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jueves, 30 de junio de 2016

La estupidez humana.

Uno de los mayores genios del pasado siglo, y probablemente de toda la Historia de la Humanidad, Albert Einstein, el que elaborara la teoría de la Relatividad y revolucionase el mundo de la Física, este genio, llegó a afirmar en una ocasión que “hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana…”, precisando que del universo no estaba tan seguro, en nuestro caso,  será de la estupidez humana de lo que hablaremos.
 No hay ser, en el planeta,  más dañino que el “ser humano”, y seguro que tampoco hay ser más tonto.  A  pesar de nuestras extraordinarias dotes cerebrales, perdemos muy poco tiempo en utilizar la materia gris, por ello, esquilmamos, destruimos y extinguimos como si tuviésemos otra oportunidad, como si al final de la partida pudiésemos usar las vidas extras.
El hombre, es el único ser vivo con capacidad para destruir la tierra, poniendo de manifiesto que nuestra inteligencia no ha sido utilizada para mejorar como especie, sino que hemos evolucionado en gran medida  a la par que nuestros ingenios bélicos, con un enorme grado de  irresponsabilidad. No quiero que este artículo vaya por los derroteros que va, pero ya que lo he comenzado al menos mencionaré algunos aspectos que considero esenciales.
El agua disponible para el consumo humano es tan sólo del 0,0001% del agua total del planeta, y aún así contaminamos, como si tuviésemos agua de forma inagotable, muestra clara de nuestra estulticia, la naturaleza no nos va a dar a los hombres, “monos calvos”, más oportunidades que al resto de especies que se extinguieron, con muchos menos motivos que el hombre.  
Según recientes informes para el año 2030, el “homo sapiens” habrá destruido el 50 % de la selva amazónica, considerada por la comunidad científica como “los pulmones de la tierra”. Los intereses de las madereras se imponen a los del planeta, y por ello devastamos las selvas, incrementamos el calentamiento global, nos quedamos sin oxígeno, y “pensamos” qué más da, al menos hasta que yo muera habrá, el que venga detrás que se las ingenie, si,  que se busca la vida para sobrevivir.  No entendemos que la Tierra no es una propiedad de las presentes generaciones, sino una herencia para aquellos que vienen detrás.
Otro ejemplo de nuestra suprema estupidez, lo observamos en la cantidad de conflictos armados que se extienden en la actualidad por África, América Latina y gran parte de Asia, conflictos algunos, con decenios de actividad. La mayor parte de las guerras tienen una motivación económica, aunque en muchas ocasiones esta motivación se tinta de argumentos de orden religioso, político, tribal, territorial, etc. Sin embargo, si todo se analiza con cautela, gran parte de las guerras (si no, todas) procede de una mala distribución de la riqueza en el planeta.
El hambre afecta a  uno de cada nueve habitantes del planeta, es decir unos 795 millones de seres humanos pasan hambre cada día de sus pobres vidas  hasta un  final inexorable.  Mientras, en  los países del primer mundo,  esquilmamos recursos en un consumismo suicida para con  nuestro planeta, sin importarnos un bledo aquellos que se encuentran más allá de vallas de odio o incomprensión. El ser humano muestra un comportamiento repugnante con su planeta, con sus moradores y hasta con los miembros de su propia especie.
Al margen de estas claras muestras de memez neuronal, más allá del agotamiento del agua, de la destrucción de las selvas, del hambre y las guerras, en un plano más cercano, en el zoom de nuestro día a día en este primer mundo, también encontramos ejemplos variopintos de la estupidez humana.
