Hay momentos en la Historia
cruciales, cuya resolución decantará el triunfo hacia una u otra parte de forma
inexorable y resolutiva.
Por hacer un recorrido histórico,
podemos mencionar el error de Aníbal Barca a la hora de no atacar Roma, y
someterse a la máxima, ya histórica, del jefe de su caballería, el temido Maharbal,
quien sentenció “los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes
vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria”. Quizás el
general Cartaginés había aprendido en el sitio de Sagunto del 218 a.C., que una
ciudad como Roma, amurallada, pertrechada sería imposible de tomar sin los
ansiados refuerzos de Cartago. Aníbal no atacó Roma y sería derrotado años
después en la mítica batalla de Zama.
Más adelante en la historia, Julio Cesar cruzó
el Rubicón, el límite que separa Roma de la Galia Cisalpina y por tanto se
saltaba las órdenes senatoriales que obligaban a licenciar las tropas antes de
continuar. El seductor calvo profirió o no, vete a saber, la famosa frase “alea iacta est”, que
viene a decir que la suerte está echada, dando comienzo a la guerra civil y al enfrentamiento contra los optimates que
apoyaban a Pompeyo “el grande”. Finalmente Cesar venció y gobernó Roma
anticipando la nueva forma institucional que encarnaría más adelante su sobrino
Augusto, el “principado”.
En el renacimiento cuando Italia
era un mosaico de ciudades-estado, y el papado tenía ejércitos, e incluso, el
propio Papa tenía hijos, el confaloniero papal y a la vez vástago del
pontífice, César Borgia, se la jugó a una carta en el famoso ardiz de la toma
de Senigallia, dónde a partir de una serie de engaños y contando con fuerzas
muy inferiores a sus rivales Cesar Borgia tomaría la ciudad, proseguiría su
campaña militar y eliminaría a los generales traidores Oliverotto da Fermo y Vitelozzo Viteli. Al poco tiempo fueron
ejecutados otros importantes rivales como Paolo Orsini y el Duque de Gravina
Orsini, todo ello bajo la brillante mirada del representante diplomático de
Florencia, el mismísimo Nicolás de Maquiavelo. Cesar Borgia apostó por “aut
Caesar aut Nihil” que era su lema personal y acabó con la conspiración
de sus Condotieros. Sin embargo no culminaría su obra por el fallecimiento de su
padre el Papa Alejandro VI, y la llegada al poder de facciones rivales, abanderadas
por el nuevo Papa Julio II (cardenal
Giuliano della Rovere), siendo detenido, desposeído, humillado y exiliado, muriendo finalmente en una
emboscada cuando se encontraba en Navarra, sin contar con el favor de nadie y
perseguido por los propios Reyes Católicos.
Tiempos
difíciles necesitan políticos brillantes que sepan ver por encima de los
impedimentos, tratando de alcanzar un buen puerto tras la tormenta. Las decisiones que tomen
serán trascendentales en el devenir de sus pueblos, así ahora se me viene a la
memoria la frase que profiriese el mordaz Churchill en referencia a la política
del apaciguamiento que para con Hitler tomara su rival y presidente
Chamberlain, decía “os
dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora
tendréis la guerra”, y en esa contienda Churchill se convirtió en un gigante de
la Historia, siendo uno de los artífices de la derrota del III Reich (no
obviemos la sangre derramada por los millones de soldados y civiles que contribuyeron a la victoria).
Salvando
las distancias, la situación que en la actualidad se vive en nuestro país,
requiere de medidas enérgicas y de políticos que sean capaces de tener una
visión de estado, más allá de intereses personales o de partido. Tras las
elecciones de Diciembre de 2015, ningún partido obtiene mayoría suficiente
haciendo imposible la investidura en una primera ronda de contactos entre los
distintos candidatos y el Rey, como árbitro constitucional de la situación. Se
impone algo tan simple como la capacidad de debate que se presupone a un
político y que como hemos venido observando no es tan usual. El Partido
Popular, ganador de las elecciones no se presenta a la investidura al objeto de
no hacer pasar por el trance al su ya,
en demasía, denostado candidato y presidente en funciones, Mariano Rajoy. La
democracia española pone de manifiesto su juventud y su ausencia de talla al
evitar el debate, hay que debatir, incluso aún siendo derrotado por el rival
político, que no enemigo, porque, sinceramente una democracia en la que no se
debate por miedo a ser derrotado por el contrario, que ojo, está en el mismo
barco democrático, es una democracia muerta. La hora de Rajoy parece acabarse,
y se inicia el tiempo de Pedro Sánchez que se presume tormentoso al menos en
sus albores.
