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miércoles, 30 de agosto de 2017

La receta del líder



Apuntándome a la moda gastronómica que nos persigue, desde hace ya tiempo, he decidido dedicar el artículo de hoy a una tradicional receta culinaria propia del país, más degustada incluso que el gazpacho andaluz, el cocido madrileño, o las fabes asturianas. Me estoy refiriendo a la receta del líder, a la cocción y preparación de un  referente al que adorar y reverenciar  en estos tiempos difíciles por los que atravesamos.
Como toda receta debe contar con una serie de ingredientes y seguir una serie de pasos en su preparación.  Entre los ingredientes necesarios nos encontramos los siguientes:
1) Hay que contar con un público decidido a asumir el nacimiento de un nuevo líder, sobre todo cuando en la mayor parte de las ocasiones nos encontramos con botarates que no ven más allá de su mediocridad. Los partidos políticos cuentan con hinchadas que suelen deglutir bastante bien las ocurrencias del “aparato” de turno.
2)  Por otro lado hay que legitimar  este “surgir” de la nada con  unas sólidas bases, por lo que a menudo si el líder no está casado, se le busca una pareja y se le casa, si no tiene estudios se le facilitan unos títulos, más o menos legales, que traten de justificar que lo que nos están presentando como oro en paño no pasa de hojalata de la mala. No se crean que exagero en mis apreciaciones, la realidad es todavía más hiriente que lo aquí refiero en tono de chanza. No importa la calidad, señores, sino que el elegido/a cumpla con los objetivos de los “sabios”, que suelen coincidir con los de los poderes económicos. Tratarán de hacernos creer que el desconocido que despunta como nuevo dirigente lo hace por la propia fuerza de su liderato, hecho además avalado por una militancia que sabe ver su magnificencia  entre la zafiedad del resto de candidatos, si  es que se mantiene la ilusión de pluralidad democrática.
3) Es de todo punto necesario contar, además,  con unos medios de comunicación que transmitan la fuerza del líder, su bondad, su inteligencia, su altruismo y gran corazón. A nivel nacional o internacional, esta labor es realizada por grandes empresas que actúan como mercenarios secundando y apoyando las iniciativas llevadas a cabo por su patrón, lógicamente  a cobro de talón. En nuestros días y a escala menor, en los Ayuntamientos o Diputaciones, suele haber un equipo de trabajadores (del partido del jefe) que en las denominadas “redes sociales” se encargan mañana, tarde y noche de defender todas y cada una de las acciones del amo, que generalmente no suele atender estos canales dejando dichas labores a los subalternos.
En la misma línea,  y como forma de propaganda,  también suele existir un panfleto mensual que se encarga de poner al día a los sufridos lugareños de las últimas inauguraciones que se han realizado en la localidad. En dicho documento no hay página en la que no aparezca el líder, sus acólitos y mucha gente de relleno, porque hay que rodearse del vulgo, si son ancianos o niños, mejor que mejor.
4) El último ingrediente lo conforma la sociedad, los votantes, porque hay que saber que gran parte de estos idiotas con ínfulas de poder llegan a los gobiernos e instituciones por nuestros votos, o por nuestra incapacidad para hacer ver a los que apoyan esta basura que dejen de hacerlo. Es muy complicado convencer a la gente, cada persona tiene una enculturación distinta, una educación y una cultura diferentes, y en muchos casos estos últimos elementos brillan por su ausencia, lo que se traduce en animales sin formación como presidentes de grandes potencias, caso de Trump, memos rodeados de corrupción que no respetan al pueblo haciendo ruedas de prensa por medio de televisiones de plasma, como Rajoy, o mentecatos alelados que no han leído un libro en su vida, en muchas de las alcaldías de nuestra “piel de toro”  patria. Ante este desolador panorama no es de extrañar que el expresidente Obama vaya a dedicar su tiempo en preparar a los líderes del futuro, precisamente para eso mismo para que siga habiendo posibilidad de futuro.
Con los ingredientes en la mesa se lleva a cabo la receta, que comienza con la elección y aprobación de un tonto útil, aunque cuidado con la selección del tonto, puede que este no sea tan tonto como se espera  y se rebele, luego es terrible la situación que se abre,  puesto que habría que desmitificar lo mitificado y desencumbrar lo encumbrado, quedando la cosa un tanto menos creíble. Una vez elegido el tonto se le legitima, se le casa, se le pone un traje de los domingos, unas alzas si es bajito, y se le pasea como si de un dios en vida se tratase. Convertido en “honoris causa” el lumbreras hace paseíllo por plazas, calles, saraos o “eventos”, al objeto de vender el producto, mejor un año antes de la campaña para que vaya rodadito. El líder no va sólo, lleva un nutrido grupo de "discípulos trepadores" que se limitan a corear las consignas dadas. Si con ayuda de los medios de comunicación comprados o propios se consigue llegar al poder gracias al apoyo del pueblo,  ya tenemos el plato en la mesa, un líder de bajos vuelos, que puede incluso ser prescindible en un momento dado, pero que como digo, cuidado de pasarnos con la sal, porque a veces pueden resultar estomagantes y muy difíciles de anular. Esta receta suele venir acompañada de una sobremesa plagada de nepotismo y redes clientelares, donde ayuntamientos y diputaciones se convierten en las principales empresas del lugar o en cementerios de elefantes donde cobijar tanto esfuerzo en pro de los demás. Todo ello regado con unas buenas dosis de incompetencia, chabacanería e idiotez supina, donde los secuaces del líder se convierten en raptores de la libertad y de la democracia del pueblo.
Nada más señores, el verano se va apagando, y las piscinas están cada vez más vacías, ya mismo toca trabajar otra vez, y de nuevo las noticias hablarán de la receta del líder. La mesa está lista, bon appétite.

