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domingo, 24 de noviembre de 2019

Una gran biblioteca.

Había estado departiendo hasta altas horas de la madrugada con su anfitrión. Después de despedirse, había intentado dormir, pero no encontraba la postura, a pesar de tener un lecho bien mullido y cómodo. Prefirió tomar el aire asomándose por una de las grandes ventanas de su aposento. El aire que entró de la fría madrugada refrescó su rostro y abrió la puerta de la habitación dando paso a una estancia mayor, repleta de libros, no lo podía creer, estaba de suerte en aquel lejano país de la Europa Oriental. Amante de la lectura y sin nadie con quien hablar, salvo con su cliente, el extraño aristócrata interesado en las posibilidades inmobiliarias de su amado Londres, aquella gran biblioteca se abría paso como un oasis para los que atravesaban el desierto a lomos de un camello. Allí podría pasar el tiempo leyendo algún ejemplar de entre los cientos que se alineaban en largas y ordenadas filas agrupadas por temáticas. La mayoría de los mismos se hallaban escritos en algún dialecto de la región valaca, probablemente mezcla de la lengua de los dacios, los aportes romanos, y raíces eslavas. Se frustró, después de la alegría inicial, dado que no entendía nada de lo que decían aquellos libros, a pesar de distinguir algún que otro título, como "El Quijote", lo supo por la representación que en la portada se hacía del caballero español y su escudero, o del Malleus Maleficarum, el martillo de brujas, por estar en latín, tanto el título, como la propia obra. 
Del súbito interés inicial había pasado a la frustración, pero sin perder el ánimo decidió seguir  buscando algún ejemplar en la lengua del imperio, para poder leer, y así matar el tiempo, que pasaba muy lento, desde que hacía ya dos semanas había arribado a un castillo oscuro y perdido en el lugar más recóndito de Europa. Ensimismado tropezó con un gran sillón de terciopelo rojo y acabados de madera bañada en oro, seguramente del conde, que se encontraba junto a una enorme mesa de trabajo. En la misma pudo encontrar un plano de Londres, bastante actual, en el había algunas "x" marcadas en distintos lugares de la capital inglesa, por ejemplo Essex o Carfax, lugares sin aparente conexión, pero de interés por lo que se podía observar para su insigne cliente. Debería interrogar al conde sobre aquel mapa en otra ocasión. En otro rincón de la mesa, había apiladas lo que parecían ser cartas marítimas del mediterráneo occidental, y distintos documentos que informaban sobre barcos que recorrían el trayecto desde el mar Negro hasta la propia Gran Bretaña. Aquello era muy extraño, aquel hombre parecía que llevaba siglos sin salir de su adorada tierra, como él la llamaba, y sin embargo todo indicaba que se estaba planteando un cambio de aires. Había gran información sobre rutas, puertos, vientos y corrientes, algo extraño, puesto que lo único que se necesitaba para surcar los mares, era comprar un pasaje y subirse al navío. Hombre extraño este Vlad. 
Se levantó pensativo, y caminó por la estancia, pudo encontrar una estantería con libros escritos en inglés, con clásicos de Shakespeare o Marlow, pero también gramáticas y léxicos para todo tipo de situaciones en la adorada Inglaterra. Estaba claro que el conde pretendía pasar un tiempo prolongado en Londres, qué había de malo en ello, era cierto que se estaba obsesionando, y que tenía una incipiente sensación de asfixia, parecía estar preso entre cuatro paredes, muy lujosas, pero paredes al fin y al cabo. La verdad que no había tenido ningún encontronazo con el conde, y que el trato del mismo había sido exquisito, tan sólo le había pedido que no saliese de sus aposentos, por ser el castillo viejo y estar casi en ruinas, algo comprensible, pero dos semanas en el mismo sitio, era agobiante. Encendió un cigarrillo y volvió a asomarse a la ventana, de nuevo el fresco de la noche, y un terrible lamento, el aullido de un lobo, que no muy lejos de allí anunciaba que aquel era su dominio, respiró profundamente, inhaló el aire frío, dio una última calada al pitillo, y arrojó la colilla por la ventana. Antes de cerrar observó como la pavesa del cigarro atravesaba la oscura noche dejando entrever el aleteo torpe de un enorme murciélago que se dirigía a una almena del castillo. Lo salvaje primaba en aquellas tierras pensó,  mientras regresaba a la estancia.
Seguidamente volvió a su aposento y se reclinó en la cama, rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó la foto de su prometida, sus cálidos rasgos le devolvieron algo de brío, sólo serán unos días y regresaré al hogar, se dijo, además tenía que ganarse el favor de sus superiores ahora que sus antecesor, el señor Renfield había pedido la baja por agotamiento. Que bella era su amada, era un hombre afortunado, sólo unos días más. Antes de disponerse a dormir, se mesuró la barba, hacía varios días que no se afeitaba, se percató que no había espejos en la habitación, bueno, mañana se afeitaría, para ello tenía un pequeño espejo en el equipaje. Poco a poco, Jonathan, que así se llamaba, fue cogiendo el sueño, era ya muy tarde, de fondo se volvían a escuchar los aullidos de los lobos, susurros y aleteos, cuan rara era aquella parte del mundo, pensó justo antes de dormirse. 

