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viernes, 10 de octubre de 2025

Reflexiones otoñales.

A lo largo de esta última semana he estado reflexionando sobre diversos asuntos, todos ellos ligados a los acontecimientos que acaparan la actualidad y que forman parte de portadas y diarios. 

La semana comenzaba con los ecos del fallecimiento del que fuera presidente de la Junta de Extremadura durante al menos doce años, Guillermo Fernández Vara, hombre honesto y entregado que supo defender los intereses de nuestra región en todos los ámbitos que su cargo le permitía. Fernández Vara fue un hombre bueno, un político que procediendo de otras opciones políticas más conservadoras, al igual que otros muchos, recaló en el Partido Socialista, y llegó a ser uno de los “barones” territoriales de dicho partido. A nivel personal, y siendo fiel a mi mismo, he de decir, que comparto sus políticas de consenso y su caballerosidad en el trato con el rival político, aunque prefiero, quizás, políticos con un poco más de garra, e igualmente íntegros y honrados. Al margen de este apunte, mi reflexión se centraba en que en torno a su muerte, hubo una oleada de declaraciones en favor de su bondad e integridad, por parte de todos los prismas políticos e informativos, regionales y nacionales, que me llevaron a pensar el hecho de que llame tanto la atención una figura limpia en el panorama político, lo que evidencia que en la inmensa mayoría del conjunto, esa limpieza, cercanía y honestidad, brilla por su ausencia. 

Tras un lunes largo, con jornada de mañana y tarde, incluidas las evaluaciones iniciales de Segundo de ESO, el martes trajo consigo una huelga docente en Extremadura. Después de trece años, los profesores extremeños iban a la huelga, y además, como novedad, en este caso la convocatoria contaba con el respaldo de todos los sindicatos, que estaban de acuerdo por unanimidad en solicitar una homologación salarial con el resto de docentes del país. ¿Es una reclamación justa? Podríamos decir que es una reclamación justísima, a mismo trabajo, mismo sueldo. Mi reflexión se centra en por qué no secundé la huelga, podría argumentar que al ser jefe de estudios adjunto, actuaba como servicios mínimos, y por ello no podría hacer huelga, pero no es cierto, en mi caso no era personal de servicios mínimos. Por tanto, no secunde la huelga por distintos motivos, el primero económico, dado que no puedo permitirme el lujo de perder la cantidad de dinero que quita la administración por no acudir a trabajar, es demasiado dinero para un padre de familia. Sin embargo, quien me conoce sabe que si yo estuviese convencido con el parón poco me hubiera importado el dinero, pero es que, además, creo que hay muchos asuntos más prioritarios en la educación que el subirnos el sueldo los profesores. El que haya habido tal unión tan sólo por un mero asunto pecuniario, cuando no nos ponemos de acuerdo en nada, me parece un tanto bochornoso. Por otro lado, alguno se ha preguntado cómo viven otros sectores en nuestra región (empezando por los barrenderos y siguiendo por las camareras de hotel o los jornaleros agrarios). Me temo que no hemos llegado tan lejos, y por último, no es cierto que un docente pase apuros económicos, entendiendo como tal lo principal para vivir con dignidad. Nos hemos equivocado de causa, lo lamento. 

Una causa más justa sería pedir el respeto de los Derechos Humanos en Gaza, en Palestina o en cualquier parte del planeta, pero en este caso no ha habido unión ninguna, los docentes se han mostrado tibios, lo que pone de manifiesto el nivel que tenemos. Los directores de IES de Badajoz no autorizaron la Huelga convocada por los estudiantes solicitando el final de Genocidio en Gaza, porque no tenía relación con ambitos pedagógicos o educativos. Ya nos vale, ese conflicto es nuestro espejo, y esas muertes conforman nuestro Auschwitz, pero no, no se autorizó. La calle habla, pero la escuela calla. El viernes traía la posibilidad de dar el Nobel de la Paz a Donald Trump, que como he reflejado en un estado de wasap, este hombre es a la Paz Mundial, lo mismo que Chiquito de la Calzada a la Ciencia. Qué barbaridad. Al final le han dado el premio a María Corina Machado, líder de la oposición venezolana al régimen de Maduro. Creo que es una mujer que ha hecho mucho más por la democracia y la libertad en su país que Trump naciendo este tres veces, pero ojo, no es una opción realista, lo siento por la caverna mediática y derechista que se frota las manos por tratarse de Venezuela, porque mucho más justo hubiera sido dárselo a Riad Mansour, el representante de Palestina en las Naciones Unidas, quien con sus intervenciones y sus lágrimas, puso de manifiesto que el mundo no podía estar de espaldas ante la barbarie ejecutada en Gaza.

Nos vienen tres días de asueto a los docentes, que nos permitirán descansar y recapacitar sobre nuestra labor, que no es otra que ayudar a que el mundo sea más justo, y por mundo me refiero al real, no a esta ensoñación occidental de pantallas y “soma” en formato de postureo y superficialidad. Me encanta el otoño. Buena tarde.