Uno de los mayores genios del
pasado siglo, y probablemente de toda la Historia de la Humanidad, Albert
Einstein, el que elaborara la teoría de la Relatividad y revolucionase el mundo
de la Física, este genio, llegó a afirmar en una ocasión que “hay
dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana…”, precisando
que del universo no estaba tan seguro, en nuestro caso, será de la estupidez humana de lo que hablaremos.
No hay ser, en el planeta, más dañino que el “ser humano”, y seguro que
tampoco hay ser más tonto. A pesar de nuestras extraordinarias dotes
cerebrales, perdemos muy poco tiempo en utilizar la materia gris, por ello, esquilmamos,
destruimos y extinguimos como si tuviésemos otra oportunidad, como si al final
de la partida pudiésemos usar las vidas extras.
El hombre, es el único ser vivo
con capacidad para destruir la tierra, poniendo de manifiesto que nuestra
inteligencia no ha sido utilizada para mejorar como especie, sino que hemos
evolucionado en gran medida a la par que
nuestros ingenios bélicos, con un enorme grado de irresponsabilidad. No quiero que este artículo
vaya por los derroteros que va, pero ya que lo he comenzado al menos mencionaré
algunos aspectos que considero esenciales.
El agua disponible para el
consumo humano es tan sólo del 0,0001% del agua total del planeta, y aún así contaminamos,
como si tuviésemos agua de forma inagotable, muestra clara de nuestra
estulticia, la naturaleza no nos va a dar a los hombres, “monos calvos”, más
oportunidades que al resto de especies que se extinguieron, con muchos menos
motivos que el hombre.
Según recientes informes para el año 2030, el “homo
sapiens” habrá destruido el 50 % de la selva amazónica, considerada por la
comunidad científica como “los pulmones de la tierra”. Los intereses de las
madereras se imponen a los del planeta, y por ello devastamos las selvas,
incrementamos el calentamiento global, nos quedamos sin oxígeno, y “pensamos” qué
más da, al menos hasta que yo muera habrá, el que venga detrás que se las
ingenie, si, que se busca la vida para
sobrevivir. No entendemos que la Tierra
no es una propiedad de las presentes generaciones, sino una herencia para
aquellos que vienen detrás.
Otro ejemplo de nuestra suprema estupidez, lo
observamos en la cantidad de conflictos armados que se extienden en la
actualidad por África, América Latina y gran parte de Asia, conflictos algunos,
con decenios de actividad. La mayor parte de las guerras tienen una motivación
económica, aunque en muchas ocasiones esta motivación se tinta de argumentos de
orden religioso, político, tribal, territorial, etc. Sin embargo, si todo se
analiza con cautela, gran parte de las guerras (si no, todas) procede de una
mala distribución de la riqueza en el planeta.
El hambre afecta a
uno de cada nueve habitantes del planeta, es decir unos 795 millones de
seres humanos pasan hambre cada día de sus pobres vidas hasta un final inexorable. Mientras, en los países del primer mundo, esquilmamos recursos en un consumismo suicida
para con nuestro planeta, sin
importarnos un bledo aquellos que se encuentran más allá de vallas de odio o incomprensión.
El ser humano muestra un comportamiento repugnante con su planeta, con sus
moradores y hasta con los miembros de su propia especie.
Al margen de estas claras
muestras de memez neuronal, más allá del agotamiento del agua, de la
destrucción de las selvas, del hambre y las guerras, en un plano más cercano,
en el zoom de nuestro día a día en este primer mundo, también encontramos ejemplos
variopintos de la estupidez humana.
Hagamos un pequeño recorrido por
el inframundo de la estulticia de andar por casa, de baja intensidad, si me lo permiten, en comparación con el nivel
visto hasta ahora.
