Como persona progresista, al
menos creo serlo, considero que para que la Humanidad siga avanzando debemos
hacer que los ámbitos comunitarios y sociales sean lo más solventes y
desarrollados posibles. Hay aspectos
básicos, como la educación o la sanidad, pero también el cuidado a los
dependientes, el acceso a la cultura o la atención a la diversidad. Una
sociedad de primer nivel requiere que se cumplan una serie de principios, se me
ocurren aquellos que inspiraron la Revolución Francesa y que no eran otros que
“Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Dichos principios son la base para levantar
el resto del edificio comunitario, sin los cuales todo el entramado social se
derrumbaría. La Libertad es la capacidad de hacer lo que uno quiera pero respetando
un marco de convivencia común, mientras que por Igualdad entendemos la
correspondencia entre las partes que componen un conjunto social. Sin embargo,
y tratando de no perder el hilo con respecto al asunto de este artículo, es la Fraternidad el motor de todo el conjunto comunal, la base sobre la que se deben
conseguir desarrollar los otros dos principios referidos. La fraternidad
entendida como la hermandad entre los miembros de un conjunto, como lazo de
amistad, como elemento de confianza que entrelaza a los individuos,
convirtiéndose en una virtud.
De los principios que inspiraron
la Revolución Francesa, la Fraternidad ha sido el más obviado, de forma
consciente o no, pero sin duda, del todo ignorado. Una de las aspiraciones del movimiento
obrero es buscar el hermanamiento entre iguales, así en la Internacional Socialista,
se llega a decir “…el hombre del hombre es hermano”, y claro está, la unión de
los desagraviados siempre ha sido combatida por los poderosos, que han comprado
voluntades, han corrompido, o sembrado la discordia, al objeto de evitar la
citada unión. Sin la Fraternidad, la consecución de los otros principios nobles
referidos es casi imposible, y podríamos preguntarnos ¿cómo fomentar esa
hermandad?, pues la respuesta es muy sencilla, a través de tres grandes
ámbitos, que como para otros muchos aspectos son fundamentales, a saber:
En la familia; en el seno
familiar nos enculturamos y recibimos los parámetros básicos de comportamiento,
respeto, civismo, trascendentales para el desarrollo de la vida adulta del
individuo. Es aquí donde debe aparecer esa incipiente y originaria fraternidad,
de manos de padres, madres, o tutores legales, quienes con su ejemplo y paciencia
inculcarán, poco a poco, los nobles principios en el menor. De sobra es
conocido que el “arbolito” se endereza desde pequeño, en estas grandes
cuestiones mucho más, si cabe.
En la educación; desde la escuela
a la secundaria y por supuesto, en la universidad, se debe incidir en la
importancia de la hermandad, de la cooperatividad, del hermanamiento entre
iguales, de lo importante que es el honor, el respeto, la tolerancia, así como,
en sentido contrario, lo deleznable que es la traición, el robo, la falsedad o la
felonía. Aquí la ejemplaridad de maestros, docentes o catedráticos es
principal, si no hay ejemplaridad en todos estos aspectos, su enseñanza es estéril.
El profesor que no da ejemplo, simplemente no es profesor de nada, simplemente
es un sofista y de los malos. Hay que implicarse con el alumnado, entender todo
lo que atañe a sus alumnos, y por supuesto buscar que sus discípulos le superen
en conocimiento y sabiduría, y por qué no, en ejemplaridad.
El último gran ámbito que
quisiera reseñar aquí, es el político o institucional; la gestión de lo
público, de lo comunal, de lo que es de todos, debe ser considerada casi como
un sacramento, en el plano místico del asunto, lo comunitario es simplemente
sagrado e intocable. Aquí sí que no valen las medias tintas, el ejemplo, las
buenas maneras deben regir todo el proceso administrativo y político. Si hemos
sido capaces, en los apartados anteriores, de hacer ver que la Fraternidad, el
respeto, el honor, son fundamentales, la gestión pública debería ser el oficio
más bello de todos, base a partir de la cual, los niveles de Igualdad y de
Libertad, en dicha sociedad serán plenos, y esa sociedad fructífera y fecunda,
una Utopía hecha realidad.
No hace falta tanto, sólo ser fieles a una serie de principios incuestionables, como los ya mencionados, así en noviembre del pasado año,
2015, una serie de atentados de corte “yihadista” asolaron la capital francesa,
en uno de los escenarios, un campo de futbol, el público asustado, pero unido,
de forma espontánea comenzó a cantar “la Marsellesa” el himno de Francia, emblema patrio que representa la consecución de los principios nobles (que no
nobiliares) de 1789, y a pesar del dolor, desde nuestros hogares, en España y a
salvo, estoy seguro que muchos sentimos, cuanto menos asombro y admiración, que
gran país el de nuestros vecinos, quizás esto suceda aquí, cuando llegue la Ilustración al nuestro.
Totalmente de acuerdo contigo Iván, deseando estoy que llegue ese día, el de la Ilustración, en nuestro desangrante país que parece no terminar con tan larga agonía ¿Podrá resucitar algún día una nueva España de la que todos se puedan sentir orgullosos?
ResponderEliminarEn nuestro país las asignaturas que favorecen el espíritu crítico, y el libre pensamiento cada vez están más denostadas, en Francia, por su parte en secundaria se dan ocho horas a la semana de Filosofía, ahí, en parte está la clave. Hay que permitir que la gente se forme, y se haga "mayor de edad", a partir de ahí se podría construir algo interesante. Gracias por comentar, Rafa.
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