El
nuevo candidato a la investidura Pedro Sánchez, socialista del PSOE, y eso ya
es aventurar algo, tiene una importante tarea, sumar su descalabro electoral a
la fuerza que por la izquierda les está arroyando, por aquello de querer ganar
el centro dejaron de ser de izquierdas y su puesto lo ha ocupado Podemos,
partido emergente que aglutina gran parte del movimiento cívico surgido en el
15-M, de la Puerta del Sol. Pero aún así, sería necesaria la concurrencia de
otras fuerzas, entre ellas Unidad Popular, integrado principalmente por
Izquierda Unida, y liderados por quizás el político con más visión del momento,
Alberto Garzón, que por ello es el dirigente más valorado de todos y que
consiguió cerca de un millón de votos en las pasadas elecciones, pero que por
la Ley Electoral, tan sólo obtuvo dos diputados, insuficiente incluso para
formar grupo parlamentario propio. Aún con todo esto serían necesarios otros
apoyos, principalmente de partidos de corte nacionalista, catalanes, vascos o
canarios, que me permitirán no abordaremos aquí ese perfil del debate por
centrarnos en lo nacional tan sólo, que ya es algo.
Después
del recorrido realizado toca mojarse, qué haría yo si me tocase dar salida a la
situación, o mejor qué deben hacer si me lo permiten las izquierdas, para dar
salida a este embrollo democrático. Pues la respuesta es bastante obvia, tienen
que desarrollar un programa, que diría el admirado maestro Julio Anguita, no se
entiende una alianza de gobierno sin programa común, sin un proyecto conjunto
de país, para el tiempo que sea, no importa que sea un año, dos o toda la
legislatura, hay que agotar el programa y dar solución desde las izquierdas al
país, demostrar de una vez, que desde la izquierda se gobierna para el pueblo,
se avanza en común, se consolidan derechos, se gana el progreso, ojo que no me
refiero a progresía, eso es harina de otro costal. Ahora bien, esto necesita
tomar decisiones a la altura de las que se tomaron en otros tiempos y que han
servido para ilustrar este artículo, se requiere habilidad precisa y
milimétrica de acuerdo y enormes miras de estado y de futuro que sean capaces
de romper con la dictadura de las siglas y avanzar en pro a un objetivo consensuado,
realizable, y digno.
En
estos momentos, Pedro Sánchez se la juega, apuesta a ser Cesar o quedarse en
Nada, porque con los peores resultados de la Historia de su partido,
cuestionado por los barones socialistas, que eso si, tragan en los Congresos,
tienen resultados electorales más que cuestionables, están apoyados por partidos
de la nueva ola (Ciudadanos- Podemos), y siguen cometiendo los errores de
siempre y que han hecho que sus militancias y votantes se desplomen, tales como
nepotismos, amiguismos, falta de formación, falta de renovación, feudos
personales, aparato, y progresía, pero que exigen a Pedro Sánchez no acordar
con Podemos, poniendo de manifiesto su falta de responsabilidad y ecuanimidad,
solicitando al líder no haga lo que ellos mismos practican en sus feudos o
baronías. Y con todo ello, el delfín socialista, tiene que hacer frente a un
endurecimiento de sus políticas de izquierdas, abandonadas hace años por ganar
ese espacio de nadie que no existe y que se llama centro, y responder al órdago
de Pablo Iglesias, que pide ministerios y demarca el camino de las
negociaciones ( por ejemplo, y creo que es un error, vetar el dialogo con Ciudadanos, porque hay que oir a todo el mundo, luego vendrá gobernar, son cosas distintas). Se abre ahora un interesante momento histórico, en el que
veremos si la categoría de nuestros políticos esta a la altura de la Historia o
en el fango de la banalidad política, si Pedro Sánchez consigue o no, ser Cesar
o... por el contrario, la Nada más absoluta.
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