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sábado, 18 de noviembre de 2023

Me hago mayor...

  

Como señalo en el título creo que me estoy haciendo mayor dado que no entiendo muchas de las cosas que me rodean, sobre todo las que se están produciendo en los últimos tiempos. Siempre me he considerado una persona de izquierdas, no un radical sectario pero sí alguien que ha entendido que la sociedad debía avanzar en conjunto sin dejar a nadie atrás, favoreciendo la solidaridad comunitaria, la fraternidad entre los de abajo para buscar y luchar por objetivos comunes construyendo, en definitiva, una sociedad más justa.

En algún artículo anterior ya he reseñado que debemos ser más serios y centrarnos de una vez en conseguir la emancipación de la clase obrera, lo que supone una independencia definitiva, y no, como sucede en la actualidad, una constante vuelta atrás puesto que hay gente que no quiere esa emancipación, prefieren vivir al amparo de un estado que acaba lastrado y sin posibilidades de buscar cuotas mayores de desarrollo comunitario al tener que atender siempre este continuo y eterno retorno en pro de una igualdad no deseada por estos grupos sociales.  No entienda, ni vea aquí el sagaz lector un argumento conservador y faccioso, puesto que no es, ni de lejos, mi intención, dado que en nuestro país hace décadas que hemos desarrollado un sector servicios muy potente que permite un acceso universal a buena parte de las necesidades sociales básicas, tales como la educación y la sanidad, que son gratuitas, amén de otro buen número de ayudas, de todo tipo (libros de texto, viviendas, rentas vitales, diversas pensiones, etc) que, de haber sido más serios hubieran permitido construir un país mucho más formado y pleno, y desde luego preocupado por otras cuestiones más allá de tener que volver a ayudar otra vez a los mismos, puesto que en algunos casos hemos hecho de esta paraguas estatal una forma de vida y no un medio de medro social. Soy consciente que este tipo de argumentos me sitúan en el espectro de la derecha ideológica, sobre todo para todos aquellos que lejos de ser progresistas se recrean en una pose de progresía barata que tanto daño nos está haciendo. 

No era mi intención hablar hoy de estos asuntos, sino como no podía ser de otra manera, quisiera poner por escrito mi visión sobre la famosa amnistía, el referéndum de autodeterminación y la nueva presidencia de Pedro Sánchez. 

Empecemos pues por la amnistía a los políticos presos vinculados al fallido intento de independencia de Cataluña a partir del ilegal referéndum del uno de octubre del año dos mil diecisiete.  El referéndum era de todo punto ilegal, debido a que el tribunal Constitucional había declarado su ilegalidad el día siete de septiembre de ese mismo año.  Insisto en la idea de políticos presos y no al contrario, ya que no se entiende dicha noción en un marco democrático, en el que se puede defender todo pero dentro de los cauces que marca la ley, lo que se sale de los mismos es un delito. Algunos hablan de otras amnistías anteriores en nuestra historia, que las ha habido, y algunas necesarias para instaurar nuestro propio sistema actual, sin embargo, lo que es indignante en este caso particular es el objetivo de la misma, una investidura. Y además no una investidura cualquiera, una investidura basada en una serie de concesiones que nos buscan el bien general, por cierto ese bien común  es el que vertebra la idea de soberanía  nacional, sino que buscan un acceso al poder por la puerta falsa. Esto es, si me lo permiten, “maquiavélico” al cien por cien, dado que lo único que motiva toda esa ley de amnistía es conseguir los apoyos necesarios para que Sánchez se perpetúe en el poder. No comparto esta nueva ley de amnistía ya que no es un avance en sentido global, para todos, sino sólo un afán electoralista de medio pelo. 

En relación al referéndum de autodeterminación, y debido a que creo que España es un país con una prolífica historia, con multitud de prismas y enfoques diversos, defiendo el derecho de autodeterminación de todos los pueblos. Ahora bien, hay que hacer las cosas bien, primero habría que vertebrar los cambios necesarios para que la noción de referéndum de autodeterminación tuviese cabida en el marco constitucional del setenta y ocho. Hay escollos importantes, como el artículo dos,  donde se habla de la indisoluble unidad de la Nación española, y se garantiza el derecho a la autonomía de las distintas nacionalidades, que no de independencia ni autodeterminación. Al tiempo que se habla, en ese mismo artículo, de la solidaridad entre las distintas regiones. En el caso de los actuales líderes del catalanismo independentista, la solidaridad brilla por su ausencia, ellos sólo quieren que se atienda a sus distintas y urgentes agendas. Por otro lado, en relación al referéndum es el artículo noventa y dos el que señala que es posible la realización de un referéndum autorizado por el Congreso de los Diputados, siendo su resultado no vinculante. Parece ser también que la participación debería ser de todos los españoles que quisieran hacerlo y no sólo un territorio determinado. Aun con todas estas trabas, yo estaría dispuesto a preguntar a los catalanes si quieren o  no seguir en el proyecto común de España, pero me gustaría conocer una opinión libre, de todos, no sólo de los manipulados por los resortes del nacionalismo excluyente y separatista. La democracia consiste en preguntar, aunque después no nos guste la respuesta que nos den. Por tanto estoy a favor de escuchar a los distintos pueblos que integran nuestra nación que opinen lo que quieran, pero de forma legal y libre, sin manipulaciones, y respetar el resultado, que lo mismo es a favor de prevalecer dentro de España. 

En cuanto a la presidencia de Pedro Sánchez debo decir que es hora de empezar a caminar, de comenzar a trabajar por nuestro país y sus objetivos a corto y medio plazo, quiero decir que debemos dejar de patalear y proseguir con la normalidad que nos toca. Sánchez es presidente aprovechando los resortes legales de los que dispone, y eso le permite ser el primer presidente de nuestra democracia que lo es sin tener el número mayor de votos. Para cambiar esta singular situación lo que hay que hacer, en vez de sembrar odios y convocar a masivas manifestaciones en donde se enarbolan banderas de Franco o Cruces Borgoñonas que aluden a tiempos pasados, más o menos gloriosos, es proponer un cambio de la ley electoral que evite tener que depender de minorías nacionalistas y que apueste por el gobierno de partidos con una idea de estado, y en ese estado se deben contemplar las agendas catalanas, vascas, canarias, y por supuesto las igualmente importantes agendas extremeñas, manchegas, o murcianas. Una segunda vuelta entre los dos partidos más votados en una primera instancia. No estaría mal. Y me voy a mojar, yo no hubiese sido presidente con esas circunstancias, me hubiese ido a elecciones otra vez, porque los resultados impiden que gobiernen otros, no pueden, les faltan apoyos, pero aunque a mí si me den, esos apoyos son muy caros, no me quieren por lo buen gestor que soy, sino porque a cada uno le doy lo que me pide, lo único que importa es seguir siendo presidente. De poco vale una buena gestión en nombre de los de abajo si esa gestión es impuesta, podemos llegar al extremo que llegaron los jacobinos, cuando su periodo más álgido ha sido tildado de “dictadura de la razón”, o simplemente de “terror”. No sería presidente en esas circunstancias, iría a elecciones de nuevo, y por cierto, dimitiría, creo que es hora de pasar página. 

Me ha quedado un poco largo amigos, pero es cierto que hacía mucho que no escribía nada, lo dicho, que tengan buena tarde, en Extremadura sigue sin salir el sol.  


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