miércoles, 25 de septiembre de 2019

La nueva Sodoma


Anochecía cuando el carruaje atravesaba la puerta principal de Florencia, hacía varios días que habían salido con premura de Roma, y no se habían detenido más de lo necesario. Su presencia en la pujante república florentina era de todo punto necesaria para tratar de reconducir una situación que,  francamente,  tenía muy mala pinta. El carruaje se dirigió lo más rápido que pudo a un viejo palacio situado en las afueras de la ciudad; no había tiempo para protocolos, su visita no era por placer, sino para tratar de evitar un cisma en el seno de la Santa Iglesia de Roma. En los últimos años el imperio español había crecido de forma considerable con la incorporación de las Indias, la presencia española en las nuevas tierras  se justificaba bajo un mandato evangelizador. Ahora más que nunca, la Iglesia debía permanecer unida. Sin embargo, el Sumo Pontífice, Alejandro VI, no era el más adecuado para mantener esa uniformidad, su papado era muestra  de corrupción y simonía, un vivo ejemplo de los pecados capitales. Era necesario mantener la unidad cristiana y, por otro lado, que las regiones italianas estuviesen bajo control español, hechos ineludibles para mantener a Francia en un aislamiento que favorecía a los intereses hispánicos.  Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando tocaron a la puerta de su aposento. Tras la misma se escuchó una voz cansada, pero firme aún, la de Fray Antonio de Sarmiento, un anciano franciscano español, residente en Florencia desde tiempos de Cosme “el viejo”.
−Es la hora señor, no hay tiempo que perder. –profirió la voz del anciano.
−Enseguida salgo, estoy acabando de vestirme, aguardad un instante. –respondió el huésped.
Al momento se abrió la puerta y salió un caballero de mediana edad, impecable en sus maneras y en su vestir, como no podía ser de otra forma para quien ejercía el cargo de embajador de los Reyes Católicos ante la Santa Sede, su nombre García Laso de la Vega, comendador mayor de León e insigne capitán de los Tercios castellanos.
−Encantado de saludarle Fray Antonio, las referencias que tengo sobre usted, y las mismas vienen desde las altas esferas, son impecables. Sin embargo, entienda lo delicado de la misión y que no tengamos tiempo  para otros menesteres que  los vinculados al monje visionario. ¿Cómo están las cosas, ahora que su Santidad ha excomulgado al incendiario fraile?
−Verá, joven amigo, las cosas están peor que nunca. Compañías de jóvenes huérfanos recorren la ciudad  incautando todos los objetos banales, es decir,  aquellos que no tienen relación con la religión, y los llevan a la Plaza de la Señoría, donde irremediablemente arden en la llamada hoguera de las vanidades. Una pena, hasta el joven Sandro, ha quemado algunos de sus cuadros.
− ¡Qué barbaridad! ¿Botticelli?, también se ha dejado embaucar por el artificio y las peroratas de ese monje loco.
−Cuidado, es peligroso hablar así, incluso a buen recaudo como estamos. Savonarola tiene una legión de seguidores. Además, es cierto que sus sermones son febriles y angustiosos, pero sin duda, su oratoria es eficaz, al tiempo que predica con el ejemplo, su cuerpo es delgado, por los ayunos, y siempre porta cilicios y otros objetos con los que mortifica sus pecadoras carnes.  Es un fanático, que quizás en otro tiempo hubiese sido un Santo…, y no malinterprete mis palabras, todos sabemos que Roma es la mismísima Sodoma.
−Me temo que Girolamo no ha cedido en sus soflamas, incluso, usted, y conozco su fidelidad, casi  se ve imbuido de  las mismas.
−No me malinterprete, le digo, pero nuestro Alejandro Borja, está muy alejado del camino de Santidad que se le supone al vicario de Cristo en la Tierra.
−En fin, no demoremos más el objeto de nuestra misión, quiero ver en persona la famosa hoguera de las vanidades, y al visionario monje de Ferrara.
No quedaba mucho para la medianoche y la Plaza de la Señoría estaba abarrotada de gente, cientos de fieles de la nueva fe predicada por el monje excomulgado, de todas las edades, y de todas las condiciones sociales, se arremolinaban en torno a la misma, no querían perderse el espectáculo. En el centro de la plaza una enorme pira iluminaba la noche florentina, a su lado un grupo profuso de jóvenes, pulcramente vestidos de blanco iban depositando objetos, que arderían en breve, había espejos, cuadros, maquillaje y pelucas, y como no, libros, muchos libros, parece ser que todo aquello que no estuviese relacionado con la Biblia no tenía cabida en la teocracia florentina dirigida por Savonarola. Las Compañías Blancas, que así se llamaban aquellos jóvenes huérfanos, seguían afanados en su tarea, e incluso de cuando en cuando, mostraban al enfervorecido público algún libro que iba a arder. Desde donde estaban, García Laso de la Vega, y su anciano acompañante, Fray Antonio de Sarmiento, pudieron ver como seleccionaban varios ejemplares de la Divina Comedia de Dante, así como la Metamorfosis de Ovidio, y algún que otro libro de la antigua Grecia, como la Ilíada de Homero. Era un éxtasis que iba in crescendo esperando su momento álgido.
El gentío empezó a agitarse, comenzaron a vitorear consignas aprendidas de otras ocasiones, incluso algunos gritaron el viejo lema dulcinista ¡Penitenciagite!, hagamos penitencia.  Todo parecía indicar la llegada de Fray Girolamo a la plaza. Con paso quedo la comitiva, que incluía a un nutrido grupo de monjes del Convento de San Marcos, y que iba encabezada por el propio Savonarola, secundado por sus dos más fieles discípulos, Fray Doménico de Pescia, y Fra Silvestro, ascendió al estrado acomodándose en la bancada que presidia la plaza, justo en frente de la hoguera.  Sin más preámbulos, el monje comenzó a orar, el silencio se hizo en todo el recinto, de vez en cuando, paraba y observaba a los presentes, parecía que buscaba ver el efecto de sus acciones en los mismos. El tono comenzaba a subir, ya no rezaba, ahora refería sus enigmáticas visiones, que incluían la presencia de un nuevo Ciro, quien cambiaría el sentido de la Historia. Del susurro pasó al grito encolerizado cuando centró el objeto de sus palabras en la Santa Sede.
            − “(…) has contaminado con tú pecadora presencia los Santos Lugares, has convertido Roma en un vil lupanar, eres la encarnación del demonio. No me retracto de nada, Alejandro, tú eres quien arderás en el fuego del averno, y contigo esa panda de monjes lujuriosos, contaminados por la gula y la avaricia. Eres soberbio, y la simonía es la marca de tus acciones. La nueva Sodoma en Roma (…)”
