Después de los atracones navideños, y probablemente porque no tenía nada mejor que hacer, el otro día, decidí dar un paseito por la ciudad. Badajoz es una ciudad que se debe conocer a pie, no es una urbe, esas cosas no existen en mi Extremadura, pero el trasiego diario se suele hacer en coche, y al volante se pierde parte del encanto del lugar, que no es poco, créanme.
En mi deambular fui testigo de la pugna que se abre estos días en "mundo subnormal" entre la resistencia que trata de mantener el alumbrado navideño, las estampas del niño Jesús en sus ventanas, y demás vestigios del ya pasado simulacro de paz y alegría que supone la navidad, y por otro lado, los mil carteles que anuncian el inicio de las Rebajas, y recrudecen la ya de por sí terrible cuesta de enero. No se porque me da la impresión que en nuestro país la cuesta es constante, con pocas etapas llanas, siguiendo el símil ciclista.
Casi como un autómata dirigí mis pasos hacia la zona vieja de la ciudad, la de calles intrincadas, donde se masca la historia en el aire, cada esquina susurra semblanzas de un pasado remoto y no tan remoto, cada recoveco refiere algún amorío prohibido, y cada balcón ha sido testigo de mil traiciones y conjuras. Iba inmerso en mis pensamientos, entre desamortizaciones y cambios de gobierno, entre moderados y progresistas, entre Narváez y Espartero, elucubraciones estas, derivadas de mi dedicación a la docencia cuando comencé a fijarme en algunos detalles que me rodeaban, y que me dieron el combustible necesario para el artículo que tiene usted delante de sus ojos.
En primer lugar me encontré con un muchacho joven, no mas de 18 años, acompañado por su padre, charlaban tranquilamente, pero al pasar por una iglesia, y probablemente derivado de la imagen del "cristo" en la pared, el chaval se persignó devotamente, al menos tres veces. Yo seguí mi camino, ni me inmuté, pero mis pensamientos, hasta ese momento el el siglo XIX, volvieron de repente al presente. Sinceramente tengo que reconocer que me llamó la atención, quizás porque estemos más acostumbrados a ver manifestaciones religiosas en personas de más edad, y no en gente tan joven. A partir del gesto religioso, y con el "ojo antropológico" puesto en marcha, llegué a la conclusión que el tipo fuera cofrade, y que participase con ahínco en las procesiones, portando alguna imagen. Es curioso, a los que nos falta fe, nos llama poderosamente la atención que haya gente, incluso muy jóvenes, que siguen atraídos por la religión y los dramas sociales que se desarrollan en torno a la Iglesia y su sistema de dominación. No se porqué me extraño de esto, la verdad, puedo dar testimonio de alumnos con una tremenda fe en las imágenes religiosas, fe cercana al fanatismo que da la incultura, y muy poco o nulo empeño en otras materias no tan sacras pero si imprescindibles como la Historia o las Matemáticas.
Seguía con mis reflexiones internas, caminando sin rumbo fijo, cuando observe otra situación. En este caso se trataba de un niño de no más de 11 años, acompañado en este caso por su abuela, digo yo que fuera su abuela, al menos por la edad eso parecía. Venían de algún centro educativo, o cualquier academia de idiomas, refuerzos, ballet o vete a saber tú de dónde, dada la cantidad de tareas que tienen que tener ocupados a los niños hoy en día, mañana o tarde, para que los padres puedan respirar, no se engañen, cada vez se estudia menos. Deduje esta realidad por la mochila, y lo que me indignó, fue que la misma la llevaba la abuela, es cierto que tenía ruedas, pero tiraba de la misma la abuela, mientras que el niño, con cara de pánfilo no hacía ni el más mínimo esfuerzo por ayudar a la afanada señora. El mundo al revés me dije. Cincuenta años o más separan a la abuela del nieto, medio siglo en el que hemos pasado de empezar a trabajar con 9 años y con muchas carencias vitales, a una vida regalada, que hace que los niños no valoren nada y no sean capaces ni de plantearse la anormalidad y también amoralidad de situaciones como las descritas. No se trata de que la gente del siglo XXI, viva como la del siglo XIX, pero debemos hacer un esfuerzo por dejar de sobreproteger e intentar educar gente "independiente" y preparada para la "jungla" a la que deberán hacer frente en pocos años.
