A propósito de una conversación familiar la musa me ha venido a visitar la pasada noche y me ha dado la idea para escribir este artículo.
Ya en el siglo XV el insigne humanista español Juan Luis Vives escribió una obra titulada "De subventione pauperum" en la que el genial valenciano estudiaba las causas y señalaba las posibles soluciones al problema que ya generaba la pobreza de buena parte de la sociedad. A lo largo de la Historia ha habido serios empeños por tratar de mejorar la situación de los marginados y excluidos de la sociedad. Los jacobinos, en el contexto de la Revolución Francesa, son conocidos por "el Terror" y los ajusticiamientos en la guillotina, pero no tantos conocen que intentaron establecer una legislación social y democrática en pleno siglo XVIII, introduciendo una ley de salarios mínimos y de precios máximos para los productos de primera necesidad. El siglo XIX fue prolífico en actuaciones que buscaban mejorar la vida de la gente, partiendo de los ecos ilustrados y que se basaban en una mejor distribución de la propiedad de la tierra. Muy conocidas son las famosas desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, que aunque no alcanzaron sus objetivos, al menos pusieron el dedo en la llaga e intentaron luchar contra un sistema injusto y que venía estando vigente desde hacía siglos. El marxismo no ha estado ausente de este debate, así en un principio el propio Marx hablaba de "dar a cada uno en función de sus capacidades", pero aquella máxima sonaba muy capitalista, y el lema izquierdista cambió al parecido "a cada uno en función de sus necesidades", mucho más amigable y también más utópico, porque no todos tenemos las mismas circunstancias. Sin embargo el socialismo científico no obvió, desde el primer momento, que no todos quieren participar en el sistema, que hay individuos que quieren estar apartados o simplemente aspiran a vivir del propio sistema sin arrimar el hombro. Para designar a todos aquellos que no tenían conciencia clase, o que simplemente no eran productivos, introdujeron el concepto de lumpen, que deriva en alemán de los términos, trapo o harapo, y que unido al concepto de proletariado aludía a todos los marginados o automarginados del sistema. Pues bien, llegados a este punto, pueden ustedes imaginarse que la conversación familiar que ha motivado este escrito no trataba de asuntos históricos sino más bien de temas cercanos y actuales, en concreto, se departía de las ayudas para la inserción social que concede el gobierno, y que en algunos casos, son muy cercanas al sueldo que tienen muchos trabajos en nuestro país. El debate se centraba en la desidia que genera tener que trabajar por un sueldo, muy parecido a la cuantía que dan las ayudas, teniendo que deslomarse por mantener el mismo, y observar cómo algunos vecinos, acogidos a estas ayudas sociales, no hacen el más mínimo esfuerzo por buscar trabajo, y viven de forma muy cómoda, no fuera del sistema, sino a costa del mismo. Si un barrendero que gana poco más de mil euros, teniendo que trabajar de lo lindo, observa que un vecino "ocioso", por llamarlo de alguna manera, recibe ochocientos euros por medio de una renta de inserción social, y además observa, que ese vecino no hace absolutamente nada por mejorar su situación económica, resulta que tenemos a un trabajador abochornado, cabreado y quemado, y con toda la razón, dado que esto no puede ser, y no se debe consentir. Aquí no hay izquierdas ni derechas, hay o debe haber una imposición del sentido común que no se está produciendo. La solución está muy clara, y pasa por varias medidas, la primera, las ayudas deben darse de forma controlada y supervisando que quien recibe la misma no tiene posibilidades de trabajar, exigiendo al perceptor del subsidio a que haga una búsqueda activa (y real) de trabajo. En segundo lugar, habría que subir los sueldos de los que trabajan para que no se extiendan esas otras realidades conformadas por masas mantenidas por el estado a costa de pagar poco a los que sí contribuyen a la comuna. Creo que hay que mirar por la clase obrera, y no por aquellos que viven en los márgenes del sistema.
Para acabar me gustaría hablar de la revolución China, en la que Deng Xiaoping volvió al concepto de "dar según la capacidad" e introdujo, dentro del ámbito comunista, el concepto de incentivo, es decir, en tiempos de Mao, el estado chino se quedaba con toda la producción agraria, Deng Xiaoping, prefirió solicitar el cincuenta por ciento de la misma, dejando la mitad de la cosecha al agricultor, el resultado fue demoledor, se multiplicó la producción. Si retrotraemos la medida del "pequeño timonel chino" a nuestro presente, podemos decir que dar sin sentido, sin incentivo, es igualar por abajo, y genera desigualdades a costa de los que más arriman el hombro.
De forma equivocada, la gente suele atribuir la Ley de Vagos y Maleantes al periodo franquista, sin embargo es anterior, se aprobó durante la Segunda República, y buscaba mejorar la sociedad sin imponer duros castigos, pero sí, ser ejemplarizante y promover una sociedad más comprometida y colaboradora con lo común. La ley sería modificada en 1954 por el franquismo, uniendo a los mendigos, rufianes y proxenetas, a los que afectaba la ley inicial de 1933, los homosexuales, cambiando el sentido de la misma y convirtiéndola en una ley atroz. No se trata de volver a este tipo de leyes, propias de otros periodos, aunque seguramente las mismas evitarían tanta manada de jóvenes drogados y violadores, agresiones, inseguridad y falta de valores que campan en nuestra elegante sociedad contemporánea, pero sería positivo, un mayor control que favorezca a los que producen frente a los que sólo viven a costa del esfuerzo de los otros. Está lloviendo y ya no me queda mucho que decir. Buena tarde.