Detrás de lo que cuentan los
libros de Historia, encontramos otra historia mucho más mundana, y en ocasiones
igual de gráfica y apasionante que la oficial. En este artículo nos referiremos
a tres personajes poco respetados por el pueblo, tal y como ha quedado patente
en libelos, cancioncillas o poemas escritos sobre sus hechos, personalidad,
aficiones o desdichas. La Historia es el eco de las hazañas de los ganadores, y
un eterno retorno insoportable para los perdedores, es decir, para la mayoría
de los que participaron en sus doradas páginas. Muchos de los comportamientos
manifestados por el pueblo o la corte, en el pasado, se reproducen en la
actualidad, como veremos, a pesar de los años, o siglos transcurridos.
La primera parada en nuestro
viaje particular por la historia patria la haremos, en un periodo de
decadencia, como tantos otros en nuestro pasado, el reinado del infecundo
Carlos II “el Hechizado”. España se encontraba cercada y casi entregada, tras
siglos de guerras y defensa de imperios y catolicismo, al tiempo que la Flor de
Lis de nuestros vecinos iluminaba Europa como nuevo Imperio y estandarte del absolutismo,
encarnado este, en la figura de Luís XIV
“el Rey Sol”. Dentro del cerco al que
nos sometía nuestro vecino se encontraban los matrimonios regios, que se
iniciasen ya en tiempos del “Rey Planeta”, Felipe IV, para con sus hijas,
ahora, el nuevo monarca e hijo también del anterior, Carlos II era casado “por
poderes” en Quintanapalla, Burgos, el 11 de noviembre de 1679, con María Luisa
de Orleans, francesa y sobrina del citado Rey Sol. A pesar de las vicisitudes
de un matrimonio de conveniencia por motivos geopolíticos, del desconocimiento
entre ambos contrayentes, y de que Carlos, concentraba en su ser, toda la
fealdad y deformidad propia de años continuados de consanguineidad entre sus
ancestros, los Habsburgo, fue un matrimonio, en cierta forma, feliz y bien
avenido, al menos entre sus integrantes. De todos es sabido que la principal
obligación de un rey, más aún que ser un buen rey, es la de traer al mundo, lo
antes posible, un heredero varón que perpetúe la dinastía en el trono. En estas
lides y a pesar de su empeño Carlos II fue incapaz de cumplir con su obligación
y moriría sin herederos, cambiando por ende la Historia de nuestro país. En la
autopsia que se hiciera a su cadáver, tras una larga agonía se afirmaba… que
tenía “un solo testículo, negro como el carbón y la cabeza llena de agua”..., por tanto, difícilmente podía el Austria
engendrar nada. Sin embargo, lo interesante de la historia se encuentra, en
este caso, en la cancioncilla que rondaba los mentideros de la Corte española
del momento, y que como no podía ser de otra manera, se cebaban con la
consorte, María Luisa de Orleans, que permítaseme la confianza, bastante tenía
siquiera con intentar cumplir con lo más amargo de sus obligaciones regias. Se
sabe que la reina intentó todo tipo de ungüentos, pócimas, ritos o
encantamientos para quedar encinta, y todos ellos en balde, puesto que el
problema no estaba en ella, sino en la impotencia del rey, que también se
frustraba ante los reiterados fracasos. Carlos
II, fue un buen rey, quizás de los mejores que hayamos tenido, pero incapaz, por
ser preso de sus deformidades y taras físicas, quizás también psíquicas, pero
que siempre quiso servir a su país, lo mejor que pudo. Su consorte, María Luisa
de Orleans, fallecería con tan sólo 26 años, de apendicitis, el 12 de febrero
de 1689, sin haber conseguido dar un heredero al trono español, y después de
ser agredida por el pueblo que siempre la vio como extraña y extranjera, y que
cargo contra ella por medio de cancioncillas como la siguiente;
“Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París”.
en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París”.
Carlos II, fallecería en 1700,
sin herederos, el Imperio Hispano sucumbía definitivamente ante la Francia
Borbónica, y precisamente, sería un Borbón nuestro nuevo rey, Felipe de Anjou,
nieto de Luís XIV, aunque también biznieto de Felipe IV (todo quedaba en casa),
quien reinaría como Felipe V.
