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lunes, 30 de junio de 2025

Persépolis.

Con el tiempo he llegado a la conclusión que son los libros los que lo eligen a uno y no al contrario. En algunas ocasiones, intentando romper este axioma he tratado de leer un libro que no tocaba, y no ha sido posible, por eso, porque es el libro el que decide el momento en que debe ser leído. Esto último me ha sucedido con la novela gráfica Persépolis, de Marjane Satrapi, dado que durante años he buscado el momento idóneo de sumergirme en sus interesantes páginas, y no ha sido posible por diversos motivos, sin embargo, hace un par de días, el libro me encontró y se hizo la magia. En pocas horas me he bebido la trama, no he sido capaz de dejar de leer hasta que he visto la palabra “fin”. Mi veredicto, simplemente gratitud, gracias a Satrapi por esta sublime obra maestra. 

Dividida en cuatro partes o libros la obra nos muestra las experiencias autobiográficas de una joven Marji Satrapi, desde finales de los años setenta hasta los años noventa. En este recorrido vital, no sólo observamos la evolución histórica de Irán, desde el reinado del sha Reza Pahlevi, hasta la llegada de la república islámica de los Ayatolás, sino también el tránsito de la infancia y adolescencia de su protagonista hasta su total conversión en una mujer, independiente y culta. 

Al igual que la historia evoluciona, lo hace también la mirada de la joven Satrapi, que observa cómo, poco a poco, las limitadas libertades al estilo occidental que tenían con el sha y que no siendo suficientemente tolerables dieron lugar a la revolución del setenta y nueve, acabando por ser totalmente usurpadas por la teocracia instalada y controlada por Jomeini y su régimen de ayatolás. Este hecho se puede observar por la omnipresente presencia simbólica del color negro en la novela grafica, color que representa el velo para las mujeres, de forma obligada, y desde muy niñas. Decir aquí, que aunque no tan conocido, el protocolo iraní, obliga a llevar manga larga a los hombres, puesto que si el pelo atrae a los hombres, el brazo masculino hace lo propio para con las mujeres. El negro, siempre presente, representa, quizás, la muerte de la libertad, de los sueños, de la esperanza. 

A lo largo de esta doble evolución son muy entrañables algunas comparativas hechas en la mente de la joven Marji, como aquella que dice, que Dios y Marx, tienen la misma imagen, salvo por el hecho de que el filósofo alemán tuviera los pelos más ondulados. Ese simple pensamiento infantil tiene mucha más miga de lo que parece. 

A nivel personal, hay un elemento que me ha permitido tocar con mi propia infancia, y que ya viene siendo un clásico, cuando doy mi opinión sobre distintas obras literarias, al final, siempre llevamos todo a los límites de nuestra propia experiencia. Uno de los recuerdos que tengo de infancia, es oír de fondo el telediario en casa de mis padres, el parte como se llamaba antaño, y escuchar que se hablaba de la guerra entre Irak e Irán, guerra que vértebra buena parte de la historia contada. El conflicto referido se inició en mil novecientos ochenta y llegó hasta el ochenta y ocho, en ese momento yo tenía diez años. Será una tontería, pero me ha gustado compartir, salvando las enormes distancias, este hecho histórico con la autora señalada. 

No ha dejado de llamarme la atención la modernidad de los padres de Satrapi, que permitieron que su hija se formase en Austria, tratando de alejarla de la guerra externa e interna que vivía su querido Irán. En el corazón del viejo continente, Satrapi se sintió extranjera, y se auto afirmó como mujer y como iraní. Conoció el rechazo, el amor, el interés, y por distintos motivos, consumió y vendió drogas, muy al estilo occidental. En un empeño muy tenaz no pidió ayuda cuando tocó fondo, y hasta vivió en la calle. Todo ello conformó el carácter y la personalidad de una figura tan relevante como Marjane Satrapi, autora de Persépolis. 

La vuelta a Irán supuso un reencuentro con sus orígenes, pero como suele pasar, ya no era ni de dentro ni de fuera, era simplemente Satrapi, en estado puro. En este retorno volveremos a ver a una mujer reivindicativa que no cejó en el empeño de vivir su libertad a pesar de las restricciones y de la policía de la moral. A través de su osadía, y de su pensamiento claro, rompió moldes y consiguió cambiar algunas cosas, tal y como muestran sus encuentros con el Mula que agradeció su sinceridad al no tener ni idea de la ideología cerrada de los padres de la revolución islámica. 

Antes del desenlace conocemos a una Marjane que conoce el amor, y se casa, con el permiso paterno, por supuesto, y al poco tiempo, conocerá la rutina y la costumbre que acabará con ese amor incipiente, hasta provocar el divorcio, si el divorcio, aceptado en el mundo islámico desde hace siglos, y al final, su marcha a Francia, donde reside en la actualidad. La rebeldía, el espíritu crítico, los sueños, el ansia de libertad hacen de esta obra un clásico imprescindible al que doy las gracias por cruzarse en mi camino. Para finalizar, no puedo dejar de recordar a Mahsa Amini, otra mujer iraní, que no pudo vivir en libertad, y que tras ser torturada por no ponerse el velo, acabó siendo asesinada en el año dos mil veintidós, hace nada, por lo que esta obra de Satrapi sigue siendo totalmente necesaria. 


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