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viernes, 1 de agosto de 2025

Genocidios comparados.

Han pasado más de ochenta años entre la muerte de Czeslawa y la Ibrahim, pero, a pesar de la distancia en el tiempo y en el espacio, ambos acontecimientos tienen muchos elementos en común. El principal de ellos es el odio y el fanatismo de quienes se creen superiores al resto, cuando su superioridad tan solo se basa en la fuerza y en el mayor desarrollo tecnológico. 
Czeslawa Kwoka era una niña católica polaca (a los polacos les esperaba un destino casi igual de funesto que a los judíos) de 14 años que fue asesinada en Auschwitz en 1943, y que se ha hecho tristemente famosa por una imagen coloreada en la que se puede observar la mirada aterrorizada de la pequeña, y un un prominente hematoma en el labio. Al parecer, esa niña acababa de ser golpeada antes de quedar inmortalizada para la posteridad en una foto que pone a la humanidad delante de un espejo en el que se nos muestra como lo más bajo que ha existido bajo el cielo en toda la historia. Esa muchacha, había perdido a su madre, también asesinada en el mismo campo de concentración referido, no conocía el idioma, ni entendía por qué les hacían todas aquellas barbaridades. La tragedia se consumó unos días después cuando un oficial nazi le inóculo fenol en el corazón. No hay palabras. 
Hace unos días, consumidas dos décadas y media del siglo XXI, pudimos conocer en los informativos la tragedia de Ibrahim, y lo hicimos a través del llanto desconsolado de su padre. Este chico, del que desconozco su apellido, falleció en la franja de Gaza cuando intentaba hacerse con un saco de harina. Ibrahim fue asesinado a tiros por los soldados israelíes, que a modo de diversión disparan sobre los civiles hacinados que buscan desesperadamente algo de comida. Según los medios gráficos, los muertos, cada día muestran los disparos en una zona determinada de sus cuerpos, evidenciado que los que disparan se divierten con esta sádica práctica, apuntando a una u otra parte de sus indefensas víctimas. Así, unos días los disparos son en el abdomen, otros en la cabeza o, a veces, en los testículos, tal y como confirman algunos cirujanos británicos desplegados en la zona. 
No importa la religión, la raza, el color o las costumbres, con el caldo adecuado brota lo más oscuro del ser humano, por mucho que cada cierto tiempo, frenemos en seco e intentemos, como especie, girar y cambiar de dirección. Judíos, Gazatíes, Cristianos, Polacos, Rusos, Musulmanes, Blancos, Negros, Chinos o Coreanos, qué importa. Seguimos imponiendo la fuerza de la tecnología y la demencia de un sistema atroz para destruirnos como especie. A lo largo de nuestro parkour como humanidad siempre los que han tenido un mayor desarrollo tecnológico se han impuesto, y han llevado a cabo, genocidios, matanzas, o limpiezas étnicas de todo tipo. Es la ley del más fuerte, al menos, del que dispone de medios más avanzados. Qué triste es todo esto.
En el caso de Czeslawa, el ogro era el nazismo y su discurso de odio contra judíos, eslavos, polacos, rusos, cristianos, y “rojos”. En el caso de Ibrahim, los genocidas son los israelíes que apoyan el discurso excluyente, racista, y destructivo de Netanyahu, contra musulmanes, suníes, chiíes, cristianos, judíos heterodoxos y otros mil colectivos tildados de terroristas o antisemitas. El resultado de ambas ecuaciones fue y es terrible, en el primer caso, no es necesario ahondar, todos sabemos qué supuso el nazismo, y en el caso del pueblo elegido, Israel, podemos afirmar, que están llevando a cabo un genocidio de primer nivel, que muestra una franja de Gaza reducida a escombros y una población que muere a diario por los bombardeos, el hambre o la crueldad de unos soldados que exceden, con mucho, su labor como militares. 
Me preguntó a mí mismo si es tan difícil sentirse simple y también, por qué no, grandiosamente, habitante del planeta tierra, terrícolas, sin más, al margen de religiones, credos, ideologías, o nivel pecuniario. Sin embargo, ya sé también, que esa forma de pensar es sencillamente una utopía que sigue alejándose en el horizonte cuando avanzamos hacia ella. Buenos días, por decir algo, amigos. 

1 comentario:

  1. Maldita realidad paralela y aterrador el destino de algunos, por el simple hecho de nacer unos kilómetros más allá o acá. Vergüenza y
    pena infinitos.

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