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jueves, 18 de febrero de 2016

"La Ponzoña"

Ponzoña que se bebe por los ojos,
dura prisión, sabrosa al pensamiento,
lazo de oro crüel, dulce tormento,
confusión de locuras y de antojos (...)
Gutierre de Cetina.

Es difícil encontrar un término que se ajuste más a la realidad política del momento, y con esto me refiero a la corrupción sistémica,  a la que cada vez estamos más acostumbrados, yo diría que dócilmente inmunizados. Por ponzoña, y atendiendo a la definición del Diccionario de la R.A.E. nos referimos a la “doctrina o práctica nociva y perjudicial a las buenas costumbres”, por tanto, dentro de ésta acepción cabría ubicar todas las manifestaciones delictivas que jalonan informativos y diarios casi de forma sistemática, convirtiéndose en un eco molesto presente en comidas, cenas o conversaciones, nada escapa a ésta realidad.
La utilización de lo Público con fines privados es algo que acompaña al hombre desde hace ya demasiado tiempo, pero sin embargo, las cotas de depravación de los días actuales es difícilmente observable en toda la  Historia. Siempre se ha robado, pero jamás se ha hecho con tanta confianza en la impunidad, jamás se nos ha tratado de forma tan evidente como absolutos imbéciles. En la Historia se ha utilizado el miedo, la religión, la sociedad, la sangre, como medios a través de los cuales unos pocos se han apropiado de la parte de otros muchos, en nombre de los más variopintos argumentos, a cada cual más absurdo. Pero en estos casos se trata de coger algo entendido  como propio, y que no pretendo justificar en manera alguna aquí, pero también, es cierto que  había un sistema que lo amparaba, no era, si se me permite,  robar, no se trataba, en estos términos de corrupción propiamente dicha (amén de lo repugnante que a mí me pueda parecer).
Los griegos, que inventaron nuestra “cultura”, que hicieron casi todo, ya usaron una institución que denominaron “ostracismo”, y que suponía el destierro y el repudio público para todos aquellos que pudiesen dañar o atentar contra las bondades de lo público. Qué grandeza la de los griegos, que eliminaban de un plumazo aquello que amenazara al conjunto. Sus hijos culturales, los romanos,  mandaron al exilio al vencedor del temido Aníbal Barca en la Batalla de Zama, al “Africano”, a  Publio Cornelio Escipión, bajo la acusación de apropiarse, en beneficio propio, el tesoro público romano. Eliminaban aquello que violaba lo público, independientemente de que fuese el general que les había salvado, probablemente de la misma desaparición.
En España hemos hecho lo más difícil, ser capaces de vertebrar una Transición desde una dictadura de cuarenta años, que en sus inicios apoyaba al nazismo, hasta  establecer un régimen constitucional y democrático ejemplar por su capacidad de maniobrabilidad y entendimiento entre partes, en ocasiones demasiado alejadas. Eso era el paso complicado, y lo hicimos, en mayor o menor medida de forma brillante (sobre la otra versión de la Transición ya hablaremos en otra ocasión) y en algún tramo del camino, perdimos el Norte y dimos paso a la Ponzoña. El esfuerzo colectivo  en pro de la libertad y la democracia se ve enfangado por la avaricia de los infames.
No voy a hacer aquí un recuento de los casos de corrupción existentes en los últimos tiempos, pero si puedo decir que gran parte del sistema se encuentra afectado por una forma u otra de corrupción. Todos los partidos políticos tradicionales (PP-PSOE-IU) albergan o han albergado corruptos entre sus filas, en algunos casos el argumento del “garbanzo negro” no basta, porque hablamos de cosechas enteras de garbanzos negros, donde en todo caso,  se puede percibir algún garbanzo blanco. Partidos políticos, sindicatos, jueces, independentistas, negros, blancos, todos pringados de ponzoña, de fango, de infamia. Como docente considero que hay que incidir en la educación como antídoto  contra  la corrupción,  hacer ver a los jóvenes que lo público es algo intocable,  mostrar que lo público es sagrado,  querer lo que entre todos hemos conseguido es un objetivo incuestionable, saber hacer un buen uso de todo lo colectivo imprescindible, sólo si somos capaces de trasmitir ese mensaje podremos solventar el problema de la corrupción. Claro está, todo esto es muy difícil si los que nos roban salen indemnes, sin castigo, y sobre todo conservando todo o buena parte del botín que nos han robado, hay que ser más serios en contra de la ponzoña, hay que hacer pagar a los canallas el peso de sus fechorías.
El espíritu patrio no debe estar en equipos de futbol, en palabrería de tasca, o en bravuconerías ante el grupo de amigotes, está en querer que el país sea algo de lo que enorgullecernos todos, sin que falte nadie, embebidos de ideales nobles, acabando con la ponzoña y dando ejemplo de ser un grupo humano serio, inteligente, ilustrado...,en definitiva LIBRE.



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