En aquel momento, ante la mención de la ciudad bíblica, García Laso de la Vega, no pudo evitar mirar a los ojos de Fray Antonio, quien apurado evitó la acusadora mirada del diplomático, y siguió atento a las palabras del enfervorecido orador.
            − “(…) no quieres holocausto (…) edifica los muros de Jerusalén (…) Señor, abre mis labios”.
Entre grito y grito, caía exhausto el monje sobre sus rodillas. Se quedaba sin fuerzas, al tiempo que dichos bríos eran recibidos con tremendo entusiasmo por sus seguidores, que animaban al religioso profiriendo gritos e insultos en contra de Roma y del propio Papa, aquello era inadmisible, pensó el embajador, habría que intentar un imposible, ahora entendía la preocupación de la reina Isabel, cuando le encomendó la misión de viajar a Florencia e interceder por el Papa español, no era una misión menor, ni mucho menos.
            − “(…) enmudezcan los labios mentirosos. Sí, Alejandro, enmudezcan tus labios mentirosos y perezosos. No me rendiré, desde aquí te reto, nuevo Satanás, que ardan las Vanidades.
En ese preciso instante los objetos fueron lanzados a la hoguera, que rápidamente iluminó con fuerza redentora a los allí presentes. Por un instante, la luz también iluminó el rostro del santón, estaba sudando, parecía enfermizo, pero sus ojos mostraban una voluntad a prueba de bulas papales. No, Savonarola no se iba a detener, la ruptura de la unidad de la Iglesia estaba en camino. Más tarde, de madrugada, incapaz de dormir, García Laso de la Vega, reflexionaba sobre lo acontecido, y sobre lo que aún restaba de su misión, la parte más importante de la misma. Al alba partiría al Convento de San Marcos, allí tendría una entrevista con Savonarola, sinceramente, debía reconocer que ese hombre delgado, de nariz aguileña, le daba miedo.
De camino a Roma, García Laso de la Vega rememoraba en su cabeza el encuentro con el monje de Ferrara. Aquella misma mañana acudió bien temprano al convento del dominico. Nada más llegar fue llevado a la celda de Fray Girolamo de Savonarola. La estancia era muy pequeña, y lúgubre, no tenía sino lo justo, un pequeño jergón sobre el que reposar y una pequeña mesa donde se veían algunos legajos en los que recientemente había estado trabajando. A su llegada el monje seguía orando, se veían restos de sangre en sus manos, probablemente se había estado fustigado o recolocando el cilicio. La presencia del monje, en las distancias cortas era todavía más imponente. Tremendamente delgado, su mirada parecida a la de una rapaz, con la  gran nariz, le daban un aspecto poco amigable. Sin embargo, su trato fue tremendamente sutil, parecía mucho más calmado que la noche anterior, y dentro de las posibilidades del lugar y la situación,  fue lo más amable posible, hecho este  que aún tensionaba más al dignatario español. No hubo muchos preámbulos, el monje fue al grano, parecía ocupado y no tenía tiempo que perder.
−Me han informado de su presencia en la ciudad desde la tarde de ayer. –rompió el hielo Savonarola−. ¿Estuvo en el acto de purificación de la plaza? No responda, se que estuvo usted, acompañado de Fray Antonio, el viejo franciscano. Se puede saber qué quiere de un humilde monje el representante de la Católica España en Roma, otrora capital del Cristianismo, y hoy tan sólo un nido de víboras.
−Está usted bien informado −exclamó el español, sorprendido−. Llegué ayer y marcho hoy, no tengo mucho tiempo que perder, Fray Girolamo, mi presencia en Florencia se debe a un mandato de…
−A un mandato del Satanás de Roma –irrumpió Girolamo.
−No, no, ni mucho menos, mi presencia se debe a un precepto de la Católica reina de Castilla, Isabel I. Nada tiene que ver con el Pontífice. Aunque verá, mis intenciones son más políticas que religiosas. En resumidas cuentas, le pido que dé marcha atrás, por el bien de la Cristiandad, por el bien del mundo conocido.
−Me pide un imposible, amigo García Laso de la Vega, soy firme en mis convicciones. He visto mi propia muerte en la pira, mi causa está perdida, y es tarde para ninguna rectificación. Pronto arderé yo aquí, pero la Sodoma de los Borgia arderá eternamente, escrito está. La unidad de la falsa Iglesia seguirá a pesar de mis empeños.
−Sabe usted que está perdido, y ¿aún así sigue en su empeño? Admirable.
−Los caminos del Señor son inescrutables. No hay retractación posible. Amigo español, ¿conoce usted las siete virtudes?
−Conozco las fronteras de mi reino, y las querencias de mis señores, los Reyes Católicos, sin embargo, no estoy en condiciones de competir con usted en cuestiones de dogma –profirió el español, un tanto acalorado.
−Le refrescaré la memoria; humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia. Nuestro Santo Padre no cumple ninguna de las mismas. Estamos gobernados por un usurpador, que a la postre recrea en sí mismo los siete pecados capitales. ¿Los recuerda? Verá como no falta ninguno de ellos en el Papa Alejandro VI. Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Quizá no en ese orden, pero todos. Tiene y hace gala de todos los pecados capitales, y no contempla ninguna virtud. Yo no romperé con esta Iglesia corrupta, moriré en las brasas, pero las indulgencias, y los pecados, acabarán por romper con esta nueva Sodoma. Amigo, García, no hay remedio para mi causa, pero no temáis, ya sabéis lo que sucederá, marchad en paz.
No hubo más conversación, no hubo diplomacia. La mirada de aquel hombre y su convicción hacían inútil cualquier empeño de hacerle cambiar de opinión. Su pequeña disertación sobre las virtudes y los siete pecados capitales bastaban para constatar que era un hombre de sólidos principios al que no iban cambiar ni los intereses de la Iglesia, ni los de la católica España. Por momentos, el embajador se sintió como un títere movido por hilos de superiores empeños. Todo apuntaba a que Girolamo sabía cómo iba a finalizar el asunto. El tiempo diría si Savonarola había errado en sus premoniciones o si por el contrario estaba en lo cierto. En el fondo de su corazón sabía que no eran huecas las palabras del monje, tenían su parte de razón, la Iglesia estaba corrompida, era la nueva Sodoma, pero, cómo es posible, ahora era él mismo quien se sentía imbuido de las enseñanzas de Fray Girolamo de Savonarola. Pronto llegaría a Roma, la Iglesia al menos seguía siendo universal.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El día de la Marmota.


