trono. En estas lides y a pesar de su empeño Carlos II fue incapaz de cumplir con su obligación y moriría sin herederos, cambiando por ende la Historia de nuestro país. En la autopsia que se hiciera a su cadáver, tras una larga agonía se afirmaba… que tenía un solo testículo, negro como el carbón y la cabeza llena de agua”..., por tanto, difícilmente podía el Austria engendrar nada. Sin embargo, lo interesante de la historia se encuentra, en este caso, en la cancioncilla que rondaba los mentideros de la Corte española del momento, y que como no podía ser de otra manera, se cebaban con la consorte, María Luisa de Orleans, que permítaseme la confianza, bastante tenía siquiera con intentar cumplir con lo más amargo de sus obligaciones regias. Se sabe que la reina intentó todo tipo de ungüentos, pócimas, ritos o encantamientos para quedar encinta, y todos ellos en balde, puesto que el problema no estaba en ella, sino en la impotencia del rey, que también se frustraba ante los reiterados fracasos.  Carlos II, fue un buen rey, quizás de los mejores que hayamos tenido, pero incapaz, por ser preso de sus deformidades y taras físicas, quizás también psíquicas, pero que siempre quiso servir a su país, lo mejor que pudo. Su consorte, María Luisa de Orleans, fallecería con tan sólo 26 años, de apendicitis, el 12 de febrero de 1689, sin haber conseguido dar un heredero al trono español, y después de ser agredida por el pueblo que siempre la vio como extraña y extranjera, y que cargo contra ella por medio de cancioncillas como la siguiente; 

“Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París”.

Carlos II, fallecería en 1700, sin herederos, el Imperio Hispano sucumbía definitivamente ante la Francia Borbónica, y precisamente, sería un Borbón nuestro nuevo rey, Felipe de Anjou, nieto de Luís XIV, aunque también biznieto de Felipe IV (todo quedaba en casa), quien reinaría como Felipe V.
La segunda parada del viaje nos lleva, tras la primera etapa borbónica, bastante bochornosa, por cierto, a 1808, momento en que España es invadida por Francia, y tras las abdicaciones de Bayona (mayo) recabará como rey José I Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, conocido vulgarmente como “Pepe Botella” o “Pepe Plazuelas”, en relación a las aficiones, reales o no, atribuidas al soberano, por el pueblo español, sometido, engañado e invadido. El Tratado de Fontainenebleu de 1807, había permitido, en un gesto de maestría política de Napoleón, que las tropas francesas ocupasen España, pretextando la invasión de  Portugal, supuesta aliada de Inglaterra, y por ello atravesaron España, y de paso la conquistaron casi sin dar un solo tiro. El artífice de dicho tratado, Manuel Godoy, sería apaleado en Aranjuez, cuando el heredero al trono, Fernando VII, obligó a su padre, Carlos IV, a entregarle la corona bajo amenazas, en una situación más que cómica. El gran Corso, cansado de los dimes y diretes familiares, entre Carlos y su hijo Fernando, los trasladó a Bayona, donde conseguiría finalmente, tras las mencionadas abdicaciones,  la corona  para su hermano. La Historia haría vivir a los españoles, el famoso estallido de la población madrileña contra el invasor, el conocido como “dos de mayo”, la subsiguiente Guerra de la Independencia, la magnífica y brillante labor de los liberales españoles en las Cortes de Cádiz, fraguando nuestra primera Constitución, la de 1812, denominada “la Pepa”, y el regreso de Fernando VII, que en primera instancia, era “deseado”, pero que con el tiempo resultó ser “felón”. Entre junio de 1808 y diciembre de 1813, los designios de España estuvieron bajo el cetro de José I Bonaparte, quien gobernaba en nombre de su hermano, el emperador Napoleón. José I sólo tenía un problema para ser rey de España, era un rey impuesto y extranjero, francés (Corso) para más INRI, pero a pesar de ello, intentó ser un buen rey, haciendo gala de las idea Ilustradas que su hermano había recogido de la revolución y aplicaba en el país galo, así intentó racionalizar la administración, mejorar la hacienda, creó un incipiente Ministerio de la Policía o del Interior, y fomento el arte y las ciencias, fundando el llamado Museo Josefino, antecedente del Museo del Prado que fundara su sucesor Fernando VII. Sin embargo y a pesar de estos empeños no fue querido por el pueblo, que lo tachó de jugador y borracho, cuando está demostrado que era abstemio, e incluso algunos le dedicaron versos tan poco amables como los  que escribiese  Juan Bautista Arriaza y que decían así;


“Pepe Botella
baja al despacho;
No puedo ahora,
que estoy borracho.

