Cada Noche Vieja recibimos al nuevo año viendo las campanadas que se emiten desde la torre del Antiguo Edificio de Correos
de la Puerta del Sol, en las distintas cadenas, sin embargo, no somos
conscientes que ese edificio, no hace tanto, fue sede de un organismo mucho mas
deleznable y mezquino, cuyo nombre genera pavor entre progresistas, demócratas
o izquierdistas, me refiero a la DGS, Dirección General de Seguridad, organismo
de larga trayectoria pero que alcanzó su más oscura fama en los tiempos de la
dictadura franquista. En ocasiones se olvida, por aquello de no ofender, que en
nuestro país, en esta piel de toro patria, vivimos una dictadura de cuarenta
años, de corte autoritaria y ultraconservadora, que utilizó los mismos medios
que cualquier otro régimen autoritario que haya existido en la historia. Los
calabozos de la DGS forman parte de las cloacas de nuestra historia nacional;
entre sus paredes los gritos de las víctimas se alternaban con las voces de los
torturadores, los llantos con los insultos, la dignidad pisoteada con la sangre
en las paredes. El franquismo no cedió un ápice en sus principios, y en sus
métodos, hecho este que explica que un sistema político propio de los años
cuarenta perviviese hasta mediado de los años setenta.
España (los españoles en concreto)
ha sido un claro ejemplo de transición democrática, tal y como observamos en “el
abrazo” de Genovés, quien por cierto también fue torturado y vejado en los
sótanos de la DGS, y que viene a ejemplificar como todos los actores políticos
y sociales se unieron, y “obviando” el reciente pasado, aunaron empeños en pro
de la democracia, que sin duda ha traído la etapa de mayor prosperidad a
nuestro país de los últimos siglos. No se trata aquí de poner en cuestión los
logros de este laureado periodo de nuestra historia más reciente, pero sí, de advertir que entre tanto café para todos y amnesia
colectiva, algunas cosas han quedado en el camino. Sirva este artículo como
DENUNCIA y pública REPULSA, a todos los torturadores que trabajaron con celo
excesivo en favor de la gloria del régimen del generalísimo Francisco Franco,
dictador de España por la gracia de Dios, y la connivencia de su Iglesia católica.
Quizás, si hablo de Antonio González Pacheco, pocos
van a reconocer que se trata de un
personaje pérfido, ruin, enfermo, un verdadero sádico que ha pasado a la
historia con el sobrenombre de Billy “el niño”, este último bastante más
conocido. Este hombre, que en la actualidad se dedica a practicar el atletismo
de forma aficionada, y que pudiera ser un jubilado más, en este caso, bastante
en forma, es uno de los torturadores con
más fama de los últimos tiempos del franquismo. Una bestia ávida de sangre
involucrada en todo tipo de torturas y sobre el que caen seria sospechas de
asesinato, a base de golpes, de aquellos
infortunados que caían bajo sus garras, como el estudiante Enrique Ruano,
fallecido después de un interrogatorio del “bueno” de Antonio. Indagando sobre
esta lúgubre institución, me llamó la atención que el compungido Carlos Arias
Navarro, presidente del gobierno y hombre fuerte del régimen, tras el asesinato de Carrero Blanco, el que anunciara la muerte del dictador al país, y
que lo hiciese a “moco tendido”, hubiese sido durante un tiempo director de la
DGS, y que cómo ya demostrara tras la toma de Málaga en la Guerra Civil, que le
valió el apodo de “carnicerito de Málaga”, su empeño en el cargo se saldó con
uno de los periodos más negativos de la institución. Bajo la dirección de Arias
Navarro, el joven dirigente del PCE, Julián Grimau, fue torturado hasta la
barbarie, defenestrado desde un segundo piso, sometido a un juicio sumarísimo,
y finalmente fusilado, ¡se puede ser más animal!
No quiero ahora hablar de los métodos,
sabemos que buscaban arruinar física y mentalmente a los apresados, destruir a
la persona hasta convertirla en un guiñapo, mezcla de sangre, dolor y miedo;
tampoco quiero mencionar a todos los torturadores, ya se ha escrito mucho sobre
Antonio González Pacheco, Celso Galván, Jesús Muñecas
Aguilar o José Ignacio Giralte González, quienes además, en muchos casos han
fallecido ya, o sus crímenes han prescrito, no busco la revancha, sólo hacer
justicia con las víctimas, y evidenciar que no todo ha sido un camino de rosas
en esa reverenciada transición, que todos loamos. Muchos de estos tipos,
recuerdan a hombres como Manuel Gómez Cantos, apodado el “exterminador de Mesas
de Ibor”, figura de los primeros tiempos del franquismo, famoso por asesinar en
las “limpiezas” que se hiciesen tras la finalización de la contienda civil,
pero, sin que sirva en modo alguno de justificación, en el caso de las bestias
arriba citadas, llevaron a cabo sus tropelías en los años setenta, e incluso
algunos, en los ochenta, eran las rémoras de la dictadura, que se fueron
diluyendo al son de la Libertad y la Democracia.
No vamos a olvidar las barbaridades que hicisteis, jamás
limpiareis vuestra conciencia, la Historia olvidará, pero desde aquí,
removeremos conciencias, y gritaremos si hace falta, para que vuestros sucios
nombres, y vuestras manos, manchadas de sangre inocente, las ideologías no
pueden ser silenciadas, no serán pasadas por alto, hemos aprendido a pasar de
página, pero la vuestra lleva un recordatorio especial bajo el título de
aberración o repugnancia. La memoria histórica, no ha de ser una argucia
política, tiene que estar al servicio de la democracia, puesto que si no somos
capaces de condenar a estos infames, jamás dejaremos de ver el pasado como algo
doloroso, jamás miraremos al futuro, siempre estaremos pendientes de un espejo
retrovisor opaco, manchado, vilipendiado.
Señores torturadores habéis fracasado, nunca seréis
capaces de amordazar la libertad de expresión, jamás mataréis al pueblo
soberano, no habrá alcohol que os permita dormir en paz ni un sólo día de
vuestra mísera existencia, siempre, siempre, siempre, la LIBERTAD TRIUNFARÁ. Espero
que tengáis una larga vida, disfrutad de vuestros fantasmas, cada uno tenemos
los nuestros.
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