Conforme pasan los días, uno comienza a tener la sensación que tuviera Bill Murray en la famosa película “Atrapado en el Tiempo”, si, aquella película que dio a conocer la tradición de la marmota que anuncia cuánto más a durar el invierno en un estado norteamericano. En este caso, independientemente de marmotas, está claro que vienen varias semanas de duro invierno, lógicamente, hablando en sentido figurado, y haciendo referencia a nuestra situación política.
Nuestra clase política no ha sabido ponerse de acuerdo para gobernar, lo cual es tremendamente preocupante, dado que se trata de repartir responsabilidades y seguir el mandato del pueblo. Yo me pregunto que habría sido de la humanidad, si en la II Guerra Mundial, con casi sesenta millones de muertos en el campo de batalla, hubiésemos tenido líderes como los que nos representan en la actualidad. Pienso en los acuerdos de la Moncloa, donde junto a Marcelino Camacho, recién salido de prisión por su militancia izquierdista, se sentaba Manuel Fraga, ministro del franquismo (régimen) que acaba de expirar junto con el dictador. Son dos pequeños ejemplos de tener “altura política”, superar las diferencias personales o ideológicas en pro del beneficio común. Claro está, yo sólo soy un bobo idealista que cree en la posibilidad de un mundo mejor, y que, confieso, todavía sueño con la utopía de poder cambiar las cosas. Otro mundo es posible.
Parece ser que en nuestros días no cuentan las ideas, partidos como Ciudadanos son un claro ejemplo de lo que aquí afirmo, puesto que su programa es un conjunto de postulados interesados al calor de lo que convenga en el momento determinado. Las ideologías no están de moda, algunos pretenden enterrar a Marx sustituyéndole por asesores que lejos de tratar de conseguir un beneficio comunal buscan un triunfo electoral a cualquier precio. Si Churchill hubiese tenido un asesor omnisciente hubiese dejado de ser el líder que fue, aquel que supo ver el camino donde otros sólo veían la esvástica en Westminster, y ese supuesto gurú, por  contra  aparecería en los libros de historia. Algo hacemos mal cuando un supuesto líder sólo se agarra a lo que sus asesores le dicen y hace, propone y actúa en función de dicho criterio.
El 28 de abril se celebraron elecciones generales, el pueblo habló con normalidad democrática y los resultados fueron muy abiertos, ganaban los socialistas, aunque sin mayoría absoluta. Hasta ahí todo correcto, y sin embargo, esta semana que va llegando a su fin, conocemos que no ha habido forma de conformar un ejecutivo de progreso y hay que ir de nuevo a elecciones. En este momento reconozco que la desazón que tengo es enorme, y de ahí el título de este artículo  “el día de la marmota”, puesto que parece que volvemos a repetir las mismas vivencias de  hace tan sólo cuatro meses. Que desastre de políticos ególatras e incompetentes, no se dan cuenta que el país necesita un timonel lo antes posible, que si este barco en el que vamos todos montados, no elige una buena tripulación nos vemos abocados a zozobrar. Parece ser que tenemos que repetir y repetir las elecciones hasta que salga un resultado lo suficientemente correcto para que sus señorías hagan y deshagan a su antojo. Me niego, se que cambiaré de postura, pero a día de hoy mi posición es la abstención, anda y que les den...tila, señores.  
Pensiones, brexit, oposiciones varias, parados, presupuestos, sanidad, educación, transporte, territorio, todo depende de  que un grupo de señores que no saben construir en democracia, ya han pasado los tiempos de mayorías absolutas y de convertir esos liderazgos longevos por los votos en algo muy semejante a lo que fue por las “botas” (salvando las distancias, se que no es comparable), se pongan de acuerdo para formalizar la voz del pueblo. Ya hemos hablado señorías, no estamos para más historias, tengan un poco de “talla” política y gobiernen que es su trabajo. Buenas tardes con dolor de barriga.  


