Una noche de insomnio veraniego me ha llevado a estar delante del ordenador a las seis y media de la mañana, después de pasar varias horas dando vueltas en la cama sin conseguir volver a conciliar el sueño.
En un estado de letargo, que no es ni dormido ni despierto, mi cabeza ha volado libre entre el mundo de la consciencia y el surrealismo de la ensoñación, así se han encontrado en una misma dimensión Zapatero hablando inglés en Oxford, Rajoy afirmando rotundamente que “un vaso es un vaso y un plato es un plato”, así como el bienio negro y el fracaso de la huelga general campesina de 1934, y Aníbal Barca con un parche cubriendo su ojo después de atravesar el lago Trasimeno.
Empapado en sudor, el calor me ha invitado a tomar el fresco en la azotea, cosa que he hecho, a pesar de no encender luz alguna, con un importante sobrepeso, una no menos preocupante miopía y una escalera de caracol que bien podía ser un puerto de tercera en el añorado Tour de Francia. Me encanta observar la ciudad desde la azotea, sobre todo cuando uno está resguardado de miradas inoportunas de gente aburrida y sin vida propia. Desde mi atalaya he observado un gato negro campar a sus anchas por la calle, tranquilo y huidizo, al tiempo que un poco más lejos una muchacha paseaba un perro, quizás fruto de otra noche de insomnio.
El regreso al catre sólo ha servido para inspirar este artículo, puesto que me ha dado la idea de escribir esta “guía de supervivencia” para tiempos de pandemia. No me extiendo más con los prolegómenos y voy al grano. Resulta que en estos tiempos de COVID 19, reclusión y desescalada, han surgido o resurgido con más fuerza distintos tipos de personas de las que ahora se llaman tóxicas, pero que tienen acepciones clásicas que vamos a exponer a continuación.
El primer tipo al que nos vamos a referir es al pelma vulgar, es decir, esa persona, de la que todos podemos referir algún ejemplo, que resulta un castigo en sí misma. Con la pandemia ha surgido una nueva modalidad que luego se ha extendido en la desescalada. Me explico, al estar confinados, era normal que desde los balcones o puertas la gente saliese a aplaudir a nuestros sanitarios, y que de esa forma se agradeciese su esfuerzo sobrehumano en pro de los demás. Pues bien, esa costumbre de aplaudir a las ocho de la tarde se ha transformado en una tortura sin remisión, puesto que los cinco minutos de convivencia necesaria han dado paso a un conjunto de seres de balcón que no respetan horas, espacios, o intimidad, y que en cualquier momento pastan por la acera comunitaria a voz en grito, en comandita con otros vecinos que parece ser no pierden mucho tiempo en leer libros, ver alguna serie o película, y sí escuchan música, lo hacen de forma compartida, es decir, con un altavoz en la ventana para dar por culo al resto del personal. Su molesto murmullo, sus risas histriónicas, sus voces hirientes son una de las rémoras que nos ha dejado la pandemia. El diccionario de la RAE contiene varios términos que casan con las personas aquí descritas, de las que sólo hemos mencionado una modalidad. Así en ésta categoría incluimos los siguientes términos; incómodo, fastidioso, pesado, desagradable, inaguantable, amargo, enojoso.
En segundo lugar vamos a hacer referencia a otro tipo de personas que podemos encuadrar bajo el término de falsario, es decir que falsea. Esta modalidad ya la hemos descrito en otros artículos, pero se ha crecido en estos tiempos a través de redes sociales o grupos de WhatsApp. Es un clásico de nuestra época encontrar personas que viven por y para las redes sociales, vendiendo un constructo irreal o ensoñado de sí mismos. Así podemos ver gente que en los grupos o redes parecen ser personas entrañables, divertidas, comprometidas, agudas, participativas, comprensivas, humanas en definitiva, y que en la triste realidad son gente oscura, parca, manipuladora y amiga de sus propios intereses. En ocasiones a este tipo de personajes los he descrito señalando que sólo tienen un tipo de preocupación a pesar de todo el ornato que venden, y que no es otra que la de pensar en “su culo, su culo, y su culo”. A colación de lo anterior, y sirva de ejemplo, el otro día un amigo me hablaba de un conocido que tenemos en común, y me llegaba a decir, que las vacaciones que el tipo mostraba en las redes sociales eran totalmente falsas, que se limitaba a hacer fotos preparadas y filtradas, pero que en realidad casi no salía del hotel, a pesar de los amaneceres, atardeceres, ocasos y lunas que presentaba en público. En fin…sólo hay que rascar un poco y sale a flote el acomplejado que llevamos dentro. En el diccionario como sinónimo de falsario nos señala; impostor, embaucador, y yo añado, fantoche.
En tercer lugar, dentro de la guía de supervivencia, podemos referir al fanfarrón, y cuidado que este tipo es muy peligroso. Todos hemos podido observar que con el confinamiento, las horas de encierro en casa, el vecino pelma, en algunos casos el abuso de la cerveza y de los estimulantes, aderezado todo ello con los ERTE, los negocios cerrados, las facturas pendientes, el sobreviviré a todas horas y el fantasma de una crisis terrible detrás de la esquina, han generado una enorme desazón y en algunos casos ha surgido el fanfarrón, es decir, el típico que ha estado buscando culpables a esta sinrazón durante meses, que no ha respetado las opiniones contrarias, que se ha ido radicalizando, que ha generado mal ambiente. Hace no mucho escribí una pequeña entrada advirtiendo del peligro que tienen este tipo de personas, insistiendo en que con esa actitud belicosa, revanchista no se va a ningún lado, que la pandemia ha demostrado que llevamos cuarenta años viviendo muy bien y que nos hemos acomodado mucho, porque nuestro nivel de resistencia es pobre, y enseguida sale lo que de verdad llevamos dentro, y en algunos casos, las tripas dan bastante grima. Como las crecidas de los ríos, la desescalada ha generado que las cosas hayan vuelto a su cauce, y a día de hoy volvemos a encontrarnos con el perfil de respetables hombres de centro, pero que cuidado, hace un mes estaban sacando los tanques a la calle. Para fanfarrón el diccionario muestra de sinónimos; bravucón, perdonavidas, matasiete, fachenda, valentón.
Esto es todo amigos, aquí tienen el resultado de una noche de insomnio, que al menos, me ha permitido reseñar, en forma de guía de supervivencia, tres modalidades de personas de las que hay que estar prevenidos. Se quedan en el tintero para mejor ocasión el perejil, es decir, el que está en todas las salsas, y el pedigüeño o belitre, aquel que sólo abre la boca para pedir favores, en otra ocasión, lo prometo.