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sábado, 12 de abril de 2025

El valle de los sueños.

El rostro enjuto, largo bigote, descuidado, la barba de varios días, la mirada fija en algún punto del horizonte, una faz curtida, bajo una boina calada, las manos fuertes y castigadas. Ropa sucia, gastada, de tanto bregar. Esta breve descripción pretende ser fiel a la imagen que sirve de portada a la novela gráfica “la balada del Norte” y corresponde a la recreación de Paulino, un minero veterano que protagoniza el primer tomo de esta tetralogía, y que bien pudiera ser la de cualquier minero español de los años treinta. Me ha encantado, no puedo decir otra cosa, es más me he bebido la historieta en pocas horas, y me ha dejado un regusto muy agradable, hasta el punto de que esta misma tarde voy a ir a buscar el segundo tomo a la biblioteca. 
Quien no quiera que le destripe la historia, que deje de leer en este momento, aunque ya les digo que esto no es una reseña, sino sólo, una mera aproximación al libro y a su temática, cargada además, la misma, de mis propias impresiones. 
La novela recrea la vida de una comunidad minera asturiana, en los momentos previos a la revolución de Asturias de 1934, donde por más de quince días las cuencas carboníferas ardieron bajo el ardor de una fallida revolución que pretendía mejorar la horrible situación en la que se encontraban los trabajadores del carbón, y bueno, todos aquellos que, en general, componían la clase obrera y campesina española del momento. Con un tono mesurado relata las vivencias cotidianas de los pozos mineros, el peligroso día a día de los que tenían que bajar a las entrañas de la tierra a cambio de un exiguo jornal, la envidia que siempre trae consigo la mentira y la traición, los accidentes, y la vida después de la tragedia y la muerte. Pero también se relata el otro lado de la mina, las reuniones elegantes, las partidas de billar en las que se compran y venden acciones, o se compran las débiles voluntades de políticos o jueces corruptos, las cacerías que servían para la diversión y para cerrar tratos y negocios de una forma más desenfadada que en un frío despacho. Los sentimientos, la humanidad, y los números, que no siempre cuadran bien. Todo ello en el marco de una república atenazada por las izquierdas y las derechas, y relatado, con detalle, desde una ficticia redacción periodística que representaba los intereses de los trabajadores “La Noticia”. No, no voy a hablar de Tristán, el hijo del marqués, unido por la sangre con los poderosos, y por ideas con los desposeídos, ní tampoco diré mucho más sobre Isolina, la hija de Paulino, eso lo deberán ustedes descubrir en la obra de Zapico, que fervientemente recomiendo desde aquí. 
He acabado el libro hace un rato, esta misma mañana, y como en otras ocasiones, he podido relacionarlo con algunos pasajes cercanos, no en el tiempo, aunque sí en mí vida. Todavía recuerdo las historias que mi madre me contaba sobre su padre, mi abuelo, que fue picador, de carbón, y vivió experiencias muy parecidas a las relatadas en la novela. Y, parece que todavía oigo a mi tía Pura hablándome del marqués, en este caso de Comillas, al que se le debía buena parte de la colonia minera de Vallejo de Orbó y Barruelo de Santullán, sitios, por otra parte, privilegiados, dado que la mina permitió la existencia de escuelas, economato, hospital, farmacia e incluso, cine. Cuántas veces he paseado por la entrada de la mina de Vallejo, donde trabajó mi abuelo Aníbal, y tantos otros, y cuantas veces, mi madre, o mis tías, me han comentado en la puerta del Cine Ideal, ya abandonado, que allí vieron numerosas películas de la época dorada de Hollywood. Por cierto, estos cines, con capacidad para cuatrocientos espectadores, fueron los primeros de toda la provincia de Palencia. Sirva este escrito para decir, que el último libro que le vi leer a mi madre, fue uno en el que se contaba la vida de los mineros de Vallejo, y que llevaba por título …"el valle de los sueños”. 
Tras acabar el libro, y como un autómata, he subido arriba, y sólo en la habitación de forma casi mecánica he puesto en el móvil, la famosa canción minera "el pozo María Luisa ”, de ahí he pasado a “la plaza de mi pueblo “ y me he venido arriba, finalmente, con el impresionante himno de la Unión Soviética. Cuando me he querido dar cuenta estaba llorando como un niño, emocionado, que le vamos a hacer, no podemos negar nuestras raíces, y no debemos dejar nunca de pelear por ese otro mundo posible y real. Buenas tardes. 

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