Emprendía el camino de regreso a casa, dando vueltas a lo vivido, cuando, en otra zona, donde las "ofertas" le ganaban definitivamente la batalla a los "Reyes Magos", pude observar, otra desagradable circunstancia que pone de manifiesto lo retorcidos que somos y el poco tiento que tenemos para con nosotros mismos. Resulta que el problema de aparcamiento es algo endémico en Badajoz, al igual que en todas las ciudades, donde un millar de personas se esfuerzan en ir a una calle de tiendas en coche intentando encontrar un lugar donde depositar el auto mientras pelan sus tarjetas al son de promociones cansinas y eslogan vacíos, pero convincentes. El caso es que un conductor, con toda su jeta, llegó a toda velocidad, y aparcó su utilitario, con tanta desgana o mala leche, que no introdujo el vehículo de forma vertical entre las líneas, sino de forma "quasi" horizontal, haciendo que el espacio que quedaba para otro aparcamiento se perdiese, y sucesivamente el resto de coches que aparcaron en la fila, tuvieron que seguir el patrón del mastuerzo inicial. Digo yo, qué nos costará hacer las cosas bien, pensando un poquito en los demás, y viendo lo que molesta que nos hagan esas "jodeuras" a nosotros, que todos hemos pasado por alguna situación semejante.
En mi deambular por la ciudad, oxigené mi cuerpo y preocupé mi ánimo, puesto que me embargó la sensación de vivir una vuelta al medievo, donde la sociedad era supersticiosa y crédula, donde había quienes tiraban del carro de una minoría que tenía por suerte haber nacido en una cuna aristocrática, donde la violencia era la norma, y la solidaridad algo que sólo existía en las historias de juglares o cuentos de niños. Han pasado cientos de años de aquella realidad, pero parece que no estamos muy lejos de sus ecos, y volvemos a sus parámetros intelectuales y comportamentales, olvidando lo que ha costado llegar a una sociedad que con sus "enormes" fallos permite que podamos vivir en libertad, aunque ésta esté siempre atenazada por el libertinaje y la barbarie.
En poco tiempo estaba en casa, crucé el portal, y a resguardo en el ascensor, el espejo del mismo me devolvió a la realidad y me sacó de mis pensamientos, delante de mí, reflejado, vi mis arrugas incipientes y el pelo cano, ya casi más que las que en su día tuviese mi padre. No se porqué me vino en ese momento a la cabeza el comienzo de la "Divina Comedia", en la que el genio florentino decía estar en la mitad de la vida, tenía 35 años, yo 40, probablemente y salvando las distancias también en la mitad del camino, y al igual que Dante "en una selva oscura" me encuentro. ¿Qué piensan ustedes?. Buena noche amigos.
ResponderEliminarMe ha encantado tu reflexión amigo y no puedo estar más de acuerdo, pues ese doble mundo que tú ves asimismo lo percibo yo también. Ese ser y deber ser, esa jungla de asfalto como la retrató W.R. Burnet, esa jauría humana que pensó Hirton Foote existe, pero quizás siempre existió como bien relata nuestro querido Dante en su obra (obra que no he leído por cierto), aunque sea como fuere, siempre hubo un lugar para pensar un mundo más justo, un mundo más noble, en definitiva, un mundo por el que luchar... El problema radica en que ese mundo inocuo, vacío y aberrante va ganando terreno, va venciendo a su oponente, el mundo de las ideas. Somos pocos, muy pocos ya... Los grandes nos abandonan, y nuestra carga de cambiar el mundo se hace cada vez más pesada, más incierta, más necesaria. Somos pocos y pequeños, pero no debemos olvidar que antaño en un lugar reservado en la Historia "unos pocos se enfrentaron a muchos" y que "hasta el más pequeño puede cambiar el curso de la Historia"... No podemos permitir que el mundo de las ideas se extinga sin más, no debemos rendirnos. Tenemos "armas" utilicémoslas y contagiemos nuestro entusiasmo a las generaciones venideras. "Caerán las lanzas, se quebrarán los escudos, aún restará la espada hasta el nacer del sol". Te lo dije, y te lo digo amigo "Unidnos, unid a los clanes".
Un abrazo
Muy bueno Manute, gracias por el comentario. Estamos en ello, uniremos los clanes e iremos a la batalla por última vez, la última marcha...
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