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viernes, 12 de febrero de 2016

Aut Caesar aut Nihil



Hay momentos en la Historia cruciales, cuya resolución decantará el triunfo hacia una u otra parte de forma inexorable y resolutiva.
Por hacer un recorrido histórico, podemos mencionar el error de Aníbal Barca a la hora de no atacar Roma, y someterse a la máxima, ya histórica,  del jefe de su caballería, el temido Maharbal, quien sentenció “los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria”. Quizás el general Cartaginés había aprendido en el sitio de Sagunto del 218 a.C., que una ciudad como Roma, amurallada, pertrechada sería imposible de tomar sin los ansiados refuerzos de Cartago. Aníbal no atacó Roma y sería derrotado años después en la mítica batalla de Zama.
 Más adelante en la historia, Julio Cesar cruzó el Rubicón, el límite que separa Roma de la Galia Cisalpina y por tanto se saltaba las órdenes senatoriales que obligaban a licenciar las tropas antes de continuar. El seductor calvo profirió o no, vete a saber,  la famosa frase “alea iacta est”, que viene a decir que la suerte está echada, dando comienzo a la guerra civil y al  enfrentamiento contra los optimates que apoyaban a Pompeyo “el grande”. Finalmente Cesar venció y gobernó Roma anticipando la nueva forma institucional que encarnaría más adelante su sobrino Augusto, el “principado”.
En el renacimiento cuando Italia era un mosaico de ciudades-estado, y el papado tenía ejércitos, e incluso, el propio Papa tenía hijos, el confaloniero papal y a la vez vástago del pontífice, César Borgia, se la jugó a una carta en el famoso ardiz de la toma de Senigallia, dónde a partir de una serie de engaños y contando con fuerzas muy inferiores a sus rivales Cesar Borgia tomaría la ciudad, proseguiría su campaña militar y eliminaría a los generales traidores  Oliverotto da Fermo y  Vitelozzo Viteli. Al poco tiempo fueron ejecutados otros importantes rivales como Paolo Orsini y el Duque de Gravina Orsini, todo ello bajo la brillante mirada del representante diplomático de Florencia, el mismísimo Nicolás de Maquiavelo. Cesar Borgia apostó por “aut Caesar aut Nihil” que era su lema personal y acabó con la conspiración de sus Condotieros. Sin embargo no  culminaría su obra por el fallecimiento de su padre el Papa Alejandro VI, y la llegada al poder de facciones rivales, abanderadas por el nuevo  Papa Julio II (cardenal Giuliano della Rovere),  siendo  detenido, desposeído, humillado  y exiliado,  muriendo finalmente en una emboscada cuando se encontraba en Navarra, sin contar con el favor de nadie y perseguido por los propios Reyes Católicos.
Tiempos difíciles necesitan políticos brillantes que sepan ver por encima de los impedimentos, tratando de alcanzar un buen puerto  tras la tormenta. Las decisiones que tomen serán trascendentales en el devenir de sus pueblos, así ahora se me viene a la memoria la frase que profiriese el mordaz Churchill en referencia a la política del apaciguamiento que para con Hitler tomara su rival y presidente Chamberlain, decía  “os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”, y en esa contienda Churchill se convirtió en un gigante de la Historia, siendo uno de los artífices de la derrota del III Reich (no obviemos la sangre derramada por los millones de soldados y civiles  que contribuyeron a la victoria).