Hagamos un pequeño recorrido por el inframundo de la estulticia de andar por casa, de baja intensidad,  si me lo permiten, en comparación con el nivel visto hasta ahora.
Así,  nos encontramos con aquellos que se consideran de “derechas”,  y que generalmente buscan el amparo de la Iglesia, o mejor de la Curia para justificar sus actuaciones, y que en la mayor parte de las ocasiones visten sus manteles con vino de cartón y mortadela con aceitunas,  como manjares de exquisito gusto. Suelen ser votantes del Partido Popular, por aquello del aparentar, algo muy español, y que nos ha llevado a ser un país de segundo o tercer nivel, eso sí dentro del mundo desarrollado. De misa dominical, suelen ser envidiosos y superficiales, intelectualmente no han visto un libro ni en fotografía, gustan de disimular su analfabetismo crónico con gomina, banderas de España, pantalones “chinos”, y partidas de pádel. Eso sí, ellos son españoles, el resto debemos ser de Marte, obviando el escaso “mérito” que tiene nacer donde a nuestros padres les dio la real gana. A colación de lo anterior, el pasado domingo, las urnas españolas se llenaron de votos del Partido Popular, lo que me merece un profundo respeto, y me hace plantear una cuestión ¿tenemos lo que merecemos?, está claro que si, de forma rotunda.
Otro personaje muy usual es el que podríamos denominar “alcahuete” o cotilla. Este tipo de persona es aquella que sabe todo de todo el mundo, generalmente aquello considerado “malo o negativo” para el resto de la gente, y que en muchas ocasiones también es tremendamente cuestionable, y de las que nadie suele saber nada. Los empeños del día a día van de mirilla a ventana, de cortina a rendija, o lo que es lo mismo, basculan entre  si el vecino discute con la parienta, si el de la vuelta le ha hecho un bombo a la del barrio de al lado, o si Juan se ha separado de Pepa, porque había “cuernos” de por medio. Sus miserables vidas, no vividas puesto que viven la de otros, son ejemplo de ignorancia y estupidez, de momento sólo se vive una vez, y perderla en los empeños de la de los demás es simplemente de idiotas.
En los últimos tiempos se ha instalado entre nosotros el “parasito” de las redes sociales, con diversas modalidades. Nos encontramos con una versión actualizada del alcahuete de visillo y mirilla, que podríamos denominar cibercotilla o alcahuete 2.0. Este tipo de ser, justifica su pobre existencia real alegando que esta 24 horas al día en el Facebook o Twitter, por motivos laborales, por estar informado, o por las cosas tan interesantes que sube la gente. En mi humilde opinión, la realidad es que su verdadero interés es  la vida de los demás, y dar una imagen idealizada de la propia vida, muy alejada de la verdad. No somos tan listos, guapos, interesantes, cultos, asertivos, chachi pirulís como pretendemos demostrar, es decir, que si nos queman la punta del glande con un cigarro, gritamos doloridos y con rabia, un ¡me cago en dios!, que se puede oír casi en Vladivostok, y además muy alejado de la imagen dada en dichas redes asociales (si he puesto asociales). Otra modalidad, es la del súper amigo de red social, o la del culto de copia y pega, que se empeña en culturizar a una masa interesada  en tatuarse ligas y hacerse fotos continuas poniendo morritos. Hay modalidades de ciber idiotas, como de personas, por ello no me puedo extender más aquí, no habría ni tiempo, ni espacio, ni tampoco ganas. Cuidado con los mal entendidos, en las redes también hay personas “normales” que cagan y mean a diario, como yo, y que sabemos que no somos ni tan guais, ni tan sociables, ni estamos tan interesados por la vida de los “innombrables” de Bombay, o por el desove de la perca Tibetana, que diría mi amigo “Farlopo”.

