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martes, 4 de octubre de 2016

Aristocracia a ras de suelo



Por aristocracia se entiende el gobierno de los mejores, de aquellos que poseen la virtud, o excelencia, la areté que dirían los griegos. Los aristócratas son los miembros más selectos de una determinada sociedad, los mejores, los “aristoi”.
 En nuestra Extremadura, entre lindes de tierra  y de intelecto, al abrigo de la necesidad y la incultura, a lo largo de los años se ha venido desarrollando un tipo peculiar, el Aristócrata de pueblo. Esa  Aristocracia rural, analfabeta, creída, estulta, católica y putera, aquella que se mueve entre los Casinos de “señores” y las cofradías de santos, cuanto más de negro el traje, mejor.
En todos los pueblos encontramos miembros integrantes de este elegante club, por un lado están aquellos que dicen descender de algún antepasado de renombre, aunque luego resulta que su apellido es común, y que no hay nada reseñable en sus antepasados, al margen de descender de explotadores laborales o de correligionarios de la dictadura, nunca es fácil distinguirlo. Les gusta tratar con la gente del común, sin pasarse, pero están a gusto entre el vulgo, probablemente por aquello de no tener nada de sangre azul en sus venas. En cuestión política, son de derechas hasta las trancas, aunque suelen renegar del franquismo, prefieren, por aquello de la “nobilitas” declararse como monárquicos, hasta hace no mucho decían ser “juan carlistas”, y a nivel histórico, se identifican con Don Juan de Borbón. En el plano religioso son católicos, cofrades, amantes de la semana santa, de los toros y de los purillos, aunque con el humo asfixien a media humanidad. Su comportamiento es altivo pero sociable, ¡hasta van de putas al mismo sitio que la plebe!,  y a nivel cultural tienen ciertos resortes, pero no se les puede sacar de su libro, puesto que a nivel ideológico tienen menos cintura que un muñeco de futbolín. Sus cuentas corrientes presentan el  mismo color que su sangre, números rojos, dado que no hay tantas tierras, ni tanta herencia, y si a ello sumamos que trabajan menos que un espía sordo, el resultado es el descrito, mucho “don” y poco “din”.
Por debajo, con menos realeza, pero con mayor altivez y tontuna, encontramos al típico fachilla chulo, que gasta camisas de marca con jugadores de criquet y banderitas de España en el cinturón. Estos tipos, por norma general son vacíos, su nivel cultural camina a la altura de las babosas, y su código de valores no pasa de la gomina, la moda y el qué dirán. A nivel económico no tienen un puto duro, por ello se afanan en seguir e imitar al único de su grupo que tiene dinero. Se consideran católicos y de derechas, a pesar de no conocer nada de su religión, y ser pobres de espanto. Estos son peligrosos, su nivel de incultura sólo puede competir con su grado de superficialidad, pasan de mirar por encima a un toxicómano a esnifar a granel dentro de un Golf, pagado a plazos o de segunda mano, estos tienen que currar,  claro.
Una tercera variedad la encontramos en aquellos que no tienen un duro, pero aun así gustan de mirar por encima del hombro, son conservadores, en las cofradías son los que hacen el trabajo pesado, o cargan con la imagen, o limpian las colillas de los puros de los primeros, cuando no, sus botas. Son de derechas, no se sabe muy el motivo, y a pesar de tener dificultades para llegar a final de mes, son  tremendamente conservadores, aunque podríamos preguntarnos qué temen perder, si no tienen ni cinco en el bolsillo, y la mochila de su dignidad pesa muy poco. Son seres serviles, estirados, siempre afanados en tratar de parecer otra cosa que lo que son, honra y apariencia por bandera, su lema "que piensen lo que quieran menos que somos pobres". Otro elemento es que siempre tienen miedo,a la revolución,  a los rojos, a Podemos, al PSOE, al Comunismo y hasta hace no mucho al butanero(siempre tuvieron mala fama entre las familias de bien), ahora ya no, se piensan que es de Ciudadanos, esos caen regulín. Este grupo es el más deleznable de los tres, porque es igual que el grupo intermedio, pero no disfruta de nada, no bebe, no come, no gasta, casi no respira, pasa la vida entre confesión y ayuno, entre peloteo y mirada altiva al rumano que tiene por vecino. Son sigilosos como si fuesen chinos, hay de mí si se enteran de que les comparo con chinos, no, ellos son españoles, piensan en español, hablan en español, y se confiesan y masturban en español, su vida es un largo y derrotado suspiro.
Volveremos otro día sobre la aristocracia, queda mucho que contar, pero hoy ya es tarde, sólo un último apunte que me fastidia de todos ellos, más que ninguno de los anteriores y es que a nivel futbolístico todos suelen ser del mejor equipo de futbol, el mío, qué decir oye…nadie es perfecto.

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