jueves, 17 de agosto de 2017

Londres Victoriano

Las vacaciones estivales caminan inexorablemente hacia su final, y por mucho que uno se empeña en frenar el paso de los días estos avanzan sin remisión, el ocaso del verano está, cada vez, más cerca. A pesar de esta realidad, mi predisposición laboral e intelectual sigue siendo la misma que a finales de junio, es decir la de un hombre ocioso, dispuesto a no cambiar de estado hasta que no quede más remedio. Pues bien, el caso es que hace no mucho, me pidieron que hablase sobre mi "libro favorito" al objeto de colaborar con la revista del Instituto, cosa que me congratula y agradezco de antemano al bueno de Antonio Julio, afanado coordinador de la biblioteca escolar. En primera instancia acepté de buen grado el encargo pero cuando me senté a escribir me di cuenta de la complicado que es elegir un libro entre libros, tarea imposible, por lo que me dije, porque no hablar de una temática mejor, cosa que hice, y que les ofrezco aquí, de forma literal y a falta de inspiración, disculpen el acople y disfruten de la lectura.

El cuerpo de Mary Anne  Nichols  “Polly” Nichols yace sin vida en un oscuro callejón  de Whitechapel, acaba de morir asesinada, un reguero de sangre cubre su cintura y alcanza el suelo, ha sido acuchillada en el cuello y en el abdomen. Al otro lado de la ciudad, en un lujoso despacho del Soho, el señor Utterson vuelve a leer el testamento de su amigo el Doctor Jekyll, en el cual informa que en caso de sucederle algo toda su fortuna y propiedades pasaran a manos de un huraño y desconocido Míster Hyde. Las campanadas del Big Ben anuncian las cuatro de la madrugada, es una noche bastante clara de finales de verano, la luna brilla con fuerza, y en su centro se confunde la silueta de un enorme murciélago en dirección a la abadía de Carfax. No lo puedo negar, el Londres victoriano me encanta, los suelos húmedos donde resuenan los pasos de alguien que acecha en la oscuridad, la niebla que camufla los rostros y esconde las intenciones, el famoso East End, donde se puede comprar todo, los carruajes y los elegantes caballeros que se reúnen en logias masónicas, el palacio de Buckingham donde se alza impertérrita la reina Victoria I estandarte del poderoso imperio Británico. Cuando me pidieron que escribiera sobre mi libro favorito pensé, imposible, no sabría cual elegir, pero después me dije a mi mismo, elegir un libro es muy difícil, pero una temática, un ambiente facilita las cosas, por ello me decidí por el Londres victoriano, si, ese Londres de finales del XIX, sucio e industrial, pujante y decadente al tiempo. Con el ambiente elegido los libros llegaron por si solos, por un lado una novela gráfica magistral de Alan Moore, “From Hell” que recrea la versión oficial sobre los asesinatos perpetrados por Jack “el destripador”, el famoso asesino en serie que atemorizó a la hipócrita sociedad londinense decimonónica. En forma de cómic novelado Moore analiza todas las circunstancias que rodean los asesinatos de Whitechapel e involucra a la propia casa real en la realización de los mismos. Entre nieblas, clubes de alta sociedad e investigaciones de Scotland Yard, podemos mencionar una novela de Robert Louis Stevenson, donde se narran las peripecias del angustiado Doctor Jekyll y su alter ego Míster Hyde, poniendo en evidencia el maquillaje que supone la vida social que tan sólo enmascara el animal que todos llevamos dentro. Mi última propuesta sigue el curso del Támesis y se adentra en la Abadía de Carfax, lugar donde Bram Stoker  fijó la residencia del conde Drácula en pleno Londres, y que sirvió de marco al penúltimo combate entre el bien y el mal, antes que la liza final se trasladase a los Cárpatos. Pues bien esta es mi recomendación, abríguense y cojan el paraguas, en Londres suele llover, paseen por sus calles, mézclense con sus moradores, tomen una pinta en el Ten Bells, o acudan al 221 b de Baker Street,  y disfruten del té que a las cinco sirve la Sra. Hudson en compañía de un famoso investigador que hace prodigios con su mente…
Pues esa era mi propuesta, y lo sigue siendo a día de hoy, qué les parece, si no conocen estas obras les invito a caminar entre la neblina, las capas y los sombreros de copa londinenses y a perderse en el famoso y oscuro Londres Victoriano.