lunes, 6 de mayo de 2019

Sección Internacional

Mira ensimismado desde la ventana, la neblina apenas permite ver más allá del haz de luz que emiten las  lámparas de gas que alumbran la calle. En la chimenea la madera crepita por el fuego, no hace mucho que han avivado las llamas. Se está cómodo en el apartamento de la calle Baker. El sonido de un violín tocado con mesurada maestría inunda la estancia, parece que así uno se concentra mejor. No le interesa la melodía, sino la capacidad del instrumento para alejarlo del tedio de la vida cotidiana. Hace meses que no encuentra ningún placer intelectual que alimente su ego, cualquier enigma que ponga a prueba su depurada capacidad deductiva. 1884 se está mostrando como un año enormemente aburrido, un par de casos menores y poco más, echa de menos alguna peligrosa aventura que le saque del marasmo en el que vive. 
Tan concentrado está en sus pensamientos y en el violín que no advierte la llegada de su compañero quien  no queriendo molestar, precavidamente, se sienta en el sillón y comienza a leer el periódico. El recién llegado, se retrepa en el asiento, estira los pies, ha sido un día duro recorriendo Londres de casa en casa, pasando consulta a clientes adinerados, bastante quejicas y poco enfermos, a pesar de sus protestas y lamentos. El "Strand" habla de política y sociedad, no le interesa mucho, prefiere la sección internacional, probablemente por su pasado como militar al servicio del imperio, en Afganistán, que tiempos aquellos, cuando era un joven soñador, al servicio de su Majestad, la Reina Victoria. Absorto en la lectura profiere en voz alta; 
-¡Qué curiosos son estos españoles!
La música del violín cesa al instante. El apasionado interprete se percata que no está sólo, no sabe cuanto tiempo ha estado de solista delante de su "educado" compañero de piso. 
- Watson, no sabía que estaba ahí. ¿A qué se refiere con lo de los españoles?
- Nada, Holmes, no se preocupe, le vi ensimismado con el instrumento y no quise interrumpir. Han sido sólo unos minutos. Estaba leyendo el "Strand", y bueno, parece ser que se han celebrado elecciones en España. Han establecido un sistema de turnos de partidos en el poder, se alternan de forma pacífica en el gobierno. 
- Hasta ahí todo normal, ¿no?. Imagino que su sorpresa se debe a algún detalle que ahora mismo no alcanzo a entender. ¿Me equivoco?
- Siempre tan agudo. Si, es un sistema aparentemente normal. Un rey, un Borbón, de origen francés, cosa que no casa mucho con los españoles, sabido es que ambas naciones han tenido numerosos enfrentamientos a lo largo de la Historia. Más allá de la procedencia de la dinastía, es más significativo aún decir que el marco legal, es la Constitución de 1876. Duradera constitución para ser España, creo que son bastante asiduos a cambiar los textos legales, este parece que se está consolidado. 
- Por Dios, amigo,no sabía que aparte de ser usted Doctor en Medicina fuese también un entendido en Historia española. 
- Nada de eso, no se burle usted de mi, sólo es interés, probablemente porque en mi juventud estuve pasando unas vacaciones en Gibraltar, y pude conocer parte del sur español. Que calor Holmes, usted no se hace idea. Pero déjeme que le diga que me ha llamado la atención. El caso es el siguiente, en España no hay democracia, se ha establecido un sistema político inspirado en el nuestro, el británico, pero en el que se manipulan los resultados.
-¿ Cómo es eso posible?, la oposición se quejaría, es impensable que un sistema se mantenga así.
-Nada de eso, el truco está en el acuerdo que establecen los líderes de los dos partidos, hay un trato previo a las elecciones, y así establecen  quien forma gobierno. 
- Pero habría que cambiar los votos..., no lo veo Watson.
- Me divierte Holmes verle boquiabierto a usted, cuando suele ser al contrario. Verá, hay diversos métodos de manipulación. El más escandaloso consiste en sustituir la urna electoral real por otra manipulada...
- ¡Qué barbaridad!
- Sólo estamos empezando amigo, en otras ocasiones, al margen del pucherazo, que es como se llama este sistema, usan otros métodos. Por ejemplo, es normal que acudan a votar los difuntos, a esto le llaman, y tiene su gracia, voto de "Lázaros". 
-Levántate y...vota.
-Cierto, además, también "encasillan" al candidato que debe salir y a través de un sistema jerarquizado y denominado "caciquismo", cada jefecillo local o provincial, hace su trabajo manipulando por todos los medios los resultados electorales. Por eso me asombraba con este país, que hace no tanto fue imperio, y nos dio todo lo que pudo a nosotros, los ingleses. 
- Querido Watson, no me deja de asombrar, yo que pensaba que sus miras no iban más allá de nuestro insigne imperio. Verá, todos los pueblos tienen sus costumbres, sus bondades y sus lacras, nosotros no estamos para dar muchas lecciones. En nuestro Londres, se compra todo, desde opio hasta amor de talonario en el East End. Sin embargo, resulta que en nuestro imperio no existen las prostitutas, o al menos eso dicen las autoridades. De la monarquía, mejor no hablar, mis jóvenes esbirros, los "irregulares", me informan que el insigne príncipe "Albert Víctor", frecuenta la compañía de mujeres de mal vivir, algunas de ellas, infectadas de sífilis, por cierto tremendamente contagiosa, la enfermedad. Ante esto, ¿mejor un Borbón?¿quién sabe? 
- Cuidado Holmes, esas palabras son peligrosas, ante todo, respeto a la Reina Victoria, sería un escándalo.
-Que ella misma se encargaría de cortar de raíz para que no llegase a la opinión pública. Se imagina, un fanático enloquecido asesinando prostitutas en nombre del imperio. Que cosas.
La conversación se ve interrumpida por la entrada de la Señora Hudson en la habitación, rápidamente informa que un señor, aparentemente muy nervioso está en la puerta y requiere los servicios del Señor Holmes. Automáticamente el Detective, mira a Watson dándole a enteder que se ha acabado la conversación, al tiempo que enciende su pipa, ahora es Holmes quien se acomoda en el sillón, e inhala una amplia calada. Conforme expira el humo le dice a la señora Hudson.
-Hágale pasar, veamos que nos cuenta el Inspector Lestrade.
Al tiempo que entra en la estancia el nuevo visitante...
-Pero, ¿cómo ha sabido qué era el Inspector?
- Cada uno sabe de sus cosas, amigo, cierre la boca, ahora la abre usted.

