Observando mis últimos artículos he podido comprobar que he estado huyendo, como si de un romántico se tratase, hacia ciertos rincones exóticos, al menos, desde un punto de vista literario, resguardandome "al socayo" de los microrrelatos fantásticos o históricos. A pesar de que estamos en invierno y "hace un frío que pela", me atrevo a salir de mi parapeto para adentrarme en un asunto, digamos, más serio, o, al menos, incómodo donde es necesario tener que tomar partido.
Desde la II Internacional del año 1889 donde el alemán Eduard Bernstein planteó la postura "revisionista" que actualizaba ( es una forma de decirlo) el marxismo y planteaba, frente a la versión revolucionaria clásica, la línea reformista que ampara la socialdemocracia, el socialismo ha buscado siempre la emancipación de la clase obrera, acompañando a este noble objetivo, de otro no menos desdeñables, tales como la lucha contra la injusticia y la opresión, o el desarrollo del estado del bienestar. Sin embargo creo que llegados a este punto es necesario hacer un esfuerzo para recalibrar la izquierda.
Tras esta pequeña introducción a "vista de pájaro" me gustaría, en este momento, bajar a la arena de lo cotidiano mostrando algunos ejemplos que requieren de una seria adaptación de la izquierda democrática a la realidad de nuestros pandémicos tiempos.
Empezaremos diciendo que en los últimos cuarenta años en nuestro país se ha hecho un esfuerzo comunitario enorme para desarrollar el ya mencionado estado del bienestar y compensar, así, las desigualdades propias de nuestro sistema económico de capital. En todas y cada una de las localidades españolas se han construido infraestructuras, tales como, carreteras, pabellones, Casas de Cultura, y en los últimos tiempos, los famosos Palacios de Congresos. No vamos a entrar aquí en la utilidad o funcionalidad que pueden tener o no estos edificios y dotaciones, pero el caso es que han modernizado el país y lo han ubicado en la elegante Europa. Uno de nuestros mayores logros ha sido levantar un sistema que ofrece una sanidad y una educación gratuitas, y aun así, no estamos libres de situaciones terribles y claramente extirpables. Se han construído barriadas enteras de viviendas sociales que han permitido vivir dignamente a miles de familias con pocos recursos. Si a este hecho sumamos lo dicho más arriba, es decir el acceso gratuito a sanidad y educación, podríamos pensar que en estos tiempos nuestro país ha adquirido unas cuotas de desarrollo y prosperidad que harían temblar a la mismísima Alemania, y sin embargo, sabemos que esto no es así.
En relación a los barrios de viviendas sociales, lo que en un primer momento estaba pensado para ayudar a las familias con menos recursos, en buena parte se han acabado por convertir en barrios marginales, donde campan a sus anchas la delincuencia, la marginalidad y las drogas. Cuidado con esto, porque allí, en esos barrios, sigue habiendo personas honradas, trabajadoras, que pelean por salir adelante, pero que se ven ensombrecidos por el resto de habitantes que pululan sin oficio ni beneficio al amparo de la ilegalidad y las ayudas sociales. En todas las ciudades de nuestro país encontramos este tipo de barrios que han transformado con el tiempo y la dejadez una buena intención convirtiéndola en un foco de delincuencia y marginalidad. Hay que potenciar las barriadas obreras, pero no podemos consentir que las mismas se hayan convertido en guetos para la venta de droga o la ocupación ilegal de viviendas en manos de distintas mafias. Niños sin escolarizar, pisos y bloques enteros enganchados a la luz, índices de desempleo altísimos y coches de alta gama conviven en este tipo de barrios. No hay en los mismos ningún tipo de control que garantice que los habitantes de dichos lugares buscan trabajo o intentan esa supuesta emancipación, dado que la sensación que transmiten, es de acomodo, no hay ni la más mínima intención de medro social. Este asunto se debe recalibrar...es decir, volvamos a barrios obreros y acabemos con los barrios marginales, y las actividades delictivas que en ellos se ocultan (y ya ni siquiera eso).
A colación del apartado anterior podemos referir el asunto de las "rentas de inserción social", es decir, una paga por parte del estado para ayudar, supuestamente, a las personas más vulnerables. Aquí la propuesta está clara, revisión de las mismas y decantar nuestros esfuerzos por facilitar un trabajo que permita a las personas vivir de forma digna. En este sentido las rentas básicas de inserción deberían quedar para una parte muy minoritaria de la sociedad que no pueda ganarse la vida de otra forma. El resto de la población en edad de trabajar debe tener un trabajo porque, de otra manera, la situación que se da en nuestros días es el acomodo a la paga mínima que aporta el estado renunciando a cualquier intento de mejora o ascenso social. Alguno dirá, pero es que hay personas con hijos, y claro, necesitan una ayuda para criar a los mismos, a lo que debemos responder de forma positiva, estamos de acuerdo, esos niños deben ser criados en condiciones, valorando lo importante que es tener un trabajo, por lo que sus progenitores se convertirán en los primeros que deban tener un trabajo para sufragar estos gastos. El estado debe garantizar que al menos haya un trabajo por unidad familiar. Este asunto es otro a recalibrar, hay que facilitar trabajos dignos y dejar las rentas de inserción a todos aquellos que no pueden trabajar en condiciones normales.
Como docente que soy, hay otro asunto que, desgraciadamente conozco, y quiero plantear aquí. Hay que dignificar la educación, hay que darle el lugar que merece, no puede ser ninguneada de esta manera. De unos años a esta parte se ha favorecido una educación inclusiva maravillosa, que permite igualar las distintas capacidades y favorecer que todo el mundo se pueda formar. Ya saben ustedes, educación pública, gratuita y de calidad siempre. Sin embargo, sin ir más lejos, esta mañana había un llenazo enorme en un grupo de educación inclusiva en el centro donde trabajo, lo cual me ha llamado la atención. Es un grupo de unos ocho alumnos, de los que habitualmente, solo acuden un par de ellos, y que además, no quieren hacer nada de forma ordinaria. Pero esta mañana el llenazo de la clase era pleno, estaban todos, me he preguntado ¿qué pasa aquí hoy? Una compañera ha comentado, hoy están todos porque han recibido en sus casas la carta de los servicios sociales recordándoles que para seguir recibiendo las rentas de inserción la escolarización de los menores es obligatoria. Me he sentido mal, triste, hasta que punto se minusvalora la importancia que tiene la educación. En este sentido la izquierda se debe recalibrar también, porque una sociedad sin personas formadas y comprometidas es una sociedad muerta. Cómo se consiente esto, no lo entiendo, no se puede gobernar con miedo y midiendo a todas horas los sondeos electorales, hay que ser valientes y ser capaces de emprender una serie de cambios (muchos de ellos impopulares, no puede valer todo) que entre otras cosas dignifiquen la educación.
No quiero eternizar el artículo, podría poner otros muchos ejemplos en la misma linea, pero creo que lo bueno, si breve, dos veces bueno, si me gustaría, sin embargo, añadir algo, en relación a la izquierda y el progreso, y es que aquellos que nos consideramos progresistas, debemos dejar de tener complejos y hablar las cosas claras, hay asuntos que se deben recalibrar y debemos actuar siguiendo el dictado de la razón y el sentido común,a pesar de ser considerados fachas o retrógrados, puesto que si no, estamos en riesgo de establecer una "oclocracia" o mejor dicho, una democracia para idiotas. Buenas noches.