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viernes, 29 de noviembre de 2024

Jóvenes Perdidos y más ...

No dejaba de dar vueltas en la cama, estaba teniendo un sueño ligero y agitado. Se despertó sudando en plena noche, un ruido le había alertado, era como un pequeño arañazo en los cristales de la habitación. Hizo acopio de fuerzas y se levantó de la cama, camino quedamente hasta la ventana, descorrió de un tirón las cortinas y allí envuelto en la niebla estaba su hermano, flotando en el aire.

En el salón de la casa, el señor Glick observa abstraído la televisión, no es capaz de concentrarse, y es normal, porque el pequeño Danny, su hijo, lleva dos días desaparecido. En aquel momento estaban reproduciendo en la pantalla el Show de Peter Vincent, el famoso caza vampiros de estilo decimonónico que se enfrenta a las fuerzas de la oscuridad. En otras circunstancias aquel programa le habría encantado.

No muy lejos de allí en el parque de atracciones, Michael busca algo de diversión, acaba de llegar a Santa Carla, y no conoce a nadie. En aquel instante se fijó en una atractiva muchacha que se acababa de montar en un carrusel con su grupo de amigos. Al acercarse pudo escuchar que la chica se llamaba Star, y no dejó de observar a los chicos que iban con ella, los cuales portaban una estrafalaria estética glam tan a la moda en la California de aquella época. No sabía bien por qué pero resultaban inquietantes y atractivos.

Cómo pueden comprobar me encantan las películas de vampiros, y en esta ocasión he pretendido unir, no con mucho éxito, tres de las que más me gustaron y horrorizaron cuando era un niño. 

La primera de las películas que recreo es la recién reeditada “El Misterio de Salems Lot”, que pudimos ver cómo miniserie en España en el año 1985, aunque había aparecido unos años antes. La secuencia del chico en la ventana nos estremeció de miedo la primera vez que la vimos. Aquella película tenía una ambiente espeluznante, una música aterradora, y todo ello sin efectos especiales, generando unas imágenes que, particularmente, me han acompañado a lo largo de los años, principalmente cuando se apagaba la luz. El otro día me pareció ver un cartel de “Barlow and Straker”, cerca de mí casa, creo que van a abrir una tienda en Badajoz, y yo, personalmente, prefiero sus muebles a los de Ikea. Una obra maestra del terror, y de género vampírico.

La segunda película a la que hago un guiño es a Noche de Miedo, la cual llegó a nuestro país también en el ya lejano 1985, y es un film entrañable, de terror adolescente, con algunos personajes míticos, como el cazador de vampiros televisivo Peter Vincent, que no dejaba de ser un personaje de ficción pero que tuvo que ejercer  como tal, en la realidad representada en el celuloide. No podemos dejar de lado a otro personaje, el del amigo del protagonista, apodado “el Rata”, que acaba convertido en vampiro y finalmente rescatado. En esta película aprendimos que para que un vampiro entre en tu casa es necesario que se le invite a entrar, por eso, ya saben tengan cuidado en estas próximas fechas navideñas con las invitaciones que hagan a sus casas. A nivel personal, he de confesar que unos años más tarde conocí al Rata de verdad, y aunque adoraba la noche, los antros y tugurios, no era un vampiro, o quién sabe. 

La última de las pelis que he intentado recrear es Jóvenes Ocultos, no sé cuándo llegó a España, pero recuerdo que la vi cuando estaba en Segundo de EGB, y me fascinó, vamos hasta el punto que de buen agrado hubiese ofrecido mi cuello al primer vampiro (mejor vampira) que pasase por la recóndita Serena extremeña. La estética de la película, muy glam, con cuero y cardados era la caña, imposible resistirse. El título se traduce como "Jóvenes Perdidos", en nuestro país "Ocultos", y la verdad que ofrecían una visión del vampirismo moderna, novedosa, más allá de castillos, frondosos bosques y países lejanos, sólo una gruta, y la vida de desenfreno de un joven eterno. El film tiene varias sorpresas finales, la primera y más importante es que el jefe vampiro no es el líder del grupo de jóvenes, sino el mucho más aburrido y gris dueño del videoclub de la localidad, a la par que pretendiente de la madre de los dos hermanos protagonistas. La segunda sorpresa es la aparición crucial y en el último instante, del abuelo, que hasta ese momento había ejercido de viejete enrollado y un poco “verde” y que en realidad estaba al loro de todo, es más, a él se debe la destrucción de los vampiros y que la historia tenga un final feliz. 