Así, nos encontramos con aquellos que se consideran
de “derechas”, y que generalmente buscan
el amparo de la Iglesia, o mejor de la Curia para justificar sus actuaciones, y
que en la mayor parte de las ocasiones visten sus manteles con vino de cartón y
mortadela con aceitunas, como manjares de
exquisito gusto. Suelen ser votantes del Partido Popular, por aquello del
aparentar, algo muy español, y que nos ha llevado a ser un país de segundo o
tercer nivel, eso sí dentro del mundo desarrollado. De misa dominical, suelen
ser envidiosos y superficiales, intelectualmente no han visto un libro ni en
fotografía, gustan de disimular su analfabetismo crónico con gomina, banderas
de España, pantalones “chinos”, y partidas de pádel. Eso sí, ellos son
españoles, el resto debemos ser de Marte, obviando el escaso “mérito” que tiene
nacer donde a nuestros padres les dio la real gana. A colación de lo anterior,
el pasado domingo, las urnas españolas se llenaron de votos del Partido
Popular, lo que me merece un profundo respeto, y me hace plantear una cuestión
¿tenemos lo que merecemos?, está claro que si, de forma rotunda.
Otro personaje muy usual es el
que podríamos denominar “alcahuete” o cotilla. Este tipo de persona es aquella
que sabe todo de todo el mundo, generalmente aquello considerado “malo o
negativo” para el resto de la gente, y que en muchas ocasiones también es tremendamente
cuestionable, y de las que nadie suele saber nada. Los empeños del día a día
van de mirilla a ventana, de cortina a rendija, o lo que es lo mismo, basculan
entre si el vecino discute con la
parienta, si el de la vuelta le ha hecho un bombo a la del barrio de al lado, o
si Juan se ha separado de Pepa, porque había “cuernos” de por medio. Sus
miserables vidas, no vividas puesto que viven la de otros, son ejemplo de
ignorancia y estupidez, de momento sólo se vive una vez, y perderla en los
empeños de la de los demás es simplemente de idiotas.
En los últimos tiempos se ha
instalado entre nosotros el “parasito” de las redes sociales, con diversas modalidades.
Nos encontramos con una versión actualizada del alcahuete de visillo y mirilla,
que podríamos denominar cibercotilla o alcahuete 2.0. Este tipo de ser,
justifica su pobre existencia real alegando que esta 24 horas al día en el
Facebook o Twitter, por motivos laborales, por estar informado, o por las cosas
tan interesantes que sube la gente. En mi humilde opinión, la realidad es que su
verdadero interés es la vida de los
demás, y dar una imagen idealizada de la propia vida, muy alejada de la verdad.
No somos tan listos, guapos, interesantes, cultos, asertivos, chachi pirulís
como pretendemos demostrar, es decir, que si nos queman la punta del glande con
un cigarro, gritamos doloridos y con rabia, un ¡me cago en dios!, que se puede
oír casi en Vladivostok, y además muy alejado de la imagen dada en dichas redes
asociales (si he puesto asociales). Otra modalidad, es la del súper amigo de
red social, o la del culto de copia y pega, que se empeña en culturizar a una
masa interesada en tatuarse ligas y
hacerse fotos continuas poniendo morritos. Hay modalidades de ciber idiotas,
como de personas, por ello no me puedo extender más aquí, no habría ni tiempo,
ni espacio, ni tampoco ganas. Cuidado con los mal entendidos, en las redes
también hay personas “normales” que cagan y mean a diario, como yo, y que
sabemos que no somos ni tan guais, ni tan sociables, ni estamos tan interesados
por la vida de los “innombrables” de Bombay, o por el desove de la perca
Tibetana, que diría mi amigo “Farlopo”.
En la “viña del señor hay de todo
menos uvas”, eso dice una canción, y es cierto como la vida misma, sin duda,
este recorrido por la estupidez humana es muy largo, pasando por los modelos
descritos más arriba, y añadiendo otros, como el “cultureta” que sólo tiene pose
y muy pocos libros en su mochila personal, o el “duro” de mirada retadora, y
que lo más difícil que ha hecho en su vida es no morirse por inanición cerebral,
sin olvidar al “guay” izquierdista amigo
de todo y de todos y que sólo consume modas, siendo envidioso, vago y poco
comprometido, más allá de lo que el “aparenteo” permite. No podía finalizar sin
mencionar al “vinagre quejica” que de todo se queja y de todo saca punta, y
aquí me incluyo yo, y es cierto puesto que, todos tenemos lo nuestro, aunque es peor tener
de unas cosas que de otras, inefablemente Nadie es Perfecto, y todos somos
mejorables, aunque algunos necesiten un milagro.
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