sábado, 6 de abril de 2019

Girolamo

Su cuerpo martirizado se revuelve sobre la tabla que sirve de lecho, el sudor empapa la frente, y cubre el rostro. Tiene fiebre, su cabeza se ladea con fuerza de un lado a otro del camastro, arrastrando el cuerpo tras de si. Es un sueño convulso, inquieto, enfermizo. La boca entreabierta profiere sonidos inconexos, palabras sin sentido, el sueño apacible de hace un par de horas se ha trasformado en pesadilla y ésta en visión profética. El monje observa una sucesión de imágenes en su cabeza, reales, casi se pueden tocar, mesnadas de soldados extranjeros, estandartes, la flor de Lis, un nuevo Papa, corrupción y felonías, la renacida  Sodoma en Roma, y el fuego, las piras, las hogueras. Desde su llegada a Florencia las visiones son más frecuentes, casi cada semana tiene un sueño febril, y aparecen las imágenes en un mosaico desordenado pero que va adquiriendo sentido. Está en la cúspide de su poder, y lo sabe, Lorenzo "el Magnífico" ha sido requerido a nueva vida, y el "nuevo Ciro" francés de momento permite, quizás por temor cristiano, la teocracia que se levanta en la Toscana y de la que él es su máximo exponente. Una pieza nueva del puzzle ha sido descubierta, pero todavía hay tiempo para concluir la obra encomendada. 
Poco a poco van pasando las horas, bastante antes de que el primer rayo de luz ilumine la humilde estancia, el monje dominico postrado sobre sus rodillas reza en el suelo, trata de buscar consuelo a su alma, aunque este es un difícil empeño. Se fustiga y aleja los demonios de la tentación, se abre la espalda en canal, su cuerpo es una enorme herida. El ayuno deja ver una cara cadavérica, donde destaca una prominente nariz aguileña, y un cuerpo huesudo, surcado de héridas generadas por el látigo, las piernas horadadas por el cilicio que cada día lleva más prieto. El visionario lleva a raja tabla la disciplina, la oración, el ayuno, la pobreza, y el ejemplo.
Retumba en la celda la voz que profiere desde el exterior, Fra Domenico de Pescia, está preocupado por la tardanza del prior, y le sugiere presteza, el resto de monjes le aguardan para la alabanza de maitines, es una obligación que no se puede eludir, y que además, no quiere eludir, hay que ser rígido a la hora de cumplir con las obligaciones, más aún cuando uno tiene que dar el máximo ejemplo. Actúa de forma mecánica, repite lo que ya ha hecho otras muchas veces, su cabeza no está ahí, sigue en las visiones, en los sueños, en este caso, la apertura de un nuevo sello, le asusta, por primera vez, desde que comenzó a ver lo venidero, cuando no era más que un niño, en su añorada Ferrara, vislumbra un final, su propio final, y lo más importante, el de su obra. 
Vuelve a su celda, hay que orar, y pedir perdón por los males que acechan al mundo, más ahora que la corrupción se ha instaurado en el Castillo de Sant Angello. Casi ha conseguido culminar su obra, la gente tiene miedo de Dios, piden perdón por ser pecadores, ayunan, sabe el monje, que es el terror lo que les motiva a ser piadosos, pero no hay otro camino, obediencia, penitencia, oración, ayuno y mortificación. Las compañías blancas conformadas por niños huérfanos trabajan en su favor y controlan a los pecadores, además contribuyen a dar cuerpo a la Hoguera de las Vanidades, ellos son los mejores guardianes de la fe. 
El traidor de Roma le ha excomulgado, precisamente a él, que cumple con los evangelios de forma impoluta, de forma radical si, pero es que los tiempos no están para otros miramientos. El diablo corrompe a los hombres, los consume en el vicio y la carne, el Papa es un despojo endemoniado. No hay retractación, no hay vuelta atrás, la única salida es seguir adelante, contra todos, por Dios. 
El día se consume, no hay tiempo para temores, el final está cerca, y los últimos actos deben suceder como él ya ha visto. Sus acólitos lo acompañan desde el Convento de San Marcos, hasta la Catedral, por el camino se la han ido sumando más y más seguidores, algunos con fe en el maestro, otros por curiosidad o miedo. Desde el púlpito ora Girolamo, comienza la predicación, miles de cabezas le observan expectantes, su voz es un susurro, no hay justificación en sus actos, es firme su creencia, su cuerpo mortificado es buena prueba de ello. Las palabras se suceden, aparecen las visiones proféticas, la muerte, las epidemias, el tono se hace caustico, metálico, la mímica apasionada, entre el público los primeros suspiros de temor, los oyentes se dejan llevar por el discurso apocalíptico. Fra Domenico y Fra Silvestro, sus primeros seguidores se agitan nerviosos en sus bancos, el sermón sube de tono. Los salmos son repetidos como parte de la acusación del dominico, son prueba latente de los incumplimientos de la curia romana "aborrezco a los que esperan en Vanidades ilusorias", arderéis en los fuegos del averno, retruenan las palabras en la cúpula del templo de templos en Florencia, " en tus manos están mis tiempos", las miradas recorren aterrorizadas el rostro del orador, "no quieres holocausto", el apasionamiento es tal que se escapan las babas de la boca del monje, quien parece en trance, "edifica los muros de Jerusalén", derriba de una vez esa Iglesia corrupta del falso Papa Alejandro, "entonces te agradarán los sacrificios de justicia", se desgañita  antes de caer sobre sus rodillas llorando y en éxtasis místico, es sólo un momento, sus acólitos rápidamente le arropan, le ayudan, corean su nombre, Girolamo, Girolamo, le acompañan a la plaza de la Signoria, ese día arden las "vanidades", pero pronto, Savonarola sabe que serán sus carnes las que ardan en la pira, escrito está. 


domingo, 27 de enero de 2019

Mentiras "deluxe"