En la “viña del señor hay de todo menos uvas”, eso dice una canción, y es cierto como la vida misma, sin duda, este recorrido por la estupidez humana es muy largo, pasando por los modelos descritos más arriba, y añadiendo otros, como el “cultureta” que sólo tiene pose y muy pocos libros en su mochila personal, o el “duro” de mirada retadora, y que lo más difícil que ha hecho en su vida es no morirse por inanición cerebral, sin olvidar  al “guay” izquierdista amigo de todo y de todos y que sólo consume modas, siendo envidioso, vago y poco comprometido, más allá de lo que el “aparenteo” permite. No podía finalizar sin mencionar al “vinagre quejica” que de todo se queja y de todo saca punta, y aquí me incluyo yo, y es cierto puesto que,  todos tenemos lo nuestro, aunque es peor tener de unas cosas que de otras, inefablemente Nadie es Perfecto, y todos somos mejorables, aunque algunos necesiten un milagro. 

viernes, 17 de junio de 2016

Algunas frases…Capítulo II

Hace algunos meses escribí un artículo en el que recogía algunas frases que a lo largo de la Historia se han dicho sobre España o sobre los españoles, y que pretenden mostrar la visión que de nosotros tienen nuestros vecinos, también nuestros enemigos, o simplemente cualquiera que se haya topado por fuerza o azar con  lo “español”. Ahora quisiera completar el referido artículo añadiendo algunas frases que ahondan acerca de la imagen que hemos construido de nosotros mismos. En estos tiempos de bajeza moral, de falta  de rumbo patrio, de dimes y diretes entre políticos de un nivel más que cuestionable (ya sé que no todos son lo mismo, pero a día de hoy van ya seis meses sin gobierno) es quizás oportuno observar que no siempre fuimos tan serviles, ni estuvimos tan preocupados por estar  al día con  los deberes impuestos por una Europa de diseño, ultra- capitalista y tremendamente injusta
La muy laureada selección española de futbol, la que ha pasado a la Historia como “la roja” hasta hace no tanto era conocida como “la furia” y en mi opinión,  quizás el apelativo originario era mucho más representativo de lo que ha sido nuestro país a lo largo del devenir histórico, cero ilustración, el intelecto aplastado por la tradición y la moralina, y exceso de cojones, simplemente para vivir, y en ocasiones para escribir algunas páginas insignes de nuestra “ignorada” historia, y digo bien,  ignorada historia, desconocida por la gran mayoría, cuando no falseada de forma consciente.   Lema cocido de los Tercios de Flandes, y que se enmarca en la idea expresada, acerca de los atributos masculinos, decía “España mi natura, Italia mi ventura, y Flandes mi sepultura”, dejando más que claro que se perdería la vida para más gloria del Imperio y sobre todo de sus reyes, pero la idea está ahí, morir por eso que llamamos España, y que todavía hoy, no está muy claro que es. Los Tercios asustaron, sangraron y mataron por más de dos siglos, en defensa de la cristiandad, o de los más espurios intereses de estado,   así no es de extrañar que un oficial británico dijese “a los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que san Jorge nos proteja”. Si señores, hubo una época en la que Europa escuchaba a España, por decirlo de una forma liviana.
Cuando el Imperio se tambaleaba,  tan sólo el esfuerzo de unos pocos hizo que no se derrumbara de golpe, y de nuevo la furia, la garra, y por qué no, la sinrazón llevada al extremo de morir matando, en nombre de variados intereses, permitiría a hombres como el almirante Blas de Lezo, decir al almirante británico Vernon, que había fracasado estrepitosamente en su intento por tomar Cartagena de Indias, que “ para venir a Cartagena , es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres”. Este héroe olvidado,  cuyo nombre y sus hazañas fueron silenciadas en Reino Unido, y desconocidas hasta hace poco en la propia España, daría su vida defendiendo en tierra y mar, los confines de un imperio que se desmoronaba al tiempo  que  se había esfumado la dinastía que lo fraguase, los Austrias, y así , antes de entregar su vida transmitió un último mensaje a su mujer, y posiblemente a la posteridad, afirmando “ dile a mis hijos que morí como buen vasco, armado y defendiendo la integridad de España y del Imperio”. Blas de Lezo representa, en  gran medida, lo que ha sido ser español, olvidando a sus héroes y dando razón a aquello de “a los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros” (incluido el olvido, que también es algo muy español) frase que mencionase el gran corso, Napoleón Bonaparte, cuando admitió que el pueblo español, era fiero, belicoso, poco manejable,  y a pesar que no esté yo muy de acuerdo con sus empeños, el pueblo luchaba en defensa de la monarquía absolutista de Carlos IV y su hijo el rey “felón”, Fernando VII,  cosiendo a cuchilladas a los gabachos, pero también a las bellas ideas ilustradas que traían consigo.