La segunda parada del viaje nos
lleva, tras la primera etapa borbónica, bastante bochornosa, por cierto, a
1808, momento en que España es invadida por Francia, y tras las abdicaciones de
Bayona (mayo) recabará como rey José I Bonaparte, hermano mayor de Napoleón,
conocido vulgarmente como “Pepe Botella” o “Pepe Plazuelas”, en relación a las
aficiones, reales o no, atribuidas al soberano, por el pueblo español,
sometido, engañado e invadido. El Tratado de Fontainenebleu de 1807, había
permitido, en un gesto de maestría política de Napoleón, que las tropas
francesas ocupasen España, pretextando la invasión de Portugal, supuesta aliada de Inglaterra, y
por ello atravesaron España, y de paso la conquistaron casi sin dar un solo
tiro. El artífice de dicho tratado, Manuel Godoy, sería apaleado en Aranjuez,
cuando el heredero al trono, Fernando VII, obligó a su padre, Carlos IV, a
entregarle la corona bajo amenazas, en una situación más que cómica. El gran
Corso, cansado de los dimes y diretes familiares, entre Carlos y su hijo
Fernando, los trasladó a Bayona, donde conseguiría finalmente, tras las
mencionadas abdicaciones, la corona para su hermano. La Historia haría vivir a los
españoles, el famoso estallido de la población madrileña contra el invasor, el
conocido como “dos de mayo”, la subsiguiente Guerra de la Independencia, la
magnífica y brillante labor de los liberales españoles en las Cortes de Cádiz,
fraguando nuestra primera Constitución, la de 1812, denominada “la Pepa”, y el
regreso de Fernando VII, que en primera instancia, era “deseado”, pero que con
el tiempo resultó ser “felón”. Entre junio de 1808 y diciembre de 1813, los
designios de España estuvieron bajo el cetro de José I Bonaparte, quien
gobernaba en nombre de su hermano, el emperador Napoleón. José I sólo
tenía un problema para ser rey de España, era un rey impuesto y extranjero,
francés (Corso) para más INRI, pero a pesar de ello, intentó ser un buen rey,
haciendo gala de las idea Ilustradas que su hermano había recogido de la
revolución y aplicaba en el país galo, así intentó racionalizar la
administración, mejorar la hacienda, creó un incipiente Ministerio de la
Policía o del Interior, y fomento el arte y las ciencias, fundando el llamado
Museo Josefino, antecedente del Museo del Prado que fundara su sucesor Fernando
VII. Sin embargo y a pesar de estos empeños no fue querido por el pueblo, que
lo tachó de jugador y borracho, cuando está demostrado que era abstemio, e
incluso algunos le dedicaron versos tan poco amables como los que escribiese Juan Bautista Arriaza y que decían así;
“Pepe Botella
baja al despacho;
No puedo ahora,
que estoy borracho.
Anoche, Pepe Botellas,
anoche se emborrachó
y le decía su hermano:
borracho, tunante, perdido, ladrón” (…).
baja al despacho;
No puedo ahora,
que estoy borracho.
Anoche, Pepe Botellas,
anoche se emborrachó
y le decía su hermano:
borracho, tunante, perdido, ladrón” (…).
Otra oportunidad perdida, el francés traía consigo las ideas nobles de
Libertad, Igualdad y Fraternidad, pero en España hicimos la guerra por un rey
Borbón que no sabría agradecer el esfuerzo realizado por su pueblo, y que
amarró al absolutismo frente al mismo, generando incluso al final de su reinado
un problema sucesorio que traería consigo el Carlismo y más enfrentamientos
entre españoles por la incompetencia de reyes y cortesanos.
El final de este recorrido histórico nos lleva al
reinado de Isabel II, hija de Fernando VII y en cierta forma responsable del enfrentamiento entre los
Liberales españoles, por aquello de apoyar siempre a los Moderados frente a los
Progresistas, que recurrirían de forma habitual al levantamiento militar para
acceder al gobierno que la reina les negaba. Resulta que Isabel II acabaría casándose con
su primo Francisco de Asís de Borbón, hombre apocado y con poco carácter que
contó con el apoyo de los distintos sectores políticos españoles y de las potencias
europeas del momento (que inferían en los asuntos hispánicos de forma
recurrente), celebrándose el enlace el 10 de octubre de 1846. El enlace entre Francisco
de Asís y su prima, la reina Isabel II, es otro ejemplo más de casamiento por
cuestiones de estado, en la que no se respetaba nada más que el interés por
mantener un trono estable y la complacencia a los intereses de las distintas
facciones europeas, en donde cada vez pintaba menos la peculiar y atrasada
España. En este matrimonio en concreto se obvió incluso la tendencia sexual de
los contrayentes, dado que Francisco de Asís era homosexual, lo cual traería
consigo múltiples coplas, cancioncillas y anécdotas sobre su figura y
matrimonio, así se cuenta que la misma reina había comentado que no pudo
consumar matrimonio debido a “que voy a decir de un hombre
que en la noche de bodas llevaba en su camisa más encajes que yo en la mía”.
En este periodo de enfrentamiento entre Moderados y Progresistas, problemas
coloniales y una guerra civil, la Carlista, las burlas y críticas a la
condición sexual del rey consorte fueron exageradamente habituales, a la par de
las condenas públicas que recibieran las relajadas costumbres sexuales de la
Reina, que al parecer vivía en una continua fiesta, por no decir orgía. La
pareja conseguiría tener doce hijos, aunque es cierto, que parte de
ellos fallecieron en el parto o al poco tiempo de nacer. De la descendencia
destacar a Alfonso, príncipe de Asturias, y futuro Alfonso XII, del que hay
serias dudas que fuese hijo de Francisco de Asís ( "la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía", le comentaría su madre). En la España decimonónica la
homosexualidad era un pecado imperdonable, y repudiable, por lo que el rey
consorte, hijo de Francisco de Paula, aquel por el que el pueblo madrileño
cosiese a navajazos a los franceses en mayo de 1808, tuvo que vivir haciendo oídos
sordos a las críticas del pueblo, o mejor, de las diferentes facciones
políticas obviadas por su mujer, la reina, así es ya famosa la copla que decía;
“Paco Natillas
es de pasta flora
y se mea en cuclillas
como una señora.”
Acabo ya este pequeño recorrido por nuestra historia mostrando que los
comportamientos reprochables del pasado, siguen con bastante vigencia en
nuestros días, el Machismo que condenó a María Luisa de Orleans, totalmente patente en el siglo XXI, al igual
que la Xenofobia con la que tratamos las buenas intenciones de José I o la
Homofobia que arremetía contra Francisco de Asís, todos ellos presos de las circunstancias
históricas, y de la poca educación patria, acostumbrada a encumbrar lo propio y
correcto y demonizar contra lo distinto, aunque esto sea mejor. En fin…
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