Podría comenzar diciendo que "vamos a contar mentiras", como dice la canción, sin embargo, este artículo no trata exactamente de eso, hablaremos de la mentira, pero en un sentido muy distinto, vinculada al calor que nos da su cobijo en momentos de duda, de desamparo o de auto convencimiento. Es cierto que en algunos casos no denominamos a tal concepto como tal, como mentira, preferimos hablar de fe, de esperanza, de entrega, o hasta de lucha, a lo largo de las próximas lineas trataré de escudriñar estos aspectos. 
El otro día, por la calle me crucé con dos monjas, no se si es signo de mal agüero o de buena chanza, el caso es que sucedió, que me eliminen los dioses si es que miento. Además no queda la cosa ahí, una de ellas era anciana y blanca, la otra joven y de color, probablemente latinoamericana, sabemos de sobra que la Iglesia pierde vocaciones en Mundo Subnormal, y suple la falta con gente de más allá del charco. El caso es que la monja de menor edad iba a paso raudo, sonriente, encantada de la vida, bueno, así es como yo me la cruce por la calle, y frente a esa alegría vital, mi nubarrón racionalista se quedó sorprendido, y me dije a mi mismo, que valor tiene esta gente, entregan su vida en nombre de la fe, de la creencia, de una vida más allá de la Parca. Como siempre viene la duda cartesiana, y nos preguntamos, y si todo esto es mentira, si no existe nada más que este mundo que nos toca. Se trataría de vidas entregadas a una causa inútil, sin embargo, es esa mentira la que les permite ver un cierto sentido divino a un accidente de tráfico, a una violación, o a que un pequeño sea arrebatado de la vida por un pozo ilegal y maldito. Si, si, ya se lo del libre albedrío, pero eso funcionaría con adultos, no con niños inocentes, o con animales irracionales, que también sufren las calamidades de este mundo injusto. No podemos engañarnos, la fe, que puede que tenga mucho de auto engaño, nos da calor y nos mima, ante este invierno constante que es el día a día. 
Hay otra faceta en el engaño que nos aportan las religiones, aquel que se resguarda en la entrega de una pequeña limosna para alimentar al monstruo de nuestras propias conciencias, de nuestra inacción por cambiar la realidad actual, bárbara, desigual, irracional, pero mantenida por espurios intereses económicos de todo tipo. El "buen" cristiano que responde al patrón de "fariseo" al estilo de las Sagradas Escrituras, que se persigna, se confiesa, comulga y entrega cinco céntimos de propina en la parroquia, a la par que pone verde al vecino, envidia a la vecina, aguza la vista desde la mirilla, y taladra con la mirada a todo aquel que no cuadra con sus cortos parámetros de beatería barata. Este tipo de personas viven una tremenda mentira, al pensar que cumplen con los designios de su dios, pero sólo compran lo superficial del mensaje (incienso y rosarios incluidos), y así todo sirio es un potencial terrorista, o todos los marroquíes, los moros, son gente de mal vivir, obviando entre otras cosas, que el propio Jesús, era palestino de nacimiento y judío de religión. Sepulcros blanqueados, hipócritas, que vivís en la mentira y a sabiendas que antes entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.
No es el mismo tipo de mentira, pero también la realidad que crea genera consuelo a sus acólitos, y los engaña en el quehacer de sus labores. Hablo en este momento de las militancias en los partidos políticos, generalmente de izquierdas, pero valen de cualquier tipo de ideología. Así, alguien que milita en un partido supuestamente obrero hace campaña para luchar en contra de las desigualdades, en pro de la emancipación de la clase trabajadora, pelea por un mundo mejor, coloca carteles y hasta defiende a sus líderes (cuidado, que no afirmo yo, que todos los sean) en tertulias, cafés y tabernas de todo pelaje, llegando incluso a la refriega, ya saben ustedes, que en España se puede hablar de todo, menos de fútbol, religión y política. A razón de lo anterior ya sólo me queda un tema para no volver hablar en un tiempo, lo prometo. Sin embargo, en nuestra democracia hace mucho que los partidos dejaron de hacer caso a sus siglas, es más, hasta sucede lo contrario, si un partido asegura ser democrático, probablemente le falten algunos puntos para conseguirlo, o si los estatutos rezan la condición republicana, no es óbice para apoyar a un rey, o a dos. Eso señores lo sabe todo el mundo, los partidos son máquinas electorales, gigantes en busca del poder, y los militantes de los mismos hace tiempo que dejaron de luchar, sólo se hace en beneficio de los intereses propios. Si en el Ayuntamiento colocan a los míos, colocan a los obreros, colocan a los buenos. No, te han enchufado, al menos intenta ser eficiente, y saber que estás ahí haciendo trampas, trabaja compañero.
En fin, esto no da para mucho más, hemos estado trece días agarrados a la fe, a la mentira colectiva que nos daba sosiego, el pequeño no podía morir en ese pozo, la vida no puede ser así, pero nos engañábamos en vano, para no afrontar la triste realidad, y finalmente, la historia ha acabado muy mal, como otras muchas veces. Vivimos bien con nuestras mentiras, con nuestras verdades, afuera de las mismas, hace mucho frío, es propio de la condición humana. Quizás tendríamos que abrigarnos y salir fuera, paliar el frío, mejorar el mundo. Ya empieza el partido del domingo, les dejo señores, ahí tienen el tercer asunto vedado, el fútbol. Que tengan una buena semana. 

domingo, 13 de enero de 2019

El paseito...