Anoche, Pepe Botellas,
anoche se emborrachó
y le decía su hermano:
borracho, tunante, perdido, ladrón” (…).


Otra oportunidad perdida, el francés traía consigo las ideas nobles de Libertad, Igualdad y Fraternidad, pero en España hicimos la guerra por un rey Borbón que no sabría agradecer el esfuerzo realizado por su pueblo, y que amarró al absolutismo frente al mismo, generando incluso al final de su reinado un problema sucesorio que traería consigo el Carlismo y más enfrentamientos entre españoles por la incompetencia de reyes y cortesanos.
El final de este recorrido histórico nos lleva al reinado de Isabel II, hija de Fernando VII y  en cierta forma  responsable del enfrentamiento entre los Liberales españoles, por aquello de apoyar siempre a los Moderados frente a los Progresistas, que recurrirían de forma habitual al levantamiento militar para acceder al gobierno que la reina les negaba.  Resulta que Isabel II acabaría casándose con su primo Francisco de Asís de Borbón, hombre apocado y con poco carácter que contó con el apoyo de los distintos sectores políticos españoles y de las potencias europeas del momento (que inferían en los asuntos hispánicos de forma recurrente), celebrándose el enlace el 10 de octubre de 1846. El enlace entre Francisco de Asís y su prima, la reina Isabel II, es otro ejemplo más de casamiento por cuestiones de estado, en la que no se respetaba nada más que el interés por mantener un trono estable y la complacencia a los intereses de las distintas facciones europeas, en donde cada vez pintaba menos la peculiar y atrasada España. En este matrimonio en concreto se obvió incluso la tendencia sexual de los contrayentes, dado que Francisco de Asís era homosexual, lo cual traería consigo múltiples coplas, cancioncillas y anécdotas sobre su figura y matrimonio, así se cuenta que la misma reina había comentado que no pudo consumar matrimonio debido a  que voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más encajes  que yo en la mía. En este periodo de enfrentamiento entre Moderados y Progresistas, problemas coloniales y una guerra civil, la Carlista, las burlas y críticas a la condición sexual del rey consorte fueron exageradamente habituales, a la par de las condenas públicas que recibieran las relajadas costumbres sexuales de la Reina, que al parecer vivía en una continua fiesta, por no decir orgía. La pareja conseguiría  tener  doce hijos, aunque es cierto, que parte de ellos fallecieron en el parto o al poco tiempo de nacer. De la descendencia destacar a Alfonso, príncipe de Asturias, y futuro Alfonso XII, del que hay serias dudas que fuese hijo de Francisco de Asís ( "la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía", le comentaría su madre). En la España decimonónica la homosexualidad era un pecado imperdonable, y repudiable, por lo que el rey consorte, hijo de Francisco de Paula, aquel por el que el pueblo madrileño cosiese a navajazos a los franceses en mayo de 1808, tuvo que vivir haciendo oídos sordos a las críticas del pueblo, o mejor, de las diferentes facciones políticas obviadas por su mujer, la reina, así es ya famosa la copla que decía; 

“Paco Natillas
es de pasta flora
y se mea en cuclillas
como una señora.”

Acabo ya este pequeño recorrido por nuestra historia mostrando que los comportamientos reprochables del pasado, siguen con bastante vigencia en nuestros días, el Machismo que condenó a María Luisa de Orleans,  totalmente patente en el siglo XXI, al igual que la Xenofobia con la que tratamos las buenas intenciones de José I o la Homofobia que arremetía contra Francisco de Asís, todos ellos presos de las circunstancias históricas, y de la poca educación patria, acostumbrada a encumbrar lo propio y correcto y demonizar contra lo distinto, aunque esto sea mejor.  En fin…

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