Como vemos, nuestra imagen ha estado vinculada siempre a la lucha por ideales, acertados o no, justos o no, que llevaban al pueblo hasta la misma parca, con mucho sentimentalismo y muy poco raciocinio. En los últimos tiempos, España se ha convertido en una sombra de lo que fue, haciendo caso a los “superiores” intereses de la Unión Europea, y sepultando los intereses de un pueblo, históricamente castigado, como todos, por sus élites dirigentes. Ahora bien, el español siempre ha sido crítico con lo propio, y admirador de lo ajeno, pero nunca servil, jamás arrastrado, eso no iba con nosotros, el poeta Joaquín María Bartrina, señaló  “(…) si un hombre habla mal de España, es español”, y tenía razón el de Reus, nada como un español para poner verde a España, ahora que no lo haga un foráneo o correrá la sangre. Siempre la asociación entre lo español y la hazaña, dando hasta el último hálito de vida por aquello considerado justo, aunque en realidad fuese una barbaridad, por ello, de los españoles que participasen en la segunda Guerra Mundial se llegó a decir “si en el frente os encontráis un soldado mal afeitado, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español”. Aunque no sea lo más loable, nuestra Historia ha estado ligada a la lucha, a la guerra, en cierta forma a la barbarie, que hacen un perfecto  maridaje con la defensa de la monarquía,  la tradición y de la más rancia Iglesia Católica. No hemos sido capaces de verter sangre por otro motivos más dignos que los mismos cojones y la rabia ante los otros, sin embrago ese ya es otro tema, que otro día trataremos, la clave está en el siglo XIX, el siglo de las oportunidades perdidas, pero como digo ese es otro tema. Me gustaría acabar este artículo con una frase de Arturo Pérez Reverte, quien dijo que “ser español es saber perder”, cuánta razón tiene el bueno de Arturo. 