Cómo pueden ver, me encantan los vampiros, sus historias, su lucha constante y abocada al fracaso para seguir entendiendo el mundo que les rodea, en donde todo se marchita y muere menos ellos, pero ya saben, cada hombre es hijo de su tiempo, y cada vampiro se apaga con su propia época, y muere continuamente, pero cabría preguntarse si merece la pena o no, posiblemente no, aunque, a pesar del precio, sigue llamando la atención. En otro momento hablaremos del gran vampiro, ausente en estas ficciones, en sus distintas versiones, Drácula, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Tengan cuidado, se hace de noche. 

Tras el polvo de la destrucción escucharon que alguien abría la nevera, cuando al final pudieron ver la escena con claridad, observaron al abuelo tomando un trago de leche. Muy serio les miro, y les dijo “hay sólo una cosa de Santa Carla que nunca he podido aguantar…a esos malditos vampiros”


sábado, 9 de noviembre de 2024

Pequeñas derrotas.

Volviendo a la modalidad del relato corto, en este caso, muy corto, planteo tres pequeños micro relatos que giran en torno a la derrota. A lo largo de la Historia siempre se reconocen y recuerdan las victorias, pero como es lógico, para que unos triunfen otros deben ser derrotados, aunque en los casos que vamos a recrear, sus gestas aún en la cara oculta del devenir histórico son recordadas por su valor, valentía o sacrificio por una causa justa. En los siguientes relatos podemos contemplar al poderoso Leonidas observando su campamento la noche anterior a la llegada de los persas. Efialtes había consumado la traición y un pequeño paso de montaña permitió rodear a los espartanos llevándolos a la inevitable muerte. En la prisión Mamertina, en el monte Capitolino de Roma, Vercingetorix espera su ajusticiamiento tras ser derrotado en Alesia. No siente dolor físico, pero sí la humillación por la derrota y el comportamiento cruel de la plebe romana. Finalmente visitaremos el espectáculo de Bufalo Bill, en donde el último gran líder de los sioux, Toro Sentado, después de ser derrotado se gana la vida entreteniendo a un público que no entiende, y que no se hace una idea de la tristeza que invade el alma del último líder lakota. 


Una brisa fresca procedente del mar se deslizó por el campamento reconfortando los lastimados cuerpos de los agotados guerreros. La traición de aquel deformado se había consumado y la pesadilla se había hecho realidad. Al día siguiente morirían, y lo harían matando, no quedaba otra posibilidad para un espartano. El rey contempló una última vez el muro focense y el mar, ambos le habían protegido aquellos tres días de batalla, y sin embargo, a su espalda tan sólo se podia sugerir el estrecho camino de cabras por el que vendría a verlos la muerte a la mañana siguiente.


Un fino rayo de luz se colaba en aquella humeda estancia. No prestaba atención a las heridas, algunas bastante molestas, no era aquello lo que más le dolía. El paseo triunfal del día anterior, el desprecio de aquellos altivos romanos, los gritos y golpes del pueblo encolerizado, que ni siquiera sabían quien era él. Aquello sí que le dolía. Recordó Gergovia, todo salió bien, pero volver a ganarle la partida al más grande con la misma táctica era demasiado, y aquello se tradujo en el fracaso de Alesia. El sonido del metal abriendo la puerta de la mazmorra le hizo saber, al hijo de Celtilo, que hasta ahí había llegado.


Su mirada era inteligente, altiva y con un profundo poso de tristeza. Acababa de hacer una exhibición de utilización del arco a caballo, y su forma de montar, sin grupa, había encandilado al público. Nunca supo entender las motivaciones del hombre blanco, su egoísmo, su violencia y su falta de respeto hacia la madre naturaleza. Ahora formaba parte de un espectáculo para rostros pálidos, pero hacía no tanto tiempo había dirigido a sioux, cheyennes y arapahoes en la mismísima batalla de Little Bighorn. Aquel día derrotó a Custer y al séptimo de caballería, pero la violencia nunca es el camino.


Después de esta pequeña incursión en el pasado griego y romano, y tras contemplar el ocaso del último buen salvaje, les permito regresar a su confortable presente, que, y como la Historia es maestra, seguro que ya está libre de violencia y guerras, y que todos como hermanos buscamos la felicidad común. Buena tarde.