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domingo, 26 de noviembre de 2023

Sorbos ... de historia II.

Parece que la musa se está mostrado generosa los últimos días y esta mañana me ha alumbrado para escribir estos pequeños relatos que no son sino eso, sorbos, como indica el título de esta entrada, y lo son de historia, puesto que pretenden recrear de forma muy libre algunos momentos significativos de nuestro pasado. En el primer sorbo nos encontramos con un Kennedy preocupado por la guerra de Vietnam al tiempo que se da un baño de multitudes por las calles de Dallas. En un momento determinado cae en la cuenta de lo bella que va la otrora señorita Bouvier. En el segundo sorbo sorprendemos a un recién estrenado presidente Harry Truman sopesando la más importante de las decisiones que tuvo que tomar a lo largo de su mandato, que puso fin a la contienda más grande que ha vivido la humanidad. El tercer sorbo nos remonta a la lejana Isla de Santa Elena, y allí observamos a un aburrido Napoleón esperando una carta que nunca llegará, ya sabemos que la gloria es efímera, aún siendo un genio como lo era el Gran Corso. 


Debía acabar con aquella sangría. Toda una generación de jóvenes había perdido la vida en aquel lejano lugar. Una leve brisa le apartó de aquellos pensamientos, y le trajo de nuevo al presente. Debía esforzarse por sonreír y mostrar todo su encanto. Cuando el coche tomó suavemente la curva un pequeño destello le deslumbró desde aquel almacén de libros. La prensa no le dejaba ni un minuto. Jackie estaba preciosa, luego se lo diría, ahora tocaba seguir sonriendo.



El programa comenzaría a las ocho y quince de la mañana. Para ese día las predicciones meteorológicas eran buenas, sería una típica mañana de agosto. Los cielos estarían despejados, casi sin nubes. La ciudad estaría repleta de gente ocupada en sus labores cotidianas. Sería una jornada histórica. Se animó a sí mismo ¿qué podría salir mal?  Llevaba minutos meditando, debía tomar una decisión inmediata, todo el estado mayor estaba pendiente de su persona. El mundo dependía de su respuesta. Finalmente dijo con un hilo de voz "será el próximo lunes, ese día volará el Enola Gay".



Observaba el mar con aire despreocupado, a lo lejos cerca del horizonte se podía divisar la silueta diminuta de un velero. En el puerto, un poco más abajo de donde él se encontraba, los marineros se esforzaban por descargar el barco que había llegado aquella misma mañana. Qué tranquilidad pensó, aquel buque sería el último que atracase en la isla en los próximos seis meses. Mientras aguardaba a su secretario recordó otros días menos tranquilos, donde toda Europa se movía al son de sus actos. Había librado al mundo de la oscuridad y la superstición, había extendido la libertad y la fraternidad por todo el viejo continente y ahora paliaba el aburrimiento oteando el mar desde una colina. Su lacayo le confirmó lo que él esperaba, no había llegado ninguna carta a su nombre en el último velero del año a Santa Elena.


Pues eso ha sido todo amigos, espero que la musa se comporte y nos volvamos a ver muy pronto. Buenas noches, el finde se agota. 


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