miércoles, 1 de junio de 2016

Dirección General de Seguridad

Cada Noche Vieja recibimos  al nuevo año viendo las campanadas que se emiten desde la torre del Antiguo Edificio de Correos de la Puerta del Sol, en las distintas cadenas, sin embargo,  no somos conscientes que ese edificio,  no hace tanto, fue sede de un organismo mucho mas deleznable y mezquino, cuyo nombre genera pavor entre progresistas, demócratas o izquierdistas, me refiero a la DGS, Dirección General de Seguridad, organismo de larga trayectoria pero que alcanzó su más oscura fama en los tiempos de la dictadura franquista. En ocasiones se olvida, por aquello de no ofender, que en nuestro país, en esta piel de toro patria, vivimos una dictadura de cuarenta años, de corte autoritaria y ultraconservadora, que utilizó los mismos medios que cualquier otro régimen autoritario que haya existido en la historia. Los calabozos de la DGS forman parte de las cloacas de nuestra historia nacional; entre sus paredes los gritos de las víctimas  se alternaban con las voces de los torturadores, los llantos con los insultos, la dignidad pisoteada con la sangre en las paredes. El franquismo no cedió un ápice en sus principios, y en sus métodos, hecho este que explica que un sistema político propio de los años cuarenta perviviese hasta mediado de los años setenta.
España (los españoles en concreto) ha sido un claro ejemplo de transición democrática, tal y como observamos en “el abrazo” de Genovés, quien por cierto también fue torturado y vejado en los sótanos de la DGS, y que viene a ejemplificar como todos los actores políticos y sociales se unieron, y “obviando” el reciente pasado, aunaron empeños en pro de la democracia, que sin duda ha traído la etapa de mayor prosperidad a nuestro país de los últimos siglos. No se trata aquí de poner en cuestión los logros de este laureado periodo de nuestra historia más reciente, pero sí,  de advertir que entre tanto café para todos y amnesia colectiva, algunas cosas han quedado en el camino. Sirva este artículo como DENUNCIA y pública REPULSA, a todos los torturadores que trabajaron con celo excesivo en favor de la gloria del régimen del generalísimo Francisco Franco, dictador de España por la gracia de Dios, y la connivencia de su Iglesia católica.
Quizás,  si hablo de Antonio González Pacheco, pocos van a reconocer que se trata  de un personaje pérfido, ruin, enfermo, un verdadero sádico que ha pasado a la historia con el sobrenombre de Billy “el niño”, este último bastante más conocido. Este hombre, que en la actualidad se dedica a practicar el atletismo de forma aficionada, y que pudiera ser un jubilado más, en este caso, bastante en forma, es uno de los torturadores  con más fama de los últimos tiempos del franquismo. Una bestia ávida de sangre involucrada en todo tipo de torturas y sobre el que caen seria sospechas de asesinato, a  base de golpes, de aquellos infortunados que caían bajo sus garras, como el estudiante Enrique Ruano, fallecido después de un interrogatorio del “bueno” de Antonio. Indagando sobre esta lúgubre institución, me llamó la atención que el compungido Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno y hombre fuerte del régimen, tras  el asesinato de Carrero Blanco, el que  anunciara la muerte del dictador al país, y que lo hiciese a “moco tendido”, hubiese sido durante un tiempo director de la DGS, y que cómo ya demostrara tras la toma de Málaga en la Guerra Civil, que le valió el apodo de “carnicerito de Málaga”, su empeño en el cargo se saldó con uno de los periodos más negativos de la institución. Bajo la dirección de Arias Navarro, el joven dirigente del PCE, Julián Grimau, fue torturado hasta la barbarie, defenestrado desde un segundo piso, sometido a un juicio sumarísimo, y finalmente fusilado, ¡se puede ser más animal!
No quiero ahora hablar de los métodos, sabemos que buscaban arruinar física y mentalmente a los apresados, destruir a la persona hasta convertirla en un guiñapo, mezcla de sangre, dolor y miedo; tampoco quiero mencionar a todos los torturadores, ya se ha escrito mucho sobre Antonio González  Pacheco, Celso Galván, Jesús Muñecas Aguilar o José Ignacio Giralte González, quienes además, en muchos casos han fallecido ya, o sus crímenes han prescrito, no busco la revancha, sólo hacer justicia con las víctimas, y evidenciar que no todo ha sido un camino de rosas en esa reverenciada transición, que todos loamos. Muchos de estos tipos, recuerdan a hombres como Manuel Gómez Cantos, apodado el “exterminador de Mesas de Ibor”, figura de los primeros tiempos del franquismo, famoso por asesinar en las “limpiezas” que se hiciesen tras la finalización de la contienda civil, pero, sin que sirva en modo alguno de justificación, en el caso de las bestias arriba citadas, llevaron a cabo sus tropelías en los años setenta, e incluso algunos, en los ochenta, eran las rémoras de la dictadura, que se fueron diluyendo al son de la Libertad y la Democracia.
No vamos a olvidar las barbaridades que hicisteis, jamás limpiareis vuestra conciencia, la Historia olvidará, pero desde aquí, removeremos conciencias, y gritaremos si hace falta, para que vuestros sucios nombres, y vuestras manos, manchadas de sangre inocente, las ideologías no pueden ser silenciadas, no serán pasadas por alto, hemos aprendido a pasar de página, pero la vuestra lleva un recordatorio especial bajo el título de aberración o repugnancia. La memoria histórica, no ha de ser una argucia política, tiene que estar al servicio de la democracia, puesto que si no somos capaces de condenar a estos infames, jamás dejaremos de ver el pasado como algo doloroso, jamás miraremos al futuro, siempre estaremos pendientes de un espejo retrovisor opaco, manchado, vilipendiado.

Señores torturadores habéis fracasado, nunca seréis capaces de amordazar la libertad de expresión, jamás mataréis al pueblo soberano, no habrá alcohol que os permita dormir en paz ni un sólo día de vuestra mísera existencia, siempre, siempre, siempre, la LIBERTAD TRIUNFARÁ. Espero que tengáis una larga vida, disfrutad de vuestros fantasmas, cada uno tenemos los nuestros.