Después de los atracones navideños, y probablemente porque no tenía nada mejor que hacer, el otro día,  decidí dar un paseito por la ciudad. Badajoz es una ciudad que se debe conocer a pie, no es una urbe, esas cosas no existen en mi Extremadura, pero el trasiego diario se suele hacer en coche, y al volante se pierde parte del encanto del lugar, que no es poco, créanme. 
En mi deambular fui testigo de la pugna que se abre estos días en "mundo subnormal" entre la resistencia que trata de mantener el alumbrado navideño, las estampas del niño Jesús en sus ventanas, y demás vestigios del ya pasado simulacro de paz y alegría que supone la navidad, y por otro lado, los mil carteles que anuncian el inicio de las Rebajas, y recrudecen la ya de por sí terrible cuesta de enero. No se porque me da la impresión que en nuestro país la cuesta es constante, con pocas etapas llanas, siguiendo el símil ciclista. 
Casi como un autómata dirigí mis pasos hacia la zona vieja de la ciudad, la de calles intrincadas, donde se masca la historia en el aire, cada esquina susurra semblanzas de un pasado remoto y no tan remoto, cada recoveco refiere algún amorío prohibido, y cada balcón ha sido testigo de mil traiciones y conjuras.  Iba inmerso en mis pensamientos, entre desamortizaciones y cambios de gobierno, entre moderados y progresistas, entre Narváez  y Espartero, elucubraciones estas, derivadas de mi dedicación a la docencia cuando comencé a fijarme en algunos detalles que me rodeaban, y que me dieron el combustible necesario para el artículo que tiene usted delante de sus ojos.
En primer lugar me encontré con un muchacho joven, no mas de 18 años, acompañado por su padre, charlaban tranquilamente, pero al pasar por una iglesia, y probablemente derivado de la imagen del "cristo" en la pared, el chaval se persignó devotamente, al menos tres veces. Yo seguí mi camino, ni me inmuté, pero mis pensamientos, hasta ese momento el el siglo XIX, volvieron de repente al presente. Sinceramente tengo que reconocer que me llamó la atención, quizás porque estemos más acostumbrados a ver manifestaciones religiosas en personas de más edad, y no en gente tan joven. A partir del gesto religioso, y con el "ojo antropológico" puesto en marcha, llegué a la conclusión que el tipo fuera cofrade, y que participase con ahínco en las procesiones, portando alguna imagen. Es curioso, a los que nos falta fe, nos llama poderosamente la atención que haya gente, incluso muy jóvenes, que siguen atraídos por la religión y los dramas sociales que se desarrollan en torno a la Iglesia y su sistema de dominación. No se porqué me extraño de esto, la verdad, puedo dar testimonio de alumnos con una tremenda fe en las imágenes religiosas, fe cercana al fanatismo que da la incultura, y muy poco o nulo empeño en otras materias no tan sacras pero si imprescindibles como la Historia o las Matemáticas. 
Seguía con mis reflexiones internas, caminando sin rumbo fijo, cuando observe otra situación. En este caso se trataba de un niño de no más de 11 años, acompañado en este caso por su abuela, digo yo que fuera su abuela, al menos por la edad eso parecía. Venían de algún centro educativo, o cualquier academia de idiomas, refuerzos, ballet o vete a saber tú de dónde, dada la cantidad de tareas que tienen que tener ocupados a los niños hoy en día, mañana o tarde, para que los padres puedan respirar, no se engañen, cada vez se estudia menos. Deduje esta realidad por la mochila, y lo que me indignó, fue que la misma la llevaba la abuela, es cierto que tenía ruedas, pero tiraba de la misma la abuela, mientras que el niño, con cara de pánfilo no hacía ni el más mínimo esfuerzo por ayudar a la afanada señora. El mundo al revés me dije. Cincuenta años o más separan a la abuela del nieto, medio siglo en el que hemos pasado de empezar a trabajar con 9 años y con muchas carencias vitales, a una vida regalada, que hace que los niños no valoren nada y no sean capaces ni de plantearse la anormalidad y también amoralidad de situaciones como las descritas. No se trata de que la gente del siglo XXI, viva como la del siglo XIX, pero debemos hacer un esfuerzo por dejar de sobreproteger e intentar educar gente "independiente" y preparada para la "jungla" a la que deberán hacer frente en pocos años. 
Emprendía el camino de regreso a casa, dando vueltas a lo vivido, cuando,  en otra zona, donde las "ofertas" le ganaban definitivamente la batalla a los "Reyes Magos",  pude observar,  otra desagradable circunstancia que pone de manifiesto lo retorcidos que somos y el poco tiento que tenemos para con nosotros mismos. Resulta que el problema de aparcamiento es algo endémico en Badajoz, al igual que en todas las ciudades, donde un millar de personas se esfuerzan en ir a una calle de tiendas en coche intentando encontrar un lugar donde depositar el auto mientras pelan sus tarjetas al son de promociones cansinas y eslogan vacíos, pero convincentes. El caso es que un conductor, con toda su jeta, llegó a toda velocidad, y aparcó su utilitario, con tanta desgana o mala leche, que no introdujo el vehículo de forma vertical entre las líneas, sino de forma "quasi" horizontal, haciendo que el espacio que quedaba para otro aparcamiento se perdiese, y sucesivamente el resto de coches que aparcaron  en la fila, tuvieron que seguir el patrón del mastuerzo inicial. Digo yo, qué nos costará hacer las cosas bien, pensando un poquito en los demás, y viendo lo que molesta que nos hagan esas "jodeuras" a nosotros, que todos hemos pasado por alguna situación semejante. 
En mi deambular por la ciudad, oxigené mi cuerpo y preocupé  mi ánimo, puesto que me embargó la sensación de vivir una vuelta al medievo, donde la sociedad era supersticiosa y crédula, donde había quienes tiraban del carro de una minoría que tenía por suerte haber nacido en una cuna aristocrática, donde la violencia era la norma, y la solidaridad algo que sólo existía en las historias de juglares o cuentos de niños. Han pasado cientos de años de aquella realidad, pero parece que no estamos muy lejos de sus ecos, y volvemos a sus parámetros intelectuales y comportamentales, olvidando lo que ha costado llegar a una sociedad que con sus "enormes" fallos permite que podamos vivir en libertad, aunque ésta esté siempre atenazada por el libertinaje y la barbarie. 
En poco tiempo estaba en casa, crucé el portal, y a resguardo en el ascensor, el espejo del mismo me devolvió a la realidad y me sacó de mis pensamientos, delante de mí, reflejado, vi mis arrugas incipientes y el pelo cano, ya casi más que las que en su día tuviese mi padre. No se porqué me vino en ese momento a la cabeza el comienzo de la "Divina Comedia", en la que el genio florentino decía estar en la mitad de la vida, tenía 35 años, yo 40, probablemente y salvando las distancias también en la mitad del camino, y al igual que Dante "en una selva oscura" me encuentro. ¿Qué piensan ustedes?. Buena noche amigos.