Salvando las distancias, la situación que en la actualidad se vive en nuestro país, requiere de medidas enérgicas y de políticos que sean capaces de tener una visión de estado, más allá de intereses personales o de partido. Tras las elecciones de Diciembre de 2015, ningún partido obtiene mayoría suficiente haciendo imposible la investidura en una primera ronda de contactos entre los distintos candidatos y el Rey, como árbitro constitucional de la situación. Se impone algo tan simple como la capacidad de debate que se presupone a un político y que como hemos venido observando no es tan usual. El Partido Popular, ganador de las elecciones no se presenta a la investidura al objeto de no hacer  pasar por el trance al su ya, en demasía, denostado candidato y presidente en funciones, Mariano Rajoy. La democracia española pone de manifiesto su juventud y su ausencia de talla al evitar el debate, hay que debatir, incluso aún siendo derrotado por el rival político, que no enemigo, porque, sinceramente una democracia en la que no se debate por miedo a ser derrotado por el contrario, que ojo, está en el mismo barco democrático, es una democracia muerta. La hora de Rajoy parece acabarse, y se inicia el tiempo de Pedro Sánchez que se presume tormentoso al menos en sus albores.
El nuevo candidato a la investidura Pedro Sánchez, socialista del PSOE, y eso ya es aventurar algo, tiene una importante tarea, sumar su descalabro electoral a la fuerza que por la izquierda les está arroyando, por aquello de querer ganar el centro dejaron de ser de izquierdas y su puesto lo ha ocupado Podemos, partido emergente que aglutina gran parte del movimiento cívico surgido en el 15-M, de la Puerta del Sol. Pero aún así, sería necesaria la concurrencia de otras fuerzas, entre ellas Unidad Popular, integrado principalmente por Izquierda Unida, y liderados por quizás el político con más visión del momento, Alberto Garzón, que por ello es el dirigente más valorado de todos y que consiguió cerca de un millón de votos en las pasadas elecciones, pero que por la Ley Electoral, tan sólo obtuvo dos diputados, insuficiente incluso para formar grupo parlamentario propio. Aún con todo esto serían necesarios otros apoyos, principalmente de partidos de corte nacionalista, catalanes, vascos o canarios, que me permitirán no abordaremos aquí ese perfil del debate por centrarnos en lo nacional tan sólo, que ya es algo.
Después del recorrido realizado toca mojarse, qué haría yo si me tocase dar salida a la situación, o mejor qué deben hacer si me lo permiten las izquierdas, para dar salida a este embrollo democrático. Pues la respuesta es bastante obvia, tienen que desarrollar un programa, que diría el admirado maestro Julio Anguita, no se entiende una alianza de gobierno sin programa común, sin un proyecto conjunto de país, para el tiempo que sea, no importa que sea un año, dos o toda la legislatura, hay que agotar el programa y dar solución desde las izquierdas al país, demostrar de una vez, que desde la izquierda se gobierna para el pueblo, se avanza en común, se consolidan derechos, se gana el progreso, ojo que no me refiero a progresía, eso es harina de otro costal. Ahora bien, esto necesita tomar decisiones a la altura de las que se tomaron en otros tiempos y que han servido para ilustrar este artículo, se requiere habilidad precisa y milimétrica de acuerdo y enormes miras de estado y de futuro que sean capaces de romper con la dictadura de las siglas y avanzar en pro a un objetivo consensuado, realizable, y digno.
En estos momentos, Pedro Sánchez se la juega, apuesta a ser Cesar o quedarse en Nada, porque con los peores resultados de la Historia de su partido, cuestionado por los barones socialistas, que eso si, tragan en los Congresos, tienen resultados electorales más que cuestionables, están apoyados por partidos de la nueva ola (Ciudadanos- Podemos), y siguen cometiendo los errores de siempre y que han hecho que sus militancias y votantes se desplomen, tales como nepotismos, amiguismos, falta de formación, falta de renovación, feudos personales, aparato, y progresía, pero que exigen a Pedro Sánchez no acordar con Podemos, poniendo de manifiesto su falta de responsabilidad y ecuanimidad, solicitando al líder no haga lo que ellos mismos practican en sus feudos o baronías. Y con todo ello, el delfín socialista, tiene que hacer frente a un endurecimiento de sus políticas de izquierdas, abandonadas hace años por ganar ese espacio de nadie que no existe y que se llama centro, y responder al órdago de Pablo Iglesias, que pide ministerios y demarca el camino de las negociaciones ( por ejemplo, y creo que es un error, vetar el  dialogo con Ciudadanos, porque hay que oir a todo el mundo, luego vendrá gobernar, son cosas distintas). Se abre ahora un interesante momento histórico, en el que veremos si la categoría de nuestros políticos esta a la altura de la Historia o en el fango de la banalidad política, si Pedro Sánchez consigue o no, ser Cesar o... por el contrario